AMIGOS POR LA VIDA / TUTTO QUELLO CHE VOUI

AMIGOS POR LA VIDA / TUTTO QUELLO CHE VOUI

por - Críticas
30 Jun, 2018 10:22 | Sin comentarios
Un intérprete extraordinario no salva a un film de su amable mediocridad, pero puede ser para algún que otro cinéfilo una razón suficiente para verlo.

NO TODO ESTÁ ESCRITO

Existen cineastas que al filmar prefieren sus certidumbres; otros se abisman y quieren poner en escenas sus dudas y conjeturas. De estos últimos hay pocos, de los primeros, casi todos. Con solo tres largometrajes, es evidente que Francesco Bruni es de los primeros: escribe lo que habrá de filmar, acopia ideas y situaciones, como si fuera un laborioso sastre que puede incluso predecir los pliegues de la prenda que hizo. El azar está interdicto, todo está fríamente calculado. En un guion de hierro como el de Amigos por la vida hasta el sonido de un reloj o la suciedad de unas botas aspiran a significar algo importante.

Un famoso poeta de 85 años y un joven sin ningún proyecto de vida comparten un tiempo juntos. El guion lo propone así: Alessandro perdió a su madre a los 5 años, su padre es un laburante, él no sabe qué hacer de su vida y sus amigos están tan desorientados como él. El joven será contratado para cuidar a Giorgio, quien está prácticamente solo en el mundo y aún convive con sus libros y su endeble memoria, pues empieza a ser rehén del Alzheimer.

Amigos por la vida Tutto quello che vuoi, Italia/2017

Escrita y dirigida por Francesco Bruni

El primitivo machismo de la reaccionaria cultura oficial italiana se siente en el inicio, en una escena que establece una época (la digital) y la inanidad que define a una generación (los millennials), como también el desprecio por el extranjero. En cierta forma, el film pretende combatir ese estado de cosas invocando una pretérita sabiduría representada por el anciano. La relación intergeneracional es acaso un discreto placer del film, más allá del poco ingenio para transmitirlo: lo que le sucede a Giorgio jugando a la PlayStation y el contraste sugerido entre ese universo referencial y la poesía —ambas praxis inútiles pero inconmensurables entre sí— constituye el mayor atrevimiento del film.

Si la rigidez del guion no da respiro, tampoco la puesta en escena conspira a favor del film. El límite del cineasta se puede constatar en cómo escenifica un sueño o en las decisiones de registro para seguir a los dos personajes principales durante una caminata por un bosque. Los cineastas de la certeza eligen la transparencia y rehúsan la hermosura de lo ambiguo. Cada plano es un remedo de lo viviente, porque este tiene solamente que ilustrar una buena historia y a su vez entregar una moraleja.

Sin embargo, hay algo que escapa a cualquier planificación. A Giorgio lo interpreta un gigante del cine italiano: Giuliano Montaldo. El director de Sacco y Vanzetti y de Giordano Bruno: el monje rebelde compone un personaje cuya intermitencia con la realidad en el relato fagocita perspicazmente la película. Por momentos, este parece fugarse de la penitenciaria de la escritura, y en su sola presencia hay una tenue segunda película que sobrevive a la principal. El tiempo de un cuerpo y la experiencia de un hombre desbordan las escenas pergeñadas en un escritorio. El film es verlo a Montaldo, aún vivo, hoy, con 88 años.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de junio 2018.

Roger Koza / Copyleft 2018