SPACE DOGS

SPACE DOGS

por - Críticas
28 Sep, 2020 01:16 | Sin comentarios
Los perros en la calle de Moscú aún sienten y recuerdan a sus antepasados cósmicos que viajaron al espacio.

MASCOTAS DEL COSMOS

Están entre nosotros; duermen al sol en una tarde de invierno, se pasean al azar, pueden solicitar cariño, también gruñir. Los perros de la calle no llegan a ser invisibles, como tampoco lo son aquellos de los nuestros que viven en la intemperie y no están confinados al silencio; están, se los percibe en la multitud y en ocasiones despiertan la atención de los transeúntes. Pero ¿qué hacen durante el día y la noche? ¿Cómo viven, descansan y comen? La extraordinaria película de Elsa Kremser y Levin Peter comienza con esas inquietudes, pero no es suficiente para describir lo que ahí sucede.

El añadido narrativo trastoca la estrecha relación del perro con el asfalto. Los cineastas evocan con estos, y en especial respecto de aquellos que se desplazan libremente por las calles de Moscú, los antepasados cuadrúpedos del siglo precedente. De nuestra Tierra, antes de que un cosmonauta conociera la ingravidez de quienes flotan en el espacio, fue una perra, la famosa Laika, la que sintió en su diminuto cuerpo la emancipación respecto de la ley de la gravedad. Ella no regresó a la Tierra, pero Space Dogs propone un mito: cuando la perra se desintegró en el espacio, el espectro del animal cubrió las calles de la capital rusa.

Con ese fondo mitopoético e histórico, la película avanza en una exploración de la vida de los perros callejeros en un contrapunto dialéctico con los miembros de la misma especie que durante la década de 1960 viajaban por decenas al espacio. Es así como al recurrir a materiales de archivos diversos y siempre asombrosos abundan las sorpresas: los perros del espacio volvían traumatizados y heridos, se los trataban como héroes de la gran causa comunista, se los incitaba a procrear como prueba de que la vida en el cosmos no ponía en riesgo nuestra existencia. Los materiales visuales son estremecedores, y de la ternura y la crueldad que emanan de aquellas pretéritas filmaciones se pueden colegir una concepción del mundo y una posición (imaginaria) de nuestra especie entre las especies. 

Si aquellas imágenes son casi siempre una alucinación característica de un clásico de la ciencia ficción soviética, lo mismo sucede con el registro actual. La agilidad de la cámara de Peter y Kremser es prodigiosa, como si el símil de la steady-cam empleada para seguir los movimientos de los perros hubiese sido operada por un fox terrier o un bóxer. La proeza del registro es manifiesta, a tal punto que los perros ignoran olímpicamente a quienes podrían estar siguiéndolos.

He aquí el principio poético de Space Dogs: intentar despegarse hasta el límite respecto de la perspectiva antropológica; he aquí el principio político: cuestionar el especismo en la praxis científica. Esto explica las decisiones de registro en la actualidad: la posición de cámara emprende una disociación formal, en la que se trata de mirar de un modo distinto al de un animal bípedo. ¿Cómo se filmarían los perros si pudieran? En esa interrogación, el presunto privilegio que se arroga una especie frente a otras, como mínimo, se vuelve menos predominante. En este sentido, el film consigue, no siempre pero sí en reiteradas ocasiones, trabajar por fuera de las coordenadas estéticas de un documental observacional con fines etológicos. La conducta animal no está filmada para acumular evidencia científica, y eso justifica precisamente la secuencia controversial en la que los dos perros atrapan a un gato y se dan un festín. A esta firme decisión formal, los planos provenientes de la era soviética devuelven inescrupulosamente una estética asociada al cine científico: aquí los animales están al servicio de los hombres. En ese vaivén la película erige su equilibrio filosófico y estético, excepto por la voz en off del narrador que debilita todo el procedimiento general y el equilibrio sobre los puntos de vista que se desprenden de los planos visuales.

La pausada y cálida voz en off aludida que introduce anécdotas e información sobre la vida de los perros espaciales no deja de contar la importancia cósmica de otros animales con la misma suerte. Los estadounidenses preferían a los monos, y por cuestiones culturales y cosmogónicas las tortugas también viajaron a las estrellas. Después fueron los astronautas y los cosmonautas los que refrendaron la visión de nuestro planeta azul como una esfera solitaria en la inmensidad del espacio, donde no parece residir ningún responsable final del despropósito y el misterio de todo lo existente, como tampoco del destino de perros y humanos.

***

Space Dogs, Austria-Alemania, 2019.

Escrita y dirigida por lsa Kremser y Levin Peter.

***

*Esta crítica fue publicada en otra versión y con otro título por el diario La Voz del Interior.

Roger Koza / Copyleft 2020