CÓRDOBA SIN PLANOS
por Roger Alan Koza
La imprecisión, hija de la generalidad, no ayuda a pensar a fondo. A menudo, generalizar transparenta los prejuicios de quien emite sus juicios, declaraciones que pretenden dilucidar un fenómeno X. ¿Qué puedo decir, entonces, sobre el cine en Córdoba sin pactar con esa operación casi obligada a la divagación pretenciosa?
Mi única experiencia concreta con el cine que se realiza en nuestra provincia ha sido mi participación como jurado en Caravana de cortos (2005) y Cortópolis (2006), proyecto este último que considero el evento más importante, en materia cinematográfica, de la provincia.
Los cortometrajes cordobeses que he visto siempre me han dado la misma sospecha: ¿qué cine verán sus realizadores? ¿Qué entienden por cine? ¿Piensan todavía sobre la dignidad de un plano? Creo que no, aunque hay excepciones.
Un cineasta que no piensa sobre la forma del cine es un sujeto que usa una cámara, concepción pragmática y reduccionista bajo la égida del buen relato. En efecto, hay un imperativo narrativo que domina el imaginario de los realizadores, como si el cine fuera gente que habla y se vincula entre sí en función de sostener una historia. No se trata de desestimar la narración cinematográfica pero sí de problematizar un paradigma hegemónico. Además, quienes eligen contar historias con sus películas deben confrontarse con un escollo: ¿cómo vincular sus historias con la Historia? En otras palabras, muchos cortometrajes que he visto parecen transcurrir en el limbo, en un lugar sin historia, sin política, sin lucha de clases. Y con esto no quiero decir que tienen que hablar de los derechos humanos, la dictadura, o lo que fuera. Digo: nuestros modos de experimentar la intimidad, el cuerpo, las pasiones, el dolor, la solidaridad están atravesados por un sedimento histórico y social. ¿Cómo mostrar esas fuerzas sociales en los gestos, las palabras, los lazos afectivos? Un cineasta no puede desentenderse, a mi juicio, del mundo que lo rodea, y si quiere filmarlo debe sobrepasar el sentido común, el más común de los sentidos y el más peligroso a la hora de pensar y crear.
Finalmente, está el problema de los recursos. No es menor. Sin embargo, un cineasta como Pedro Costa ha hecho la película más importante del siglo XXI, Juventud en marcha, con una cámara que muchos estudiantes pueden llegar a adquirir o alquilar. El tema es que Costa sí piensa los planos, dialoga con la tradición y no se deja tentar por la liviandad de las cámaras de mano que obligan a la movilidad: filma planos fijos, porque así lo requiere su concepción de puesta en escena. Córdoba necesita de planos. Entonces podremos hablar de cine.
Foto: fotograma de El hombre de la cámara.
Este texto fue publicado por la revista Nuestra Música, Córdoba, septiembre 2008.
COPYLEFT 2008 / ROGER ALAN KOZA
Hola Roger, te saluda Marcos. Las excusas del caso son que no he podido asistir al curso «El ojo soberano» por millones de actividades en La Falda y Córdoba capital, sumado a que no tengo vehículo y viajar está cada vez más caro (además de dos viajes que hice a la provincia de Buenos Aires).
Me interesa mucho lo que decís sobre Cortópolis a raíz de mi experiencia personal. Le he pedido a Betty Font que te invitara para la exhibición de TRIVIUM, un programa con tres videos dirigidos por mí que presentamos el sábado último en el Cinema Paradiso de lf, con un éxito considerable en cuanto a número de espectadores, 200 personas. Confieso que, como te considero el intelectual más lúcido y preciso que conozco, sentí una profunda aprehensión y vergüenza de que vieras lo que hicimos, algo no independiente, sino ultraindependiente, autogestionado, con recursos técnicos y humanos mínimos y fundamentalmente buena onda en un rodaje en que nadie cobró un mango. Mirá, tan así es que incluso renegué yo solo, aunque con la buena voluntad y confianza de mis amig@s (que están tanto o más locos como yo para darme bola en mis cortos), de las convenciones formales y conceptuales que estudié en La Metro y abandoné por terrible hartazgo y entendimiento de una naturaleza terriblemente mercantilista, facilista y conformista (y seguro algún otros «ista») del cine que enseñan a un alumnado en su gran mayoría bastante pudiente, con las implicancias que esto acarrea. Volviendo a la vergüenza, de todos modos era para mí muy necesario que me dieras tu opinión sobre lo que hicimos, por eso le pedía Betty que te invitara. Bueno, para ejemplificarte lo que quiero dejar en claro en relación a lo que te preguntás en este post, te comento que hace poco fui a ver «La mujer sin cabeza» en Cba. y me encontré con dos estudiantes de la metro y uno de la nacional, y comenzamos a hablar. Ilustra perfectamente lo que siempre pienso de la escuelas de cine, que son «los lugares donde menos cine se ve», el hecho de que ninguno de los tres (dos pibas de segundo año y el pibe de tercero) no habían visto nada de, por caso, Kiarostami, como decir… qué se yo, Haneke, Solondz, Sokurov… no sé, incluso el mismo Alonso que, entiendo, son mucho más accesible en términos materiales que un «WR misterios del organismo», je je (y más en la ciudad, si tomamos en cuenta que yo vi «El viento nos llevará» cuando la pasaste hace varios años en Tante Ida en la falda y tenía 15 o 16 años). Bueno, de más está decir que cuando uno menciona las maravillas que se ven en «El ojo…» o en los cineclubes como Tarkovski, Costa, Zhangke o Guerín me miran diciendo «¿…cómo, pasame el nombre de la peli, o del director a ver si la consigo…? Lo más lindo fue que me preguntaron «entonces, qué peli no te gusta?» y empecé a hablar de forrest gump que fue la primera que me salió como paradigma de la manipulación obscena que interpreto en sus múltiples frentes y me dicen «eh, pero técnicamente es impecable, bla bla bla» -«¿y la forma, y el contenido, los conceptos…? -«es que vos debés ser de izquierda», bromeaban entendiendo que mi ataque a lo que consideramos por este tipo de hollywood es un ataque al cine mismo, a la generación que idolatra a burton, tarantino o spielberg, porque los mismos profes usan esas películas para sostener una cátedra. «menos mal que dejé de ir a la metro», pensé y a la vez sentí como lástima. Igual terminamos intercambiando mails e intentando empezar una amistad («ustedes van a tener más trabajo que yo en el campo del cine actual», les decía…).
En fin, con respecto a los cortos, en especial los que se hacen por estos lares, es absolutamente correcto lo que decís, SIN GENERALIZAR pero asumiendo que la práctica se dicta verticalmente así, que la cuestión narrativa prima por encima de lo demás, así se concibe desde el primer día de la materia Guión I, narración!!!!; me acuerdo que esto lo argumentó muy bien Hans Lucas cuando vimos «luz silenciosa». A más de un pibe/a estudiante realizador/a les plantée como quien no quiere la cosa: mirá, está bárbara tu idea pero no te parece que mejor que hacerlo en un corto es escribirlo como cuento o novela. ¡Cuak! De hecho, el propio Cucurto se haría un festín con la originalidad narrativa de las cosas que la mayoría de los estudiantes de cine que conozco sacan de la mollera. «O bueno, de úuuuuultima metete en publicidad, dale, prostituite, que ahí se llaman creativos los que te cierran una historia como vos». Así pensaba y me angustiaba por mi falta de cine cortópolis en originalidad y técnica hasta que descubrí ese otro cine. Un amigo y ex compañero de la facu trabaja en la productora Prisma, que hizo una serie de cortos para tarjeta naranja, de la cual yo vi el último con Favio Posca y China Zorrilla y pensé: «qué triste hacer esto», bueno triste para mí, al menos, que cuando se me ocurre algo medianamente original digo «a ver si escribo un cuentito con esto, ¿vale la pena filmarlo?», pero este corto naranja que vieron 80 mil personas… no sé… El sábado pasamos GRATIS tres videos (dos cortos y un medio) escritos, dirigidos, producidos, editados y publicitados por mí, con la ayuda de mi pandilla, en que experimento humildemente en formas y conceptos, y los comentarios eran: «qué lindo, marcos, qué buen trabajo técnico, qué bien los actores, qué lindas imágenes, qué profundo, esto no es para una persona como yo, ahora hay que poner la cabeza fría y pensar, me sorprendí con el final, me dejó helado, me dormí porque era muy aburrido (como fernando en la de costa), las escenas no tenían conexión, etc…» y las discusiones sobre las temáticas específicas que eran en definitiva mi objetivo para que la gente se fuera del cine y PENSARA LO QUE HABÍA VISTO. Pero bueno, a la mayoría les gustó el segundo, el más «clásicamente narrativo» que medianamente cuenta una historia, pero muy pocos me dijeron que les habían gustado el primero y el tercero, que creo que la cuentan radicalmente, si se me permite, pero no es que no la cuentan como muchos me dijeron, no es que los planos son largos, porque sí, no es que no hay diálogos porque sí, no es que no pasa nada, no es que hay muy pocos planos (¿en función de qué?, pregunto»), sino que por ahí no estamos acostumbrados a esto; muchos me dicen, pero «el corto que mostraste la otra vez tenía más historia, cerraba mejor, podía seguirlo, tenía un mensaje…» Ahí está la cuestión de CONTAR UNA HISTORIA, de SUBRAYAR LO NARRATIVO, pero en la escuela de cine es como que eso se da por sentado, aunque en ningún lado te dicen «¿Y SI PROBÁS NO CONTANDO UNA HISTORIA EN TRES ACTOS O TOMÁNDOTE ALGUNAS LIBERTADES…?» Tan soso que estudiamos ¡un texto de Michel Chion sobre guión! y en la puta vida un apunte de Bazin.
Bah, por ahí estoy un poco agrandado y es la felicidad de haber visto mis trabajos en pantalla grande (aunque la gente se quedase con los ojos abiertos como una lechuza pensando si había que aplaudir, abuchear, llorar, esperar o qué sé yo…) incluso por ahí paso por pedante o prepotente y me pongo como en la posición de decir esto que te digo, que sé que interpretás por lo menos, pero a lo mejor en realidad mis trabajos son una porquería. Corresponde pedirte perdón si estoy escribiendo demasiado sanguíneo y visceral, hasta agresivo, vengo arrastrando emboles con todo esto y por ahí se me va la mano hasta cuando escribo, ja ja, pero entendeme porque si corrijo no es lo que me sale con la calentura bien entendida del momento. Como desde hace más de seis meses vengo trabajando en los videos casi todos los días, quiero distanciarme un poco para ser más crítico, puesto que además, el diálogo que puedo mantener sobre estas cuestiones más intelectuales (como me catalogo yo mismo a la luz de los calificativos de mis coetáneos) lo pude mantener sólo con Betty Font y con Augusto, mi amigo de la secundaria con quien íbamos a taladrarnos el cerebro a los 16 con Koreeda, Cantet, Kiarostami, Tsai, Van Sant o las trillizas de bellville, mientras nuestra generación ha estado leyendo en el pseudocastellano de los fotologs, los chats y los sms el equivalente en páginas a la Enciclopedia Británica. En fin, perdón si me salta el leche hervida que tengo por esta época.
Como conclusión, profe Roger, te voy a enviar una copia de TRIVIUM con Betty o Vivi Ulloa que te ven más seguido que yo porque tu opinión me interesa muchísimo, es más, diría que a la luz de lo que vengo cosechando me interesa más que ninguna, valorando el producto como lo que es pero con la clara intención de que deseo mejorar para eventualmente ir a pedir algunos mangos y hacer un largo en un futuro, o al menos ir entendiendo en esta posmodernidad de mierda que me tiene saltando de una carrera a otra cómo ejercer la crítica honesta, sensible, precisa y fundamentalmente constructiva, como aprendo con cada texto tuyo, de Prividera o de Rosenbaum. Y sé que vas a decir la verdad con la honestidad que te caracteriza y si es una bazofia lo agradeceré tanto como el bajón que me ahorraré el día que, eventualmente tenga los recursos para hacer algo más allá de lo que se termine enseñando en una escuela-negocio de cine o se pase en un festival de cortos naranjas y en ese caso entonces (dios me libre) me carcoman los sesos y el corazón por traicionar el camino que pretendo seguir en lo que entiendo es el cine, aunque lo que haga lo vean cinco personas. Desde ya con la inexperiencia y errores de mis 22 años y una tecnicatura trunca y la humildad de pedirte perdón por importunarte, te pido que en cuanto tengas tiempo veas trivium y me digas qué pensás. No importa si de acá a un año, ya te has tomado demasiado tiempo en leer este comentario.
Estoy muy verborrágico me dijo una amiga. Tiene razón. Un abrazo y gracias de antemano.
Marcos, te respondo personalmente y un poco indirectamente cuando escriba sobre Cortópolis. Tengo muchas ganas de ver los tres cortos. Y espero que Betty y/o Viviana me los alcance. Lógicamente, no estuve presente porque estaba de jurado viendo cortos. Y tu mail, precisamente, explicita el problema que se puede ver en Cortopolis, no por el festival, sino por una generación que confunde cine con publicidad, entre otras cosas. Aunque debo decirte que el film ganador, Ana, de una cordobesa, Gabriela Trettet, es una excepción decorosa. Quedé sorprendido por su película, y hay en ella una cineasta. RK