27 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (2012): DIFÍCIL DE OLVIDAR

27 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (2012): DIFÍCIL DE OLVIDAR

por - Críticas, Festivales
05 Dic, 2012 03:07 | comentarios

Sobre The Land of Hope, de Sion Sono, Japón, 2012

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Por Santiago González Cragnolino

La última edición del festival internacional de Mar del Plata contó con más de 300 películas. En medio de semejante oferta es entendible que muchas pasen desapercibidas. Es llamativo cuando una de ellas es de un autor que cuenta con tanto consenso crítico como el japonés Sion Sono. Es quizás más comprensible si pensamos que The Land of Hope (2012) muestra un cambio evidente en algunos aspectos con respecto a sus películas más celebradas: Suicide Club (2001), Cold Fish (2010), Guilty of Romance (2011). Estos films podrían entenderse cómo fantasías sórdidas sobre la sociedad japonesa que jugaban con en el cine de género (policial, thriller, terror).

El último film de Sono es un drama que aborda el desastre que azotó a la prefectura de Fukushima luego del accidente de su central de energía nuclear. Ambientada en la ficcional Nagashima, el film se enfoca en la vida de tres parejas de distintas generaciones que habitan un barrio donde las autoridades establecen el límite entre una zona contaminada por la radiación y otra que estaría limpia de sus efectos. Estas zonas están separadas por un ridículo vallado de madera y una cintita amarilla: los que están de un lado de la cerca deben ser evacuados inmediatamente, los del otro pueden continuar con sus vidas.

Ante esta nueva situación las tres parejas protagónicas adoptan posiciones diferentes.

La pareja de ancianos deciden quedarse en su hogar, una casa en la zona límite con la parte prohibida del barrio. Otra de las parejas decide marcharse lejos del lugar para poder tener un hijo, temiendo los efectos de la radiación. La pareja más joven huye también del lugar por los medios de evacuación que dispone el Estado, para finalmente escapar del albergue provisional donde se encuentran para ir en búsqueda de la familia de la chica. Para ello deben internarse en la zona prohibida de Nagashima.

Llegado este punto, las ideas del director sobre lo sucedido inmediatamente después de la catástrofe ya son claras. Se procedió de manera confusa y negligente para con los habitantes de las zonas afectadas. Se muestran formas de violencia de las que dispone el Poder que no nos resultan tan evidentes como el poderío de un ejército, pero que siempre están a mano. Se muestra la violencia de la burocracia, la violencia del manejo de la información, la censura permitida y legitimada. Que se puede decir, hacer, ser: hasta acá se llega, allá no; esto se muestra, esto no. Límites materiales y simbólicos que se imponen. Sion Sono cruza las líneas y se mete de lleno en la realidad de Fukushima, donde fue rodada gran parte de la película. Podemos aplaudir su coraje, pero eso es sólo un comienzo: acá es donde empieza el trabajo del cineasta, no donde finaliza.

No se trata de imponer su mirada sobre los acontecimientos, se trata de volver a Fukushima y crear un paisaje donde no sea sólo constatable la devastación. Se trata de crear un paisaje vívido a través de las herramientas del cine, un paisaje donde no se puede separar a los sujetos del espacio que habitan. Quizás el director cae en el trazo grueso y en el subrayado de sus ideas a lo largo de la película, pero al arribar a Fukushima todo eso se disipa. El paisaje no es una justificación del drama, más bien lo contrario.

En sus grandes encuadres, en su recorrido de la mano de sus personajes por los pueblos fantasma, Sono hace una arqueología del presente inmediato. Los escombros no sepultaron la historia, son la historia viva del lugar. La cámara de Sion Sono dialoga con las ruinas.

Santiago González Cragnolino / Copyleft 2012