30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (27): BALANCE: LA SEMANA DE LA CINEFILIA DESOXIDADA

30 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2015 (27): BALANCE: LA SEMANA DE LA CINEFILIA DESOXIDADA

por - Festivales
30 Nov, 2015 05:18 | comentarios

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Por Marcela Gamberini

¿Para qué sirven los balances de los Festivales? ¿Para que cada crítico o comentarista pueda expresar aquello que le gustó o no, que en definitiva no es lo más relevante? Creo que un festival de cine debería servir para establecer algunos parámetros sobre qué debe o puede ser un festival. Aquello que más nos interesó debería formar parte de un orden que develara el interés de una época, de un contexto, de una contemporaneidad. En general, salvo las retrospectivas y algunas secciones – más que necesarias e ineludibles- el Festival de Mar del Plata mostró cierto estado del cine de diferentes nacionalidades, de diferentes contextos de producción y de diferentes intereses. Son películas que coexisten en la época y muestran, en su conjunto, un panorama excepcional del cine actual, aquel que raramente veamos en las raquíticas carteleras semanales. Cada película integra un conjunto más amplio que permite, con mirada sagaz, diagramar el universo del cine contemporáneo que no olvida su pasado y hace hincapié en un presente conflictivo e inasible.

Las películas más interesantes fueron aquellas en las que, en cierto modo, prevalece cierto orden sensorial sobre cierta racionalidad. En estos casos, el valor de la percepción despunta más que la narración canónica o tradicional. Aquellas películas que más me interesaron (no necesariamente las que más me gustaron) fueron las que finalmente apuestan a demarcarse de cierto cine comercial anquilosado en formas y argumentos (como si pudieran dividirse) que resultan siempre conocidos y previsibles. Y esta demarcación roza la estética, la percepción, la sensorialidad. Esas películas son las que forjan, a pura pasión, una poética personal y a la vez universal.

Entre ellas están indudablemente: La luz incidente de Ariel Rotter, The Assassin de Hou-Hsiao-Hsien, Sunset Song de Terence Davies, No Cow on the Ice de Eloy Domingez Seré, Mountains May Depart de Jia-Zhang-ké, El movimiento de Benjamín Naishtat, Samuray-s de Raúl Perrone, A gloria de fazer cinema em Portugal de Manuel Mozos, Días de lluvia de Flavia de la Fuente, Noite sem distancia de Lois Patiño, Cementery of Splendour de Apitchapong Weerasethakul, Pawel and Wawel de Krzysztof Kaczmarek, películas que crecen en la memoria y provocan revisiones necesarias y urgentes. También provocan al pensamiento, a la escritura, a la lectura de críticas y comentarios ajenos. Pienso: ¿qué más se le puede pedir a las películas? ¿Qué más se le puede pedir a un festival? Un festival de cine es decididamente un hecho cultural más que valioso que excede lo puramente cinematográfico. Las charlas, los libros presentados, las “recuperaciones” de filmografías de directores casi desconocidos, los homenajes, las restauraciones de clásicos argentinos, los directores presentes; todo eso forma parte de un diagrama de Benn en el que hay zonas de cruces y zonas de autonomía; el equilibrio entre estas zonas es central en el diseño de un festival.

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Pawel and Wawel

Todo ese conjunto forma parte de un hecho cultural que necesita no sólo buenos programadores y una excelente dirección artística sino además el presupuesto necesario para acceder a las obras y a las actividades que las rodean. La política de un festival internacional como el de Mar del Plata se ancla en el presupuesto que es fundamental a la hora de pensar y diagramar este hecho artístico. En este caso, pareciera que el presupuesto fue suficiente (o tal vez nunca lo sea) para diagramar una de las mejores ediciones, sino la mejor, en los últimos años. Por supuesto que es relevante pensar en las cabezas y los corazones que manejan ese presupuesto. No sólo con dinero se resuelve un festival, sino que además se necesita la suficiente sagacidad e inteligencia, la mirada y la sensibilidad de sus responsables. En esta edición la dirección artística de Fernando Martin Peña fue ejemplar, sobre todo a la hora de diagramar y entrecruzar secciones, recuperaciones de películas, pensar diseños editoriales, confiar en sus programadores. La experiencia y la claridad de Peña fue el sello de este año, sin dudas. También el arduo trabajo de sus programadores, sobre todo de Marcelo Alderete, Cecilia Barrionuevo y Pablo Conde quienes lograron ver no sólo más allá del valor cinematográfico intrínseco de cada película, sino que pudieron relevar la manera en que éstas se integran en un conjunto más amplio, más productivo, más fructífero. Estos programadores defendieron y defienden con pasión cada elección y eso fue lo que los espectadores logramos percibir. También, y quizá esto sea más personal, la calidez y la amabilidad de estos programadores y del director artístico muestra que son apasionados del cine y no sólo funcionarios de una secretaría. Verlos en cada presentación o a la salida del cine o en los diálogos posteriores con los directores, es un gesto que ningún festival debería perder. Ahí, en el contacto con el público, con nosotros los espectadores, es donde destila el amor y el compromiso con el cine.

Para terminar quisiera decir algo más: creo que no se ha hablado de otro componente esencial de los festivales, el catálogo. No es éste un elemento menor, sino todo lo contrario. El diseño editorial, la calidad de su papel, el cuidado y la elegancia de este año lograron uno de los puntos más altos. Realmente el equipo que integran Agustín Masaedo, Sol Santoro, Pablo Marín, Guido Segal, entre otros, entendieron, esta vez más que nunca, la importancia de un catálogo como carta de presentación y a la vez reservorio de un festival. El catálogo es eso que nos guía, nos confronta con lo que vimos, es aquello que diagrama y explicita la política de un festival. Además, es lo nos queda en el tiempo como material de consulta.

Esos “engranajes oxidados” de los que hablan Peña y Martínez Suarez en el catálogo lograron aceitarse más de lo esperado. Esperemos que la locomotora que es esa máquina del cine y del pensamiento, siga andando, siempre para adelante, aspirando a la continuidad y al cuidado del valor cultural del festival.

(Final de cobertura)

Marcela Gamberini / Copyleft 2015