CANNES 2010: ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN (09)

CANNES 2010: ACCIÓN Y CONTEMPLACIÓN (09)

por - Festivales
21 May, 2010 02:43 | comentarios

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Por Roger Alan Koza

La religión es invencible. Más allá del espiritualismo light propagado por Hollywood año tras año, cada tanto el cine vuelve sobre un tema que no le es ajeno, lo religioso. El catolicismo, por otra parte, al menos en occidente, parece estar en consonancia con el cine. Desde Bazin a Bresson, pasando por Tarkovski y Pialat, la sensibilidad religiosa parece ser connatural o contigua al refinamiento estético. Planos y plegarias, luz natural y luz sobrenatural, el cine comparte con la religión una secreta esperanza por lo inmortal.

Des hommes Et Des Dieux, de Xavier Beavouis (El pequeño soldado), una de las pocas grandes películas de la insignificante competencia internacional de Cannes 2010, es un ensayo teológico y político admirable y por momentos conmovedor.

El monje cisterciense Thomas Merton decía: “El contemplativo ha arriesgado su mente en el desierto, más allá del lenguaje y más allá de las ideas sobre Dios, allá donde aparece en la desnudez de la pura verdad”. Esa descripción bien podría ser la síntesis aforística y argumental de Des hommes Et Des Dieux, un film basado en un caso real acontecido en Argelia en 1996, momento en el que 7 monjes trapenses fueron secuestrados y asesinados en medio de una escalada de violencia política en esta región del norte de África. El film sugirirá una razón política y estratégica: la vida de 7 monjes por la liberación de varios presos políticos. Es un contexto que no será revelado del todo, aunque queda claro que se trata de grupos armados vinculados con el fundamentalismo islámico. Por otra parte, Beavouis jamás sataniza al Islám, esa religión semítica que Godard en el Film Socialisme la concibe como el occidente de oriente. De hecho, el abad interpretado magistralmente por Lambert Wilson puede citar tanto la biblia como el Corán. Dios habla muchos idiomas, y un buen religioso no puede dejar de reconocerlo.

Des hommes Et Des Dieux poco tiene que ver con las encíclicas de Benedicto XVI y la decadencia institucional reducida a las miles de denuncias de pederastia. Es antes que nada un una reconstrucción preciosa  y precisa de un estilo de vida, una invención singular y perversa de la especie humana, admirable como sospechosa, anacrónica como reparadora, la vida monástica. Estos 8 monjes trapenses que rezan, leen, trabajan la tierra, limpian, cocinan y cantan, transfiguran sus acciones cotidianas en una contemplación en acción. Cada gesto, acto o palabra está orientada al creador. El Altísimo es el telos de sus vidas, el punto Omega hacia el que el monje se encamina. Se trata, (sobre)naturalmente, de una ascesis por lo que se constituye una composición de la intimidad ligada a un espacio íntimo que excede a la soberanía física del penitente. En un pasaje, un monje sufriente, que no sabe si todavía desea estar en el claustro ante una situación social amenazante, llora desesperadamente en su celda. En su desconsuelo sabe y cree que hay una escucha invisible capaz de rectificar su vida, si así la voluntad de Dios lo dispone. Es que el creyente profesional instituye una intersección dialógica entre sus pensamientos y oraciones y quien supone ser el destino de sus mensajes. Esa es la consecuencia de tener fe.

Para Beavouis, los monjes son, primero que todo, hombres. Sin dudas son contemplativos, pero también son hombres de acción. Uno de los hermanos, Luc (otra gran interpretación de Michel Lonsdale) es el médico de la abadía, pero el ejercicio de la medicina no se circunscribe a sus compañeros de fe. Es el médico de la zona, con quien se atiende la mayor parte de la población. No están allí para convertir y conquistar fieles, aunque el intendente de la ciudad, quien está preocupado por la seguridad de los religiosos, no deja de recordarles que la presencia francesa es en última instancia un resabio de colonialismo.

La tensión política crece paulatinamente en Des hommes Et Des Dieux. La primera irrupción en el monasterio fracasa ante la fuerza del Abad y su conocimiento del Islam. Los rebeldes quieren medicamentos, y en alguna ocasión, el galeno del grupo atenderá a un militar herido. No obstante, si de avasallamiento se trata, hay una secuencia que no necesitan explicación: un helicóptero sobrevuela la abadía y los monjes perciben el peligro que proviene del cielo. Esto precipitará una batalla sonora entre el sonido de una máquina de guerra y la unión de los monjes entonando cantos gregorianos. Es una tensión dialéctica, resuelta en un montaje paralelo muy pertinente. Así, el vehículo volador acecha y los monjes entonan Salve Regina o algún que otro hit de la liturgia que arrancó con San Benito. (Los actores interpretan los salmos y las canciones como si lo hubieran estado haciendo desde siglos).

Finalmente, vencerá el Mal, pero un poco antes Beavouis habrá de filmar una epifanía, un verdadero acontecimiento en la pantalla. Como si se tratara de una fumata prohibida, Luc prenderá una casetera y se empezará a escuchar algunos movimientos de El lago de los Cisnes, de Tchaikovsky. Unos bellísimos primeros planos sobre los rostros de los monjes revelan una especie de orgía suprasensible. Sin duda, escuchar música clásica y beber un buen vino no está escrito ni demarcado en las reglas de San Benito. Pero Beavouis sugiere que quizás sí esté implícito en el espíritu de las reglas, si esto precipita comunión y hermandad, lo que no es sólo una metáfora simpática de la vida monacal. Beavouis captura una extraña versión miniaturizada del cuerpo de Cristo: en ese placer sonoro y sensorial los monjes son verdaderamente uno.

Después vendrá el secuestro y la muerte, lo primero frente a los ojos, lo segundo en elegante fuera de campo. Unos planos generales del bosque nevado y el monasterio, acompañado por una voz en off y una misiva, que ante todo es una defensa irrestricta sobre la fe, cerrarán el film. Dios quizás no exista, pero estos hombres fueron en aquel entonces semblantes reales o imaginarios de una posibilidad humana superior. Misteriosamente, Des hommes Et Des Dieux funciona como destilación de la mirada. El mundo podría ser un lugar bello, llenos o libres de dioses.

Fotos: 1) Des hommes Et Des Dieux

Copyleft 2010 / Roger Alan Koza