SAMURÁI

SAMURÁI

por - Críticas
23 Jun, 2013 08:21 | 1 comentario

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

DOS CABALGAN JUNTOS

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Samurái, Argentina, 2012

Escrita y dirigida por Gaspar Scheuer.

** Válida de ver

Una película valiosa y muy ambiciosa, un poco despareja en su resultado final pero con un punto de partida muy original y con algunos momentos notables. 

La ambición es ostensible: film de época, combinación de géneros impensable, un trabajo fotográfico formidable, una banda sonora que excede en su precisión a las elecciones musicales estéticamente coherentes; no hay duda de que el listón que se propuso alcanzar Gaspar Scheuer a la hora de concebir Samurái, su segunda película, tiene buena altura y conlleva riesgo.

Como en su ópera prima, El desierto negro (2007), aquí también lo gauchesco define el contexto y el tiempo histórico (el siglo XIX), pero quien en los primeros minutos no preste atención a una sombra que se ve a la izquierda del elegante plano inicial de un samurái practicando algunos movimientos con su katama podrá creer que está viendo un film japonés de época (jidaigeki) y de un subgénero que los occidentales conocemos sin reconocer su nombre: chambara.

El héroe del film es japonés. Takeo se ha exiliado junto con su familia en Argentina. Para los japoneses, el período que empieza en 1868 no es uno cualquiera: la Era Meiji fue el fin del feudalismo y el inicio de la modernización cultural, y para los clanes de samuráis eso significó oprobio. Justamente, la familia de Takeo, en especial su abuelo, un viejo samurái, participó de la famosa Rebelión de Satsuma liderada por el guerrero Saigo Takamori, en septiembre de 1877.

Ya en Argentina, la nostalgia por el viejo orden perdido es una obsesión casi delirante del abuelo y un mandato acrítico para su nieto: ¿es posible que Saigo esté escondido en tierras argentinas? Así lo cree el patriarca moribundo, y Takeo irá en su búsqueda, pues, a diferencia de su padre, que entiende que debe adaptarse enteramente a la cultura de este país naciente, el joven parece seducido por ese pasado mítico.

En pleno viaje (iniciático) conocerá a “Poncho Negro”, un gaucho solitario, gran conocedor del monte y sus senderos, que dice saber cuál puede ser el paradero del gran Saigo. En verdad, el gaucho es un sobreviviente de una contienda descarnada. Él, que le tiene miedo sólo a las serpientes, luchó en la Guerra del Paraguay; haber sido testigo de una masacre le confiere una sabiduría amarga. ¿Clarividencia robada al espanto? Posiblemente sí, pero azarosamente conveniente para que el gaucho y el samurái encuentren una lingua franca, una zona común de intercambio entre un representante de una cultura milenaria y otro de una cultura en plena formación.

Scheuer ilustra sus escenas como si se tratara de un western pretérito. Una panorámica del guerrero a caballo y “las noches americanas” donde se ve a los dos hombres contar sus historias son paisajes codificados propios de un género, y en esos momentos Samurái brilla por sus texturas, encuadres y concepción sonora. A su hermosura, casi excesiva, se suma una voluntad de vincular la historia a la Historia, y hay también algún señalamiento político sobre la clase dirigente criolla decimonónica y su pertenencia e intereses de clase: la figura del juez de paz es tan pertinente como caricaturesca. Del mismo modo, algunos giros narrativos, incluyendo el desenlace, parecen apuntes de un gran relato. No siempre la resolución formal está en consonancia con la evolución narrativa.

Samurái prueba dos cosas: el cine argentino es inagotable en su diversidad; Scheuer es un cineasta con agallas. Tal vez no haya encontrado todavía lo que busca, pero acompañarlo en su búsqueda por más de 90 minutos no deja de ser un placer en varios tramos, un placer acaso irrenunciable.

Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La voz del interior en el mes de junio 2013

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