
THE POST: LOS OSCUROS SECRETOS DEL PENTÁGONO / THE POST
El mundo que reconstruye Spielberg en The Post: los oscuros secretos del Pentágono no solamente dejó de existir, sino que ya en ese mismo tiempo en el que transcurre el relato apenas emitía algún signo de vida tardío. Cada plano general en el que se ve de espaldas al presidente Nixon orquestando persecuciones contra un periodista o concibiendo una escena social de encubrimiento es el anuncio de un nuevo modo de existencia pública. He aquí la genealogía de la esfera pública como simulacro.
Que el film culmine con el escándalo del Watergate resulta paradigmático del fin de una era. Que una nación pudiera conocer o aspirar a dilucidar la verdad de la cosa pública es algo que pertenece a un remoto episodio de la historia de los pueblos. La prensa tenía entonces esa misión, y el cine (estadounidense), en cierta forma, reconstruía épica o dramáticamente las luchas históricas de la justicia y de una verdad colectiva. Ese tiempo ya pasó, aunque Spielberg, acaso desee revivirlo; ni el cine ni el periodismo se interesan ya por la verdad.
The Post: los oscuros secretos del Pentágono / The Post, EE.UU., 2017.
Dirigida por Steven Spielberg. Escrita por Liz Hannah y Josh Singer.
7000 páginas distribuidas en 47 volúmenes constituyen la materia del escándalo y del relato. En esos documentos secretos del Gobierno estadounidense se sintetiza el modus operandi del imperialismo estadounidense durante la Guerra de Vietnam, el cual involucra a cuatro administraciones, republicanas y demócratas, por igual. Un delator entrega una primera parte al New York Times; luego, el documento entero queda a disposición del The Washigton Post, justo en un momento de recambio institucional y comercial del último periódico. El film escenifica las consecuencias del caso y a todos los involucrados, algunos obligados a tomar decisiones complejas y arriesgadas, como la dueña del diario (Meryl Streep, en un papel notable), el editor (Tom Hanks) y el analista militar (y soplón) Daniel Ellsberg (Matthew Rhys).
La destreza narrativa de Spielberg opera convenientes simplificaciones históricas sobre el escándalo, y es por eso que el centro de gravedad narrativo es más ético que político. Lo que importa aquí es erigir la mítica cantinela del héroe como punto de fuga del sistema, lo que envuelve una didáctica republicana que desconoce el pudor, como se puede observar en la escena en la que una mujer lee el fallo del juez Hugo Black.
Asimismo, en The Post: los oscuros secretos del Pentágono se vindica la voluntad de verdad de la prensa, todavía en una época cuya materialidad intrínseca implicaba un trabajo colectivo. Nada más hermoso regala el film que las secuencias donde se puede divisar esa modalidad sincrónica del esfuerzo de un grupo. Desde el corrector hasta los operarios de la planta de impresión, todos tienen un instante de gloria. En esos detalles Spielberg impregna de dignidad a sus personajes.
Pese a las falencias y los reduccionismos, lo más valioso y a su vez misterioso de The Post: los oscuros secretos del Pentágono es la involuntaria naturaleza intempestiva del relato, casi un ameno cuento cívico para principiantes. Es evidente que Spielberg se dirige a su nación y a su calamitoso presente. Lo que desconoce es que su retórica laudatoria de la verdad periodística puede aplicarse a contextos lejanos. Si tuviéramos un Spielberg entre nosotros, la identificación con un relato semejante intensificaría aún más la vergüenza de quienes han disociado la función de la prensa de la verdad.
*Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en enero de 2018.
Roger Koza / Copyleft 2018
Roger, está difícil publicar comentarios, traté de enviar dos y quedaron perdidos en alguna dimensión desconocida.
sí es verdad lo que dice Roger (Koza) sobre el cometido (logrado) por Spielberg de rescatar el valor de algunos protagonistas de la historia, como el momento en que el secretario de Redacción lleva a la sala de corrección la extensa nota con las revelaciones sobre la guerra de Vietnam, y el corrector recibe las cuartillas y se pone a corregir. Previamente le advierten: «Tienes media hora para verla»… Lo mismo pasa con las escenas en la planta impresora del Post… atte Miguel Títiro, periodista, diario Los Andes, Mendoza.
Saludos, estimado colega. R