
MEMORIA DE UNA PELÍCULA POR VENIR (2): TRAILER
Por Nicolás Prividera
Bajo el notorio influjo de Henry James (discurridor de elegantes misterios), he imaginado este argumento, que de algún modo me justifica en las tardes inútiles. Faltan pormenores, ajustes: hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún. Hoy, 1 de agosto de 2014, la vislumbro así: un notorio director de cine va espaciando sus películas (como Kubrick u otro famoso misántropo) hasta que al cabo de un largo silencio anuncia un proyecto que coronará su obra, y del que cada cierta cantidad de años va viendo la luz un nuevo trailer. A través de esos fragmentos los críticos y fanáticos adivinan una obra maestra, y ruegan al maestro que la termine de una vez para verla por fin completa.
Más luego, según pasan los lustros, todos se acostumbran a recibir esos destelllos de genio, e incluso algunos empiezan a sospechar que la película es interminable, simplemente porque acaso es imposible ponerle fin, o incluso porque desde el inicio nunca lo tuvo. Con el paso de las décadas el público deja de esperar los adelantos que recibe ya sin asombro, como postales de un pariente lejano alguna vez extrañado y ahora incómodo recuerdo. Casi nadie se extraña o apena cuando finalmente no se tienen más noticias del cineasta: algunos lo dan por muerto, mientras que otros lo imaginan perdido en alguna oscura región en la que suele ir a buscar sus imágenes como un peregrino. La obra parece quedar inconclusa, y es solo entonces cuando alguien descubre que viendo todos los trailers juntos en cierto orden…
Hasta aquí llega mi imaginación (pero no creo que los trailers juntos sean la película esperada, sino apenas otro juego de espejos…). Después de todo, soy más heredero de Lumiere que de Méliès. Y aunque a veces lamento la restricción del mandato documental, luego recuerdo que no hay nada más extraordinario que el mundo y sus infinitas variedades, aunque uno solo lo vea desde su pequeña ventana (“una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo”, como demuestra Kossakovsky en Tishé). Y me contento con filmar, como ahora, la odisea de un hombre encerrado en su casa y en su memoria desfalleciente. No puedo dejar de pensar que tal vez ese proyecto, aparentemente opuesto, es apenas la contracara del otro, como los teólogos de Borges (como dos versiones de Funes, el memorioso).
Nicolás Prividera / Copyleft 2014
Borges dejó de ser el Norte de las jóvenes generaciones de escritores y vuelve en el cine (y no solamente, como bien se verá aquí) de varios directores del NCA: Desde Llinás, pasando por “Opus” de Mariano Donoso a este texto de NP, y así siguiendo, como diría el viejo Viñas.
Las primeras y últimas líneas de esta “memoria” son borgeanas hasta el deliberado y borgeano plagio, pero también lo son en prosodia e idiosincrasia, siendo tan caro a Borges tomar una premisa jamesiana como lo hace NP.
Bienvenida esa mixtura entre cine y literatura, más si se la fricciona con la “pornomiseria” del rastreador de la primera memoria de esta película por venir, posteada hace unos días.
Apropósito de esto último, aprovecho para recomendar a otro “rastreador de pornomiseria”, un librero amigo que sabe que hay más pornografía en las veredas de toda gran urbe que en la red. Disculpen, che, me agarró un ataque de progresismo como a Jorge H en el post sobre “El reconocimiento”:
https://libroskalish.wordpress.com/page/2/
Retomando, entre otros, todo el cine de Piñeiro, buena parte del cine de Fontán, el último Lisandro Alonso, las venideras trasposiciones de Martel y Caetano, desmienten a Diego Trerotola, quien ayer nomás decía que nos encontramos ante un “cine mayoritariamente desliteraturizado de esta generación”.
Todo depende del cristal con que se mira, Sassi. Creo que Trerotola se equivoca si se piensa la «literaturización» en términos de mera adaptación (hay, si, poquísimas adaptaciones en el NCA, aunque curiosamente tengamos tres de Di Benedetto). No así si pensamos la relación del NCA con lo que con menos éxito se dió en llamar NNA (nueva narrativa argentina), con quiien comparte al menos cierto minimalismo (con común origen en Rejtman). Pero hay una cuestión más: pensar en un «cine desliteraturizado» puede ser visto como negativo o positivo si se lo lee literalmente, aunque habría que ponerse a pensar en que significa esa expresión, y si no hay por el contrario -como respuesta a ese minimalismo inicial- un cierto exceso de literaturidad, por ejemplo en el cine del amigo Llinás.
En ese sentido, es momento de decir. si no lo adivinó el lector, que este texto fue inspirado por el reciente trailer de «La flor». Y es una lectura divergente de Borges (así como es divergente nuestra mirada sobre «El cineasta argentino y la tradición»): yo prefiero al Borges sustractivo y materialista más que el de los interminables juegos barrocos y metafísicos. Es decir, el de «Funes el memorioso» más que el de «La memoria de Shakespeare» (que no dejan de ser dos versiones del mismo cuento). Pero no busco una mixtura entre cine y literatura, sino más bien un choque markeriano entre memorias diversas. No se si la película (que aun tengo más en mente que otra cosa) logrará articular un poco todo esto, pero estas migas dejadas en el camino son, más que un diario, parte del experimento.