30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (15): DOS PELÍCULAS ARGENTINA: HORTENSIA E HIJOS NUESTROS

30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (15): DOS PELÍCULAS ARGENTINA: HORTENSIA E HIJOS NUESTROS

por - Críticas, Festivales
06 Nov, 2015 02:32 | Sin comentarios
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Hortensia

Por Marcela Gamberini

La singular Hortensia cuenta la historia de una chica que transita el arduo paso que divide la adolescencia de la adultez. Narrada desde el humor que no esconde la tangible sensibilidad de Hortensia, su protagonista, la soledad, el desencanto, la tragedia se narran con un humor sutil e inteligente.

En una época y lugar imprecisos Hortensia trabaja magistralmente desde lo formal con una combinación de colores fuertes, de escenografías pintadas, de actuaciones distantes marcando la artificialidad y arbitrariedad del relato y de sus elecciones formales. Las obsesiones de Hortensia, la protagonista pasa por buscar un novio rubio y diseñar el zapato más lindo del mundo; son los motores narrativos que hacen avanzar la película mientras la chica busca (como todos) algo de felicidad, algún respiro, ese entender la adultez desde el dolor de las perdidas, desde la mirada de los otros, entre las cabezas de arce disecadas, entre sus zapatos que en algún momento se colorean, desde el amor de su perrito que es el único que la acompaña de manera incondicional.

En algún momento de la película un personaje dice que la vida es extraña como extraña es la película. Rejtmaniana por la manera distanciada y cercana a la vez con la que se miran los personajes, se cuela también la influencia de Aki Kaurismaki en esa manera de fijar las imágenes en las retinas sorprendidas de los espectadores; tambien tiene algo de Wes Anderson en lo absurdo de las situaciones y en la artificialidad de la puesta en escena. Mezcla extraña, como la vida, como la película que sin embargo es única por los sentidos que estallan sutilmente.

Hortensia es una gran película, sensible, tímida y absurda como su protagonista. Una comedia contemporánea que por eso es de época, de esas que dicen más que cualquier drama serio encuadrado en un cine supuestamente más intelectual; que dicen más del presente en clave humorística. En este caso, la codirección de Diego Lublinsky y Alvaro Urtizberea conforman un dúo inteligente que logra cohesionar grandes ideas sobre la puesta en escena, sobre la dosificación de la información con un contenido que habla de la soledad, la tragedia, el amor, las ataduras.

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Hijos nuestros

Hugo es un taxista que esconde su gran cuerpo en el pequeño espacio de su auto. Su cara marca su soledad, sus ojos algo llorosos denotan cierta angustia, los “palitos de la selva” que consume constantemente dejar entrever cierto infantilismo. Su pasión futbolera – específicamente por el club San Lorenzo de Almagro- es casi lo único por lo que vive. Los pasajeros entran y salen de su auto, no le aportan nada ni él aporta nada a los otros. Un sujeto vaciado y vacío que necesita salir de su auto, revisar su pasado y reconstruir su futuro. Una mujer con un chico sube y con ellos establece contacto a través del futbol. Ella, la increíble Ana Katz, en el cuerpo de Silvia, siempre en movimiento, dinámica; se olvida la billetera y de ahí desencadena esta historia.

Entre iconografías variadas que van de lo religioso presente en la casa, en el espacio privado de ella, desde la desmesura en las secuencias en su pequeño departamento, lleno de objetos, desprolijos, desacomodados; hasta la casa de él, vacía casi. La ubicación de los elementos en cada espacio muestra el interior de los protagonistas. Tal vez esto sea uno de los hallazgos de esta película que plantea una situación común, cotidiana en el mundo del presente.

Las creencias de ella, el futbol para él son dos modos de la dimensión religiosa. Y en el medio el hijo de ella al que alude el título que también refiere a la expresión popular de los clubes que tienen de hijos a otros. Para Hugo cifrar sus esperanzas en el nene es planificar su futuro, entrever el ascenso social, el éxito, el salir de esta Buenos Aires – que, como el espacio físico del auto- que nos succiona y nos expele y finalmente volver a la cancha.

Hijos nuestros es una película pequeña, con excelentes actuaciones, la de Katz y la de Portalupp,i que forman una pareja despareja, imperfecta, desacomodada. Sus cuerpos tan diferentes son dos sensibilidades, dos modos de vida, dos soledades que se encuentran, que se sospechan, atravesados por el deseo.

Juan Fernández Gebauer y Nicolás Suárez, sus directores, logran sobre todo extraer sensibilidad y corporeidad, y de algún modo captar algo de la idiosioncracia del argentino, esa noción identitaria que es tan compleja como sencilla, tan única como tan singular.

Marcela Gamberini / Copyleft 2015