AS BOAS MANEIRAS / LAS BUENAS MANERAS

AS BOAS MANEIRAS / LAS BUENAS MANERAS

por - Críticas
25 Jul, 2020 11:44 | Sin comentarios
Una nueva mirada (en el sitio) sobre una de las grandes películas latinoamericanas de los últimos años.

EL RELATO DE LAS MUTACIONES

Las buenas maneras es, entre muchas cosas, una película de transformaciones. Aquí mutan los géneros establecidos: del drama social al musical, del fantástico al realismo más sucio, del mundo de hadas de Disney al oscuro universo de un Cronenberg; estas transformaciones tienen un efecto: Las buenas maneras es una de las películas más libres y más insubordinadas a los órdenes cinematográficos reinantes. Tanto Juliana Rojas y Marco Dutra- sus directores- se sienten cómodos trabajando en la combinación de géneros, probando ideas, atravesando cuerpos. De ahí se erige un relato no desprovisto de sutileza, ni tampoco de brutalidad. Es precisamente esta conjunción lo que la vuelve más interesante, y también admirable: coherencia y consistencia en sus órdenes principales, el narrativo y el estético. 

En el extenso comienzo dos protagonistas, dos mujeres: la blanca y rica Ana entrevista a Clara, la negra y humilde. A partir de esta presentación, circunscripta por la oposición y sus extremos, las dos mujeres entablarán una relación que al comienzo es de subordinación: la negra será la asistente personal de Ana, acompañándola en su extraño embarazo reciente. La ausencia de familiares, amigos o parejas es llamativa. Luego, de a poco o tal vez demasiado rápido, cruzarán las fronteras sexuales, sociales y económicas que en un principio las separaban y a la vez las estigmatizaban. Cuando se produce el acercamiento íntimo cruzan el puente que separa dos zonas (simbólicas) de la ciudad, y acontece el horror, adviene el desastre.

La separación de esos mundos, el de los acomodados y los ricos, por un lado, y el de los humildes y los marginados por el otro está bien delimitado en el relato. San Pablo es una ciudad particular y onerosa, y a la vez puede ser cualquier ciudad latinoamericana, la que segmenta sus clases sociales, relega a las menos favorecidas y las aísla. En ese largo y necesario comienzo, el centro de la ciudad luce reluciente, higiénico, con sus grandes edificios asépticos y sus espejados ventanales. Es el medio de Ana, mujer que vive de rentas en un espléndido departamento, casi como se si se tratara de un cuento de hadas: vive, baila, pasea por los shoppings, espacio cívico y comercial plagados de espejos y vidrios resplandecientes, en el que la riqueza se refleja siempre a sí misma. 

Pero el film introduce un giro estético y narrativo que modifica la película; en el espacio de Ana, las dos mujeres entablarán una relación lésbica; allí, también nacerá el lobizón, esa extraña criatura que se funde en su raigambre mítica y que a la vez puede leerse, como todo mito, desde el presente inmediato (situación y vínculo que tal vez puedan interpretarse como una especie de castigo moral, no solo por el lesbianismo sino por la conjunción de clases sociales). Clara se hará cargo de esa criatura – que en el fondo es solo un niño- y ambos se trasladarán desde ese universo de los ricos, el centro de San Pablo hacia las afueras, en el universo social que habita Clara. 

Al situarse el relato en ese afuera que no es otra cosa que una favela, los parámetros estéticos son totalmente diferentes. Gran hallazgo de la fotografía del gran Rui Poças, quien siempre impregna sus imágenes deslumbrantes de una fuerte expresividad, acompañando al relato en su devenir dramático. En efecto, desde que Clara “cruza” con el niño la ciudad paulista, la película se vuelve más abigarrada, y desmesurada, cambia la textura, la paleta cromática se torna más fuerte y destellante y a la vez la narración adquiere una dimensión enteramente imaginaria. De esta manera, el cambio de registro estético no sólo acompaña, sino que apoya el viraje narrativo; el orden de la percepción va incluyendo naturalmente otra índole del relato, ahora mítico y fantasioso, antes más naturalista y adusto. De ese comienzo más anclado en una especie de realismo un tanto sucio deviene un relato absolutamente ligado a la fantasía, el que explota destituyendo las barreras de lo socialmente establecido. Las buenas maneras nunca pierde su homogeneidad, ni su densidad; los cambios de registro, y asimismo la transformación de géneros que se pone en marcha están integrados en un todo fluido. 

En eso el relato sigue las vicisitudes del destino del niño lobizón –casi como un virus actual y vivo-; así es como se traslada el escenario narrativo desde los espacios acomodados de la ciudad hacia las afueras, donde el niño crecerá en su condición de marginal; allí su madre “postiza”, la negra Clara lo cuidará y lo criará hasta que este pueda ya tomar decisiones y comenzar a transitar por su mundo. Y es justo entonces cuando en un día cualquiera el niño volverá a la otra ciudad y visitará el shopping de antaño, en el que relucen las riquezas de los otros. Si el brillo de lo suntuoso lo invade, a este resplandor el niño responderá rociando con sangre los blanquísimos pisos del hogar de las mercancías. Lo extraño y siniestro se detonan en el espacio higiénico por excelencia, en el inmaculado universo de las mercancías.

Como sucede en varias películas brasileras actuales, por ejemplo Bacurau, la crítica social y la política invaden el relato, contagiándolo en el propio interior de la ficción; es una mirada que es imposible soslayar desde un presente tan convulsionado, en el que la discriminación y el debilitamiento de cualquier atisbo de conciencia de clase son una constante. Las buenas maneras refleja (porque comprende) a la perfección las profundas dicotomías del mundo contemporáneo. Los “diferentes”, ya sea por la clase a la que pertenecen, por la orientación sexual que han escogido, por el territorio que habitan y las costumbres que delimitan una forma de vida aparecen en estas películas y se vindican en sus respectivas representaciones. Es una respuesta al orden de los civilizados, desde el propio cuerpo hacia lo ajeno, respuesta secretamente ligada al cambio del concepto y el tono del film, el que empieza como un mero naturalismo y culmina como exceso y también relato fantástico. 

As Boas Maneiras / Las buenas maneras, Brasil-Francia-Alemania, 2017.

Escrita y dirigida por Marco Dutra y Juliana Rojas.

Marcela Gamberini / Copyleft 2020