MES FICUNAM 2013 (02): VIDAS RURALES

MES FICUNAM 2013 (02): VIDAS RURALES

por - Críticas, Festivales
08 Feb, 2013 08:21 | Sin comentarios

Por Roger Koza

Mai-MorireMai Morire, de Enrique Rivero, México, 2012

El gran Manny Farber decía que en el cine el espacio es la categoría dramática por excelencia. Lo dividía en tres: el campo de la pantalla, el espacio psicológico de los actores y el área de experiencia y de geografía que abarca un film. En el cine de Rivero el espacio es un protagonista omnipresente.

Antes fue una mansión, ahora una zona rural de Xochimilco, pero tanto en Parque Vía como en Mai morire la relación entre registro y perímetros es fascinante. El plano secuencia inicial arriba de un bote, un travelling hacia adelante en dirección a dos personajes que miran un amanecer y el travelling lateral con el que casi termina el film son estupendos. La experiencia evidente es la muerte de una anciana, y la bellísima geografía de Xochimilco es una presencia. El espacio psicológico, en cambio, es del orden de lo hermético, una elección consciente del director, renuente al diálogo y más atento al lenguaje del cuerpo y los gestos silenciosos.

Chayo regresa a su casa natal a cuidar a su madre moribunda de casi 100 años. Sus hijos y su marido viven allí, mientras ella trabaja como doméstica en el DF. Los vínculos y su situación laboral, sentimental y familiar se sugieren, y revelar lo menos posible es parte de la estrategia narrativa. En tres momentos distintos se verán tres sueños de Chayo; son pasajes relevantes porque hay más información que en las instancias diurnas, aunque la película puede ser vista como una gran escena onírica.

“Nadie pude escapar a su destino”, dirá Chayo a sus hijos tras contarles una vieja leyenda. Desde unas hormigas aplastadas por la lluvia hasta la capitulación de una vida humana, Mai morire enuncia una metafísica determinista presuntamente arraigada en tradiciones pretéritas donde morir es solamente un cambio de naturaleza.

Extraña figura trascendental la elegida por Rivero, un cineasta muy cerca de la física de sus entidades vivientes, incluso en su modo de aprensión del tiempo en sí y su duración en un plano. Estilo y creencia, o simple dialéctica tocada por la gracia.

imagesPenumbra, de Eduardo Villanueva, México, 2013

Eduardo Villanueva es un formalista y por eso sus películas tienen los signos de un director obsesivo. El plano circular que abre Penumbra, título extradiegético, pues anticipa una modalidad de registro y no la clave en el desarrollo de un relato, indica una experiencia del tiempo, característica de sus protagonistas. Las vidas de Adedelmo Jiménez y Carlota Rodríguez tienden a la repetición y a la circularidad.

En la vida rural los actos cotidianos no están interceptados por otros estímulos que implican expectativas distintas a las que ordenan la cotidianidad. La máxima preocupación para un cazador como Adedelmo no consiste en un evento especial signado por una fecha sino en encontrar cuanto antes su presa. “El ansia deja huellas siempre”, dice en algún pasaje mientras descansa en plena cacería, y es de esa naturaleza el tiempo en cuestión. El calendario no cumple función alguna en este paradigma, excepto cuando marca un recuerdo especial. Para estos dos ancianos solitarios, que viven en algún paraje perdido entre Colima y Jalisco, el gran tema de sus vidas pasa por la muerte de Emiliano, su único hijo.

Después de su debut con Viaje a Tulum, donde Villanueva toma un riesgo mayor al adoptar un punto de vista que coincide en todo el metraje con una subjetiva de su personaje principal (que nunca vemos), una película saturada de referencias filosóficas, Penumbra es una suerte de inversión dialéctica: las panorámicas del bosque y las montañas refuerzan el universo mudo de la naturaleza, de lo que no se predica una mirada despectiva sobre la vida espiritual campesina. Adedelmo tiene sueños extraños y practica rituales misteriosos, más allá de la religión que él y su mujer profesan. El cristianismo es una presencia oblicua, y Villanueva sabe cómo sacar provecho de esto sin subrayar más de la cuenta.

Es un film para escuchar y mirar con atención. “La soledad del campo” se materializa plano tras plano. Lo que para muchos es paradisíaco, para otros es la pura nada, un boceto hermoso de lo inerte.

Ambas películas se exhiben en la sección Ahora México, Ficunam 2013

Los textos pertenecen al catálogo de Ficunam 2013

Roger Koza / Copyleft 2013