PAST LIVES

PAST LIVES

por - Críticas
02 Oct, 2023 10:45 | Sin comentarios

You should know that baby you’re the best

John Cale

En la primera escena de Past Lives (2023, Vidas pasadas; escrita y dirigida por Celine Song) el diálogo entre una pareja, se pega sobre la pantalla negra. Las voces discurren acerca de cómo interpretar lo que la imagen, finalmente, pone en cuadro: dos hombres y una mujer parecen conversar sentades en la barra de un bar. ¿Qué tipo de vínculo une a “la chica asiática” (Nora Moon, interpretada por Greta Lee), con “el chico asiático” (Hae Sung, en la piel de Teo Yoo) y con “el tipo blanco” (Arthur Zaturansky, encarnado por John Magaro) que están a su lado, bebiendo, a las 4 am? La discrepancia entre les testigues no se dirime en esa secuencia. En cambio, mientras acontece, gradualmente, el plano general que contiene a les tres personajes, se acorta y se ciñe sobre el rostro de la mujer que desvía los ojos y, ahora en el centro del plano, los clava en la cámara. 

El diálogo desde el fuera de campo, el escalamiento de planos que le siguió, resultan suficientes para situar a les que miran el filme del otro lado de la pantalla, frente a frente, con la que será la única protagonista de esta historia: Nora. Protagonismo que, de inmediato, comenzará a desenvolverse veinticuatro años antes de esa noche, en otro lugar, en otro tiempo, desde un deseo al que, entonces, la pequeña Na Young (Moon Seung-ah) debió someterse.

Past Lives, sitúa en Seúl el comienzo de esa historia, cuando la familia de Na Young (madre fotógrafa, padre cineasta y una hermana menor) decide migrar a Toronto. “En Corea nadie gana el premio Nobel”, se justifica Na Young ante sus compañeres de escuela. En la última imagen de la niña en esa ciudad, la veremos de espaldas, con la mochila sobre los hombros, ascendiendo hacia su casa por un pasaje/escalera empinado y pintado de colores. Simultáneamente, tras haberla despedido con un grave y fingido “Adiós”, Hae Sung (el niño Leem Seung-min), emprenderá el regreso andando por una calle plana y gris, acaso sin saber que, en ese gesto, estrenaba el desaliento que signaría su porvenir. 

Hasta aquí, corrieron once minutos de película. En apenas once minutos, Celine Song logró condensar y desplazar (diría mejor, desparramar) las piezas que les espectadores necesitarán para armar el rompecabezas de eso que al final serán el pasado, la memoria, la tradición artística a los que Nora renunció para autogestionarse una vida con nombre propio, haciendo equilibrio entre lo que podríamos considerar la teoría y la praxis de la subjetividad transculturalizada. 

A partir de allí, Past Lives no hace otra cosa que avanzar (desde aquel pasado hacia el presente, nunca en línea recta ni en círculos, desplegando mapas apenas referenciales) a través de retazos en la vida de una joven que asumió el diseño de cada una de sus peregrinaciones geográficas y existenciales. En ese devenir, la niña Na Young mutará de lengua (del coreano al inglés), de nombre (de Na Young a Nora), de cuerpo, de expectativas respecto de sí misma: se convertirá en autora teatral, contraerá matrimonio y nacionalidad occidentales. 

Para su opera prima en largometraje, Song tonificó el guion, de por sí robusto, mediante procedimientos formales y expresivos combinados y dispersos en dosis afortunadas. En el conjunto, se suceden las conversaciones truncas y las imágenes suspensivas, los espacios semicirculares y giratorios, las elipsis anunciadas y las de hecho, los espejos y las duplicaciones, las escenas sin conclusión dramática, la valoración narrativa del fuera de campo (visual o sonoro) alternado con los encuadres sobrios y precisos, las referencias cinematográficas (vale la pena seguir estas pistas para demorarse o retomar otras películas que, sin dudas, conversan con la de Song) y otros reenvíos culturales. 

Hay algo más para mencionar. En particular, dos canciones que, cuando suenan, conviene tomarlas como anotaciones con caudal expresivo y, sobre todo, con carácter reordenador del edificio narrativo (también en este caso, vale googlear las letras para pensarlas como jirones poéticos complementarios del guion). La primera de ellas es Hey, That’s No Way to Say Goodbye (1967, Leonard Cohen), que domina la escena en la que el padre y la madre de Na Young preparan la mudanza familiar de Corea a Canadá la que, de algún modo, prefigurará la segunda migración de Nora, esta vez, hacia Manhattan y en soledad. La segunda canción es You Know Me More Than I Know (1974, John Cale), la balada que sutura la noche de pasados, interdicciones y algunas lágrimas. “Es cierto que cuando emigras pierdes cosas; pero también lo es que ganas otras.”, había prescripto la señora Moon poco antes de partir de Seúl. De eso se trata la ecuanimidad del ying y el yang.

“Aquí es donde me encontré a mí misma. Significa que mi lugar es éste”, concluye Nora, caminando entre locaciones neoyorquinas propias de una guía para turistas. La reflexión sugiere el viaje temporal y espacial que la protagonista experimenta a lo largo de Past LivesEl pasado vive (otra traducción posible del título original de la película), y ella, Nora, es fruto de un montaje subjetivo de circunstancias, rechazos y sustituciones, tiempos y lugares, deseos y conveniencias.

Past Lives adopta así una forma de realismo sobrio, por momentos seco, que se recuesta en la belleza neta de la imagen, en el encuadre exacto, en el corte puntual. No encaja en ningún género (cinematográfico). Aunque en la renuencia a los estereotipos y las convenciones realistas que el mainstream sigue degradando, sí merece un lugar en la (no) tradición del cine independiente contemporáneo, con mirada y cámara de género. 

Past Lives, EE.UU., 2023.

Escrita y dirigida por Celine Song.

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María Iribarren / Copyleft 2023