OFICIO DE DIFUNTOS
LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL CINE (2)
Por Nicolás Prividera.
Acá va la segunda entrega de Prividera sobre una nueva serie de artículos: Los últimos días del cine. Crepuscular quizás, pero actual, y en esta ocasión, oblicuamente, Prividera discute con ciertos debates recientes que se desataron en la comunidad de críticos cinematográficos de la ciudad de Buenos Aires. Por mi parte, he intentado advertir ciertas mutaciones en cómo vemos el cine en el artículo El ojo privatizado, que está en este blog y se ha publicado en otros lugares en distintas versiones. Espero poder escribir algo más. Mientras, Prividera sigue con sus bienvenidas contribuciones. (Roger Koza)
1. Desde que tengo uso de memoria se viene hablando de «la muerte del cine» (primero fue la muerte del autor, y ahora la del espectador…). Pero sabemos que la Historia siempre «continuará», aunque el cine se haya convertido en un arte de museo (¿no era ese el destino obvio del «cine arte»?). Y que seguirá habiendo salas (como sigue habiendo circos o parques de diversiones), porque no decaerán ni la coacción al recuerdo (en sociedades cuya velocidad acicatea el memorialismo) ni la necesidad física de imágenes parlantes, sea cual sea su formato (aunque las historias se resientan, víctimas del efectismo). Pero el cine no será «masivo», porque ya no habrá «masas»: sólo una masa de consumidores privados (de lo público, como nos enseña la etimología). Ir al cine volverá a ser (como hace cien años) una experiencia en sí misma: iremos «al cine» (y ya no a ver tal o cual película). Lo único que podemos desear es que la tristeza no degenere en nostalgia.
2. El cine contemporáneo se vuelve primitivo (vuelve a ser un módico espectáculo de feria, o a fascinarse por el mero paso del tiempo), y los espectadores también. Como esos hombres que en su vejez se vuelven niños una vez mas (¿volveremos a emocionarnos con «el tren llegando a la estación» o «el beso», o sólo será que nuestra vida habrá pasado ante nuestros ojos en un instante?), antes de languidecer. Mientras tanto, poco a poco vamos olvidando la gramática, empezamos a balbucear entre las sombras. Nos dejamos llevar, mecer, acunar, por las imágenes, y luego vemos una breve luz muy brillante. Es el fin. O un nuevo comienzo (si es que hay vida después del cine).
3. Lo que no tiene fin en la Historia, mientras los hombres pasan, es la eterna renovación del Mercado: «El film es un arte, pero el cine es una industria». Creer en el diseño industrial (legado de la Bahuaus, no en vano arrasada por el fascismo) fue la utopía del arte en la era de su reproducción masiva. En el cine, unir arte e industria (como lo hizo Hitchcock) es la excepción, no la regla. (Los espectadores de Wall-E nunca verán Juventud en marcha: esa fórmula sólo funciona a la inversa.) La «industria» (que siempre fabrica espectadores para el fetichismo de su mercancía) nunca deja de avanzar sobre el «arte» (condenado siempre a un espacio marginal). ¿No se han convertido, en Buenos Aires y el país, la sala Lugones y el MALBA en el último refugio de la cinefilia frente al avance de las unívocas multisalas? Los shoppings o los museos: ya no hay otra opción. En este escenario, si el cine ha sido el arte forense por excelencia (el perfecto embalsamamiento perseguido por la técnica), no es de extrañar que practique consigo mismo el goce final de la necrofilia: por fin se ha convertido en un verdadero «oficio de difuntos».
4. Para terminar, démosle entonces la palabra a uno de esos ilustres extintos: «La televisión es un mundo en el que, al haber desaparecido poco a poco la alteridad, ya no hay buenos ni malos procedimientos de manipulación de las imágenes. Estas ya no serán nunca «imagen del otro» sino imágenes entre otras en el mercado de las imágenes de marca. Y ese mundo, contra el que ya no me rebelo, que provoca en mí aburrimiento e inquietud, es precisamente el mundo «sin el cine». Es decir, sin el sentimiento de pertenencia a la humanidad a través de un país suplementario llamado cine. Y sé muy bien por qué adopté el cine: para que a cambio me adoptara. Para que me enseñara a tocar incansablemente con la mirada a qué distancia de mí empezaba el otro.» (Serge Daney)
Fotos: 1) Fotograma de Wall E; 2) fotograma de Juventud em marcha.
Nicolás Prividera / Copyleft 2008
Gracias, Nicolás. Un texto muy bello. Pero hubiese sido fácil pasar de la tristeza a la nostalgia (la poética de Nicolás y la lluvia mediante) de no haberme inmunizado gratamente (pero ¿por cuánto tiempo?) el viernes pasado con La mujer sin cabeza. Gracias, Lucrecia.
He leìdo muy interesada las dos entregas «académicas». Y espero que continùen.
-Por momentos no sè si pude identificar bien las ironìas. Así que yo concluyo en que a pesar del deseo, percibo nostalgia.
– No comparto la esperanza (término que no me convence) en la persistencia del gran relato. O al menos pienso que un gran relato – si es que queremos mantenerlo a toda costa- podrìa manifestarse también en entregas fragmentadas o descompuestas. Estas entregas serìan màs dificilmente percibibles como pertenecientes a un todo y sin embargo aportarìan diversamente al fenòmeno artístico que nos interesa tanto en el cine cuanto en otras disciplinas.
-No habrìa un juego de juegos que nos estuviera remitiendo siempre a un momento o lugar privilegiado.
-Hermosa la cita de Daney. Pienso en la inexorable referencia al otro pero tambièn en la dimensiòn que èl nombra: distancia.
Ambos tèrminos : otro y distancia equivalen a diferencia.
-El desenvolvimiemto de la historia nos traerá difuntos siempre diferentes. Se tratarìa de desear que los pròximos fueran los exponentes de esa mercadotecnia opuesta al arte.
Cuando leí «los shoppings o los museos, ya no hay otra opción», me acordé inmediatamente de las películas del Bafici, que se exhiben en las salas del shopping Abasto. ¿Por qué, Martín, esa actitud nostálgica y pesimista, siendo tan joven? El cine (como todo) sufre cambios, y éstos no siempre son negativos. Los adelantos tecnológicos y las sofisticaciones digitales no sólo permiten la artillería de efectos especiales que ya nos cansan, sino que también enriquecen al cine de animación y experimental. Décadas atrás, las obras raras o difíciles podían verse sólo en cine-clubes, ahora internet permite un acceso más directo a ellas. Decir que ciertas películas no son masivas porque no hay colas en los cines para verlas (mientras en el mismo momento muchos las están viendo en computadoras y reproductoras de dvd), es razonar como lo hacen los exhibidores, para quienes sólo es cine lo que se pasa en las salas que ellos administran.
Perdón Nicolás por cambiar tu nombre en mi mensaje anterior.
«Morir no basta, hay que morir a tiempo» (no recuerdo de que librejo existencialista es la cita, me van a echar de la Academia…): Daney murio a tiempo, como Pasolini. Wenders, Coppola y Scorsese lamentablemente no…
Siempre hay una querella entre antiguos y modernos»: lo novedoso es que en el cine (como en todo el arte del siglo XX), los antiguos son los modernos…
Pero eso no significa que el Gran Relato no pueda ser fragmentado, etc.: se puede ser contemporáneo sin dejar de ser moderno (Ahí está Lucrecia para demostrarlo: Yo también le agradezco, mas alla de algunos peros que dejo para otra nota.) Lamentablemente, tenemos cineastas como Lucrecia y festivales como MdP y el BAFICI, pero no un verdadero circuito de salas para ese cine de «arte y ensayo» (ni siquiera en Buenos Aires, que suele tener la oferta cultural de cualquier megaciudad). Lo que termina con «Batman» contra «La mujer sin cabeza», con el obvio resultado…
Pesimista es resignarse a ver el cine de Lucrecia en DVD (ya que es Cine con mayusculas precisamente porque solo es apreciable en ese ámbito). Optimista es creer que todo el mundo puede acceder a la red para bajarse una pelicula. Yo soy idealista: pido lo posible.
Recuerdo una gran frase de Raymond Chandler, «la television es el nirvana del pobre». La television sin dudas es el invento mas fabuloso y absoluto del capitalismo, el apice de aquella otra frase genial de Peter Sloterdijk: «el capitalismo implica el proyecto de trasladar la vida entera, trabajo, deseo y expresión, de los seres humanos a la inmanencia del poder adquisitivo». Y ha transformado la percepcion del tiempo. El cine ya no puede ser masivo, la television absorbe la paciencia y nos vuelve ansiosas maquinas devoradoras del instante que una y otra vez deben ser atraidas por un falso estimulo.
Nicolás:
– Creo que siempre pasó y seguramente pasará, que la mayoría de la gente prefiere los productos espectaculares y ágiles a los más exigentes y reflexivos (no sólo en el cine, también en la literatura, la música, etc.), sin embargo, ojalá todos los films pasatistas tuvieran los valores de producción y dirección que tiene la última «Batman».
– Es cierto que no muchos tienen acceso a la red para «bajarse» una película, pero actualmente es más barato comprar una copia que ir al cine. De hecho, me parece que no hacen falta datos estadísticos para reconocer que hoy la gente con menos poder adquisitivo ve películas de esa forma, mientras que al cine van los de mejor posición económica.
– Coincido que ver ciertas películas en buenas salas de cine es lo mejor, no sólo por la calidad de imagen y sonido, sino por la experiencia compartida y a oscuras, pero no me convence el lamento sensiblero a lo «Cinema Paradiso». Los cambios en los formatos, posibilidades de conseguir películas, lugares de proyección, etc. creo que tienen su lado positivo.
Gracias por tus interesantes reflexiones, y a Roger por el espacio.
«Ojalá todos los films pasatistas tuvieran los valores de producción y dirección que tiene la última ‘Batman’”. Mas alla de que los supuestos valores no me parezcan tan destacables (aunque sea la mejor pelicula de la saga Batman -después del «Batman returns» de Burton), lo que denota tal valoración es que los «films pasatistas» son cada vez mas pasatistas y cada vez menos films. (Basta comparar el clasicismo de «Tiburón» con cualquiera de los engendros que asolan nuestras playas hoy por hoy…)
Todo «tiene su lado positivo». Hasta la muerte. Al menos si uno tiene la esperanza de que después viene algo mejor! (y yo soy ateo, así en la vida como en el cine…) «Lamento sensiblero a lo ‘Cinema Paradiso'»? Lamento si, sensiblero nunca.
Efectivamente, hoy las clases populares no van al cine, que siempre fue el arte popular por excelencia, porque la entrada es prohibitiva. Lo que sería deseable, entonces, es que las entradas bajen de precio. (Solo después de ofrecerles algo mas que «Bailando por un sueño» podemos discutir QUE cine van a ver las clases populares, lo que es otro tema…) Les tengo mas cariño y onfianza que a las señoras bien que van al shopping a ver cine de qualité o a los cinéfilos snobs que han cambiado el exclusivo pre-estreno de cineclub por las bajadas del último exito del cine étnico de moda.
Antes que nada, Nicolás, aclaro que te respondo no para polemizar ni porque esté molesto con tus opiniones, sino para aprovechar la posibilidad que da el blog de intercambiar ideas y comunicarme con vos.
– Coincido que los valores de “Batman, el caballero de la noche” no son tan importantes, pero me parece que evidencia un poco más de respeto por el cine y por los espectadores que otros productos “mainstream”.
– En todas las épocas hubo mejores y peores películas pasatistas, salvo que hablemos del cine de EEUU de los años ’70, por ejemplo, en que hubo mucho cine popular y bueno (de esa época es, precisamente, “Tiburón”, que, de todas maneras, nunca me pareció demasiado honesta).
– No dije “todo tiene su lado positivo”, sino “los cambios en los formatos, posibilidades de conseguir películas, lugares de proyección, etc. creo que tienen su lado positivo”.
– No dije que vos fueras sensiblero, sí creo que “Cinema Paradiso” lo es, y que tu razonamiento puede acercarse a ese sentimiento de mera nostalgia, sin reflexión y sin búsqueda de soluciones.
– Coincido que las entradas deberían bajar su precio y que, mientras nosotros discutimos y muchos se quedan con las ganas de ir al cine, distribuidores, exhibidores y dueños de multisalas recaudan buenos dineros.
– Tampoco a mí me caen simpáticas las señoras de los shoppings ni los cinéfilos snobs, pero así como pienso que los mayores esfuerzos de la dirigencia política, empresarial, etc. deberían siempre estar dirigidos a mejorar el nivel de vida de “las clases populares”, eso no significa que, mientras tanto, éstas tengan siempre razón en lo que hacen, dicen y eligen.