LA FALACIA SOBRE EL ELITISMO DE LOS FESTIVALES
Nada más conservador que adjudicarle a un festival de cine el adjetivo de elitista. Detrás de esa sospecha reside un perezoso espectador (o crítico) que ha aceptado la distribución del mercado como el principal proveedor de su relación con el cine. Estima que los festivales de cine eligen películas difíciles destinadas a la fruición del letrado y la consumición del diletante, o que privilegian a todos aquellos que pertenecen a una comunidad de elegidos que pretenden obtener placeres intelectuales de películas enrevesadas. Allí van los elegidos, los que desestiman las presuntas películas populares que se proyectan en los cines comerciales y se pavonean por cultivar excentricidades.
En principio, y como sucede en Ficunam, los festivales de cine tiene una política de precios que poco tiene de elitista. Los precios de las entradas son siempre muchísimo menores a los que suelen pagarse en una sala comercial. En segunda instancia, cada festival tiene una misión didáctica, y cuanto más asume ese incómodo designio democratiza todavía más la posible experiencia que cualquier espectador pueda hacer con el cine. El catálogo, la presentación de un film y el diálogo que se establece entre un director con el público permiten que el característico de las salas comerciales, donde fundamentalmente se exhiben títulos estadounidenses, pueda acceder a un material diferente pero no imposible de comprender y disfrutar. Es cierto: el material quizás pueda poner en tela de juicio el gusto y los hábitos de un espectador cualquiera, pero esa es la condición para que ese espectador expanda su experiencia.
Sucede que un buen festival de cine es aquel que trabaja conscientemente sobre una programación que cuestiona las reglas del gusto y desacomoda amablemente las formas de recepción. Esto no lo convierte en elitista, sino en rupturista. ¿Por qué un relato debe seguir una linealidad dramática que alcanza en el final su justificación? ¿Por qué el cine debe acatar la excluyente función de ilustrar historias? Cada vez que se propone una programación, se está afirmando a la vez una idea de cine y una política de las imágenes. No hay nada más político en la actualidad que pensar una imagen, pues la proliferación de imágenes en todos los órdenes de la experiencia humana tiende a que la imagen sustituya el pensamiento.
El elitismo mayor consiste en clausurar el acceso a otras imágenes y a otros sistemas de representación. Las películas difíciles pueden ser para cualquiera, en la medida en que un hombre o una mujer se predisponga y desee aprender. Por otro lado, El otro día, El ladrillo y el espejo, Una pasión discreta o Hermanos de la noche, por citar cuatro películas de esta edición, pueden ser vistas por todos aquellos que reían con Chaplin y se sentían interpelados por las peripecias que vivía aquel personaje universal de bastón y sombrero.
* Lisbon Story (encabezado); 1) El otro día
Roger Koza / Copyleft 2017
Muy bueno! Estoy muy de acuerdo en el plano político aunque no diría que «la imagen sustituye el pensamiento». El pensamiento está estructurado a partir de imágenes!
Estimado Pablo:
El término «pensamiento» es un poco equívoco. Mi perspectiva es enteramente naturalista: no creo que exista un pensador que tiene pensamientos, en un sentido fuerte. Respecto al funcionamiento del cerebro y su relación con las imágenes (del pensamiento) la cosa tampoco es tan sencilla. De todos modos, lo que quiero expresar con la idea citada por usted es que las imágenes tienden a sucederse y que la operación a la que llamamos pensar consittuye una forma de funcionamiento analítico que detiene ese flujo. El pensamiento es antes que nada lenguaje, y lo que sucede con la palabra escrita es enteramente distinto a lo que suscita cualquier imagen. Saludos. R
Absolutamente de acuerdo.
Me gustaría hacer una reflexión acerca de los festivales nacionales; probablemente sea para otro ensayo o columna del sitio, pero aprovecho porque aquí se habla de festivales de cine. Y el comentario no está exento de preocupación ya que en los últimos años creo ver una gran homogeneización de las propuestas. Si uno analiza los films en competencia fundamentalmente (y excluyo aquí a Mar del Plata y Bafici), verá que hay muchos que se repiten. ésto, en si mismo podría hablar de que hay un puñado de películas que son tan buenas que todos los festivales las quieren y programan. pero también podría estar diciendo otras cosas:
-que los programadores (o parte de ellos) se dejan llevar por modas o tendencias
-que muchos de estos festivales nacionales no tienen una identidad específica
-que no hay una política de festivales que proponga la diversidad
Seguramente habrá otras causas y motivos. Creo que algo de las tres razones expuestas se puede ver en nuestra realidad festivalera nacional. Otra, que asoma desde hace unos meses, es la restricción y el achicamiento de la oferta festivalera de cine. Se que varios eventos (algunos con una amplia historia detrás) han tenido que achicar sus aspiraciones por cuestiones presupuestarias y otros directamente han desaparecido.
De todas formas, creo que sería interesante debatir y estudiar un poco el tema, sobretodo pensando en el necesario desarrollo de una política de festivales nacionales que perdure y que promueva las razones que expresás en esta nota.
Agrego otras inquietudes: la opacidad de los criterios y procedimientos de programación, el tráfico de influencias siempre presente en estos eventos, que parecen un calco de los procesos burocráticos de selección de recursos humanos estatales. Me parece que estas cuestiones forman parte del aparente hermetismo de los festivales, que a veces se confunde con elitismo.
Excelente reflexión, Roger. Totalmente de acuerdo con vos.
También pienso que el término «elitista» muchas veces es acuñado por aquellos realizadores que no pueden mostrar su trabajo en estos festivales debido a que son rechazados.
Me sumo a lo que dice Mariano Benito en su comentario, es sorprendente como a pesar de la cantidad de festivales que hay en Argentina, uno ve que son las mismas películas que se repiten en la mayoría de estos. Incluso en el terreno de los cortometrajes, donde se podría esperar que haya una mayor oferta y diversidad, vemos que son un grupo reducido de cortos que se repiten en casi todos los festivales del país.