EL SILENCIO DE LORNA
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
LO QUE EL DINERO NO PUEDE COMPRAR
El silencio de Lorna / Le silence de Lorna, Bélgica, Francia, Alemania, Italia, 2008.
Escrita y dirigida por Luc y Jean Pierre Dardenne.
*** Hay que verla
A pesar de que es la película más floja de los consagrados hermanos Dardenne, paradójicamente, tiene una de las mejores escenas de todas sus películas.
En un artículo reciente publicado en los Cahiers du Cinéma (España), Adrian Martin sostiene: “De repente, el inconsciente profundo de cada nueva película se preocupa de un solo, muy real e importante asunto: el dinero”. La tesis de Martin sugiere que ya no es el sexo (como energía vital que todo lo mueve) lo que domina el imaginario cinematográfico, sino nuestros vínculos con el dinero en todas sus formas, una libido codificada exclusivamente en términos monetarios.
Lo primero que se ve en el plano inicial de El silencio de Lorna es precisamente un fajo de euros a punto de ser entregados a un banco. Durante toda la película la circulación del dinero tendrá una presencia ominosa. Como en El dinero de Bresson, cineasta fundamental para entender el cine de los Dardenne, los billetes confiscan la libertad y la dignidad táctil de los hombres. Las manos han perdido el gesto del cariño y su poder de construcción.
La séptima película ficcional de los Dardenne gira en torno a una mujer albanesa casada por conveniencia con un belga, adicto a la heroína, que vive junto a él mientras espera por su ciudadanía. Lorna sueña con una cafetería, proyecto que involucra a un compatriota suyo que es también su novio. En plena crisis de abstinencia, el falso marido se hospitaliza. Puede ser que se recupere. Mientras tanto, Lorna quiere adelantar su divorcio, aunque paradójicamente la situación de su “marido” la conmueve. En circunstancias confusas, él morirá de una sobredosis. Y ella tendrá que lidiar con un sujeto mafioso con el que arregló su situación civil.
Los Dardenne vuelven aquí al tema de La promesa: los ilegales; tras una década, nada ha cambiado en Europa. Como todas sus películas, El silencio de Lorna transcurre en Seraing, una ciudad industrial en el este de Bélgica. Es un territorio proletario específico e ideal para sus propósitos políticos. El registro casi documental está aquí ligeramente matizado, aunque se mantiene tanto el tono cromático de sus películas (no hay días soleados y el gris indica un clima espiritual) como la renuencia a musicalizar sus historias (excepto, tenuemente, en el final). También están varios de sus actores preferidos. El silencio de Lorna repite un poco sus grandes “éxitos”, como si los Dardenne confesaran que el “método” está agotado.
Por eso la película respira en un pasaje extraordinario y novedoso para los Dardenne: Lorna siente el dolor de su “cónyuge” e impulsivamente intenta hacer algo. La respiración como evidencia última del cuerpo, el axioma de los Dardenne, deviene jadeo, y así dos cuerpos desnudos se abrazan primero y luego copulan. Después se despedirán. Él se irá en bicicleta, ella sonreirá. Un instante que el dinero no puede comprar.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de junio de 2009
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