FICIC 2018 (01): EL INICIO Y EL FIN Y OTRAS CUESTIONES

FICIC 2018 (01): EL INICIO Y EL FIN Y OTRAS CUESTIONES

por - Festivales
01 May, 2018 11:41 | comentarios
Primera entrega de la programación del FICIC 2018.

En un libro escrito en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, su autor dice: “Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Se podría agregar un adjetivo como “cinematográfico” al lado del sustantivo “lenguaje” y la definición de Wittgenstein sería perfecta para orientar el objetivo de un festival de cine: poner a consideración distintas películas que puedan transgredir el límite de un mundo.

En Cosquín se organiza otro festival, el cual tiene la misión de cobijar los sonidos de la tierra en la que vivimos. En el folclore se repasa una tradición (artística) que ha nacido entre nosotros y se afirma una característica de ese misterioso fenómeno permanente que llamamos identidad.

Ambos festivales se necesitan, pues la relación entre lo conocido y lo desconocido, lo cercano y lo lejano, constituye el acicate para que cualquiera de nosotros pueda ampliar sus horizontes y pensar lo propio en tensión creativa con lo ajeno. El cine no es otra cosa que un noble estímulo para que lleguemos a ser algo más de lo que somos; una desconocida forma de vida se enciende frente a los ojos, y entonces el mundo puede ser otro.

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Película de apertura

Malambo, el hombre bueno, Santiago Loza, Argentina, 2018

La película más accesible y no por eso menos sofisticada de Loza se ciñe a contar la historia de un bailarín de malambo que debe enfrentar un impedimento físico relacionado con su columna y a su vez los fantasmas –otros talentosos bailarines– que pueden poner en riesgo el éxito de su carrera. La preparación para una competencia en Cosquín es lo que pone en marcha el verdadero tema del film: un escrutinio sobre el carácter y la voluntad, y también sobre el aprendizaje propio y el de otros, en el contexto de una tradición casi desconocida y poco filmada.

Película de clausura

Instrucciones para flotar a un muerto, Nadir Medina, Argentina, 2018

La temprana muerte de Martín precipita en quienes lo sobreviven una revisión de las prioridades, en especial en Jesi y Pablo, amigos de la adolescencia. La película no es otra cosa que el retrato de un duelo, y el modo elegido para escenificarlo es doble: apostando en algunos segmentos a una intensificación sensorial que desdibuja la presunta normalidad de la cotidianidad y a la cita de textos del gran Andrés Caicedo (lo que aquí tiene un peso simbólico específico) y Susana Villalba. Medina vuelve a elegir el espacio de la intimidad, pero en esta oportunidad la edad elegida es la de la primera madurez. 

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Las retrospectivas

El cine de Ana Poliak. La política en la intimidad

Han pasado más de dos décadas desde el estreno en 1995 de ¡Que vivan los crotos!, una película misteriosa e intempestiva en el contexto del cine argentino de fin de siglo. En aquel film ya se revelaba una peculiar sensibilidad para todo aquello que es expulsado del orden social. El linyera del film inicial, los personajes de la magnífica La fe del volcán y los hombres que siempre permanecen en fuera de campo en el bowling de la notable Parapalos son las criaturas del sensible universo de Poliak, una cineasta que como pocas ha sabido combinar en su cine la prepotencia de la Historia y la endeble intimidad, vulnerable frente a todo.

Entre tantos momentos inolvidables en el cine de Poliak está aquel que apenas dura unos segundos y que compendia una poética. El joven que llegó del interior y empezó a trabajar en el bowling sueña que se escapa. La subjetiva es tan visceral como fugaz, pero el carácter de urgencia de ese plano es reconocible por cualquier hombre o mujer que haya sentido el apremio de la supervivencia. En esos segundos se siente toda una obra.

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El cine de Martín Farina. El retratista.

La inquietud por los otros, esto define el ascendente y veloz cine de Martín Farina, cuyo primer film es del 2015 y cuya filmografía ya cuenta con 6 largometrajes y un corto.

El retrato define el cine de Farina. Puede ser un equipo de fútbol, un fabricante de ladrillos, un hombre que ha sido filmado durante toda su vida, un cineasta consagrado realizando un film que evoca el cine soviético en sus inicios y la vida íntima y pública de una filósofa; la curiosidad del cineasta no se agota, tampoco su método, sostenido en el respeto y la distancia. Taekwondo, título codirigido con Marcos Berger, resulta una ligera excepción, como su cortometraje El liberado; estas películas van por otro camino, en principio, el de la ficción más pura.

El retrato es una cualidad específica del cine de Farina, también su predilección por las vidas singulares que no están del todo asimiladas al sistema, como sucede cuando Farina registra a Raúl Perrone trabajando y a Esther Díaz operándose el rostro, dando una conferencia en la que responde sobre Nietzsche y teniendo sexo con un hombre muchísimo más joven. Ocurre que ese interés por la anomalía duplica el propio lugar de Farina como cineasta, que tampoco es asimilable a ninguna escuela. Farina es un independiente.

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Cine en 35mm

Amorina, Hugo del Carril, Argentina, 1961

La décima película de Hugo del Carril es un melodrama que en sus últimos 10 minutos alcanza una intensidad magnífica debido al gran ingenio formal con el que se resuelve el pasaje de un estado de conciencia a otro (el contrapunto entre una hélice de un avión y un personaje es una genialidad). Tras 26 años de casados, a Amorina, madre de dos hijos mayores, se le informa que su marido tiene una amante. Lo que sucede después de esa revelación no es otra cosa que el hundimiento psíquico del personaje interpretado por Tita Merello, quien resplandece dramáticamente a medida que Amorina va cayendo en un abismo

No habras nunca esa puerta, Carlos Hugo Christensen, Argentina, 1952

La vigésimo séptima película de Christensen es pura evidencia de que a esta altura el director entiende todo lo que requiere su oficio: el tiempo del relato, la precisión del registro, la relación de la luz y la oscuridad son perfectos (y los señalamientos podrían seguir). Dos cuentos de Cornell Woolrich explican la razón de que el film esté dividido en dos partes, unidas solamente por la confrontación con lo moral. La venganza de un hombre frente al destino fatal de su hermana endeudada y el reencuentro doloroso de una mujer ciega con su hijo, que vive del robo, constituyen los ejes narrativos, cuentos morales apoyados en un clasicismo narrativo ya extinto en nuestro cine.

Pajarito Gómez, Rodolfo Kuhn, Argentina, 1965

A un joven del interior y de origen humilde lo convierten en una estrella de la música pop. Eso implica reescribir su biografía, orientarlo artísticamente, diseñar su porvenir, promocionar sus presuntas virtudes e incluso inventarle un matrimonio. Aquí, Kuhn presintió todas las consecuencias de la cultura del espectáculo como organizador del orden simbólico y dejó asentado en esta comedia cáustica el complejo entramado con el que se gestiona una forma de subjetividad concebida como apariencia y mercancía. Los movimientos de cámara y encuadres en los interiores y las decisiones de registro de la ciudad de Buenos Aires denotan una absoluta modernidad cinematográfica, cuya apoteosis resplandece en la última escena, probablemente uno de los mejores finales de la historia del cine argentino.

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Nuestros autores

Expiación, Raúl Perrone, Argentina, 2018

Un nuevo giro en el cine de Perrone. Después del realismo poético inicial de sus primeros años, seguido por el expresionismo digital que empezó a partir de P3nd3jo5, con Cínicos primero y ahora Expiación, el sextuagenario cineasta de Ituzaingó inaugura otro período en su cine, uno que podría esbozarse como un decadentismo poético y político. Como en la película precedente, los cuatro personajes de Expiación viven en un mundo sombrío y mustio; el único contraste respecto de ese apocalipsis terrenal reside en la poesía y en el color de las flores. El contexto es el de la última dictadura cívico-militar en Argentina, y Perrone evita todos los lugares comunes del “género” sin dejar de ser riguroso en la forma de invocar a los desaparecidos y también el desprecio castrense por los libros. 

La trilogía del lago helado, Gustavo Fontán, Argentina, 2017

Lluvias, El estanque y Sol en un patio vacío son las tres películas, muy distintas entre sí, que tienen en común un punto de inspiración en la experiencia del sonambulismo de la escritora Gloria Peirano, plasmada en un libro Manual para sonámbulos. No se trata de una ilustración directa, más allá de que algunos pasajes de ese libro son leídos en dos de los films. Fontán intensifica aquí la voluntad perceptiva de su cine e intenta reunir fenómenos de la cotidianidad que se desmarcan de la conciencia ordinaria y la presunta normalidad que se les otorga. La vida de los vecinos, las construcciones y las demoliciones, las memorias personales, un viaje en auto, un sueño, un paseo en el bosque se transforman en una experiencia estética radical, gracias al laborioso concepto sonoro y visual que rige la poética del film, en donde lo real se muestra en su absoluta ambigüedad y el mundo en su conjunto se revela como una gran rasgadura sin explicaciones.

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Cine cordobés

Casa propia, Rosendo Ruiz, Argentina, 2018

Ruiz sabe muy bien cómo filmar la ciudad de Córdoba, y es fiel a su estilo para registrar la interacción de los personajes. Pero a diferencia de su filmografía precedente, signada por personajes vitales y situaciones lúdicas y aventureras, en Casa propia el protagonista es un pusilánime bastante egoísta que sigue viviendo con su madre, no se compromete amorosamente con nadie y no emprende una vida propia. Como el título promete, algo habrá de suceder en el derrotero de este inusual profesor de literatura; ahí radica el suspenso. 

Los árboles, Mariano Luque, Argentina, 2017

El realizador se detiene a filmar lo imposible: alguien que ya no existe. El ausente en cuestión es su abuelo, un hombre que murió a los 90 años, tuvo 17 hijos (el más viejo de 70 y la más joven de 14) y poseía un campo cercano al cerro Pan de Azúcar en Cosquín, donde cuidaba la diversidad de las especies y protegía un bosque al que llamó “El silencio”. Como los fantasmas no existen, Luque no tiene otra opción que trabajar sobre los vestigios que dejó Macias: un ecosistema vinculado a él y una cantidad de descendientes que Luque conoció tardíamente. 

*Fotogramas: 1) Malambo, el hombre bueno (encabezado); 2) Expiación; 3) Instrucciones para flotar un muerto; 4) Parapalos; 5) Mujer nómade; 6) Amorina; 7) Expiación; 8) Casa propia.

Roger Koza / Copyleft 2018