VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS / VALERIAN AND THE CITY OF A THOUSAND PLANETS

VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS / VALERIAN AND THE CITY OF A THOUSAND PLANETS

por - Críticas
26 Ago, 2017 03:41 | comentarios
Después de "Lucy", Luc Besson insiste con las posibilidades visuales de una ciencia ficción pródiga en efectos digitales para ilustrar un cuento conservador sobre un orden paradisíaco destituido por el militarismo estadounidense en clave cósmica.

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

DE LA VULGARIDAD DIGITAL

Valerian y la ciudad de los mil planetas / Valerian and the City of a Thousand Planets

Escrita y dirigida por Luc Besson

*Tiene un rasgo redimible

A pesar de los resultados, el cineasta francés emblemático de los ’90 vuelve a probar suerte con la ciencia ficción. 

El inicio es hermoso. Es 1975 y los cosmonautas están en el cielo, no muy lejos de la Tierra. En el 2020 estos se encuentran con los estadounidenses; es un fugaz instante de fraternidad. En el 2031 todos los países del mundo parecen tener astronautas. En el 2150 el mundo es el espacio infinito, donde habitan innumerables entidades inteligentes. Como es de esperar, el inglés se ha transformado en el esperanto cósmico. Todo esto se cuenta en muy pocos minutos, lo que dura la sublime canción de David Bowie titulada Space Oddity. Lo que viene de ahí en más es horrible.

Como sucede con las películas marítimas, las que transcurren en el espacio sin límites tienen el atractivo de estimular la imaginación. El navío en el mar, o cualquier nave deslizándose por la oscuridad del cosmos, ponen entre paréntesis el fastidio de la supervivencia e intensifican la pretérita curiosidad de la niñez. Desde que el cine perfeccionó las técnicas digitales, cualquier visión puede materializarse visualmente. El potencial caudal de un cosmos variado y poblado por millones de especies se vuelve susceptible de una representación verosímil.

En la imaginación de Luc Besson, esto significa una combinación barroca que proviene de una selección sin sutileza extraída de un catálogo que incluye todo lo visto a lo largo de décadas de cine de ciencia ficción. Más que un arte de la combinación, se trata de una acumulación farragosa de escenas prestadas. Todo luce como un símil desganado que remite a alguna película emblemática.

He aquí los préstamos: el pluralismo de especies característico de La guerra de las galaxias, algo de la virtualidad ontológica de los mundos de Matrix, un diseño arquitectónico a lo Blade Runner, una realidad proclive a la mutación instantánea como en Lucy (del propio Besson) se amalgaman desmañadamente para revivir la vieja fantasía metafísica de un mundo armónico y virginal que alguna vez fue ultrajado y que tal vez pueda reestablecerse.

El dilema central es la restauración del paraíso perdido que existía en el planeta Mül, donde unos alienígenas, bastante parecidos a los masáis de Kenia y Tanzania, aunque aquí “albinos”, vivían en paz con el universo; un primitivismo espiritualizado propio de una fantasía estilo new age. Dos jóvenes miembros de la milicia de Alpha, “la ciudad de los mil planetas”, se ven involucrados sin saberlo en esa misión, ya que en verdad las órdenes que tienen de sus superiores consisten simplemente en conseguir lo que denominan un “convertidor”, que no es otra cosa que una mascota galáctica que, al tragar una perla poderosísima, defeca cientos de estas.

Ninguna película es vulgar por el origen de su inspiración. Puede ser una novela, un aforismo, una noticia periodística, un email, un rumor. Que este film esté basado en un cómic de ciencia ficción es tan solo un dato que no marca necesariamente sus límites estéticos ni filosóficos. Veinte años atrás Besson había desplegado cierto ingenio en El quinto elemento; aquí no queda nada de eso. Todo es de medio pelo: los intérpretes, el diseño, el humor, la omnipresente banda de sonido, las especies intergalácticas, el interior de las naves y el paraíso caribeño en cuestión. La emancipación digital para concebir cualquier mundo posible y plasmarlo en una pantalla no garantiza ni buenas películas ni estímulos visuales asombrosos.

*Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La voz del interior en el mes de agosto 2017

Roger Koza / Copyleft 2017