PROGRAMACIÓN COMPLETA DE LA SEXTA MUESTRA DE CINE INDEPENDIENTE DE LA CUMBRE

PROGRAMACIÓN COMPLETA DE LA SEXTA MUESTRA DE CINE INDEPENDIENTE DE LA CUMBRE

por - Muestra 2010
02 Ene, 2010 11:43 | comentarios

Hace unas semanas escribí una crítica sobre un libro, La pantalla global, de Gilles Lipovetsky, un autor que no despierta mi simpatía aunque reconozco que los temas que suele elegir para sus libros no me son indiferentes. En este último dice algo que me parece relevante: “El individuo de las sociedades modernas acaba viendo el mundo como si éste fuera cine, ya que el cine crea gafas inconscientes con las cuales aquél ve o vive la realidad”. Puede sonar exagerado, pero no tengo dudas de que el cine constituye una matriz perceptiva: las noticias devienen en cortos cinematográficos, los actos escolares se musicalizan como escenas de películas, todos filman, todos narran, todos comentan películas.

En el mismo libro citado se festeja el advenimiento de un cine de excesos. Avatar, 2012, Los fantasmas de Scrooge, tres películas (una buena, otra regular, la última horrible) que son ejemplos de lo que Lipovetsky denomina la imagen exceso. El cine funcionaría como un estimulante audiovisual, un intensificador del aparato perceptivo. No es una mala idea, pues el cine no está necesariamente obligado a ser un subsidiario de la literatura y hacer del relato su misión. Pero el exceso es sospechoso.

En la Sexta Muestra de Cine de Independiente no se apuesta al exceso sino a la austeridad estética. El cine es en primera instancia un sistema de modulación de la sensibilidad, pero de eso no se predica que el exceso sea la mejor dieta audiovisual. Películas como El canto de los pájaros, Ne change rien, Luz silenciosa, El límite del control y El espejo trabajan sobre la percepción a través de un gesto radical: convierten la lentitud en acicate ocular; son películas que invitan a mirar la totalidad del plano. Otras películas apuestan al exceso, pero no en clave digital y ultraveloz. Films como El color de la granada y Motivos chejovianos ejemplifican otro sistema de profusión de imágenes que nada tiene que ver con el videoclip y la rapidez del plano publicitario.

Poner atención sobre la forma cinematográfica es una toma de posición. Lo que no significa que los contenidos de los films que se verán en esta ocasión sean secundarios. La muerte del trabajador, Balasto, El taxista ful y Noticias de la antigüedad ideológica son películas fundamentales para comprender la vida material (y espiritual) de nuestro mundo contemporáneo. Hay películas sobre músicos y astronautas, sobre cabarets y cineastas, sobre milagros e injusticias, sobre sirvientes, exploradores y anarquistas. Hay para todos los gustos.

Como todos los años, la programación está dividida por secciones: Horizontes contemporáneos reúne películas recientes que han sido exhibidas en festivales mientras que El ojo lúcido agrupa documentales. Este año hay tres secciones nuevas: Radicales libres, Los rusos y Retratos. La primera es una sección compuesta por películas de vanguardia a contracorriente del cine que suele verse en calidad de estrenos. Es el equivalente a una infusión de carqueja. Dicho de otro modo: son películas muy exigentes pero estéticamente fundamentales. Los rusos no pareciera exigir una explicación. Esta sección consta de películas rusas (y soviéticas), y abarca un período histórico extenso. De aquí también se desprende el director en foco: el armenio Sergei Parajanov, figura rutilante y no muy conocida del cine soviético (se podría decir que Osamu Tezuka, Agnès Varda y Alain Resnais también están en foco, pues se verán varios de sus cortometrajes). Ante la hegemonía del cine norteamericano, reencontrarse con la cinematografía rusa es verificar otra potencia mundial del séptimo arte, no exenta de fantasías imperiales. Completan esta edición las secciones Retratos y Clásicos para un canon.

La sexta edición no es condescendiente. Su programación es intransigente. Quizás por eso críticos de la talla del australiano Adrian Martín, el controversial Quintín y el legendario Jorge García han aceptado elegir algunas películas y recomendarlas. Es que indirectamente esta muestra es un puñetazo a lo que representa el reaccionario eslogan de Coca Cola contra la crítica de cine: las emociones más puras y auténticas no están divorciadas del pensamiento (crítico), surgen más bien de un ordenamiento milagroso entre los sentimientos y los conceptos. Bienvenidos.

Roger Koza, programador.

PRIMERA SEMANA

MIÉRCOLES 6

21.30hs: Ceremonia de apertura y concierto musical de Almakala

22.00hs: Película de apertura

35 tragos de ron, de Claire Denis, Francia-Alemania, 2008

100’ / +13

Cortometraje: El empleo (7’), de Santiago Bou Grasso, Argentina, 2008

Muchos dirán que 35 tragos de ron es un film menor de Claire Denis, aunque una mirada más atenta descubrirá que esta obra reciente de la realizadora de Bella tarea es ocultamente magistral y soberbia. Como en Viernes a la noche, Denis poetiza sobre la ciudad como una entidad viviente. Aquí, la fascinación no pasa por los autos y el embotellamiento, sino por el movimiento de los trenes y los instantes de ocio de sus moradores. Como en Bella tarea, Chocolate y El intruso, Denis retoma discretamente la diáspora africana en el viejo continente y la inviste, oblicuamente, de una lectura política sobre el orden político mundial. La novedad en 35 tragos de ron es que Denis postula un modelo elástico de familia, más allá de los vínculos sanguíneos, aunque Edipo es una presencia diluida pero tangible. 35 tragos de ron es un discreto tratado sobre la intimidad y los vínculos que reverberan en ésta. Lo que acontece entre un padre y su hija, un pretendiente, una vecina y algunos otros personajes no se ve muchas veces en el cine. No es tanto la historia que se narra lo que importa, que incluye una jubilación, un viaje, un posible amor, un viejo amor, una depresión, un reencuentro familiar, sino los detalles y las anécdotas que articulan los planos. Es el tipo de película que parece una cosa mientras se la mira, pero que posteriormente se vuelve a proyectar una y otra vez en la pantalla privada de nuestro cerebro, como si algunos planos se hubieran inyectado en el flujo de nuestra memoria. (Roger Koza, progamador) 

00.05hs: Retratos

Fabricando a Tom Zé, de Décio Matos Júnior, Brasil, 2006

90’ / ATP

Cortometraje: Saltando (8’), de Osamu Tezuka, Japón, 1984

Pocos conocen a Tom Zé, pero todos sabemos quiénes son Caetano Veloso y Gilberto Gil. Después de ver esta película sabremos quién es Tom Zé y sabremos también algo más de Gil y de Veloso. Este retrato sobre Tom Zé funciona como una introducción general a la obra del músico, figura oblicuamente esencial del mítico movimiento estético (y político) conocido como Tropicalia, y olvidado por décadas hasta su redescubrimiento, gracias a David Byrne de los Talking Heads, a quien se ve en un pasaje. Décio Matos Júnior sigue al músico por un extenso tour europeo, mientras Tom Zé cuenta algunas etapas de su vida y habla sobre la música, secundado por sus músicos y su amada esposa. A veces, Matos Júnior recurre a la animación, al collage fotográfico y a materiales de archivo para poder entender a este artista multifacético, que además trabaja como jardinero en Sâo Paulo. Pero Fabricando a Tom Zé excede su pertinencia como film musical y en su transcurso se convierte en un documento sobre la fuerza vital de los hombres y el deseo de crear. En efecto, Matos Júnior consigue mostrar cómo la lógica de la improvisación está ligada al pulso de la vida, y en la infinita curiosidad sonora de Tom Zé se intuye una concepción del arte cercana a la medicina, el reparo y el consuelo. (RK)

JUEVES 7

18.00hs: Sergei Parajanov en foco / Los rusos

Image

Los corceles de fuego (Sombra de nuestros pasados olvidados), de Sergei Parajanov, Rusia-Ucrania, 1964

97’ / ATP

Cortometraje: Tío Yanco (18’), de Agnès Varda, Francia, 1986

Adaptada de una novela del escritor ucraniano M. Kotsyubinsky, esta película de Sergei Parajanov, extraordinaria combinación de mito, historia, poesía, etnografía, danza y ritual, sigue siendo uno de los trabajos supremos del cine soviético sonoro, y los trabajos posteriores de Parajanov no han logrado atenuar sus embriagadores esplendores. Situada en las inhóspitas y bellas montañas de los Cárpatos, la película cuenta la historia de una pareja perteneciente a dos familias feudales y del trágico amor entre Iván y Marichka, y de la vida de Iván y su matrimonio después de la muerte de Marichka. El argumento es atrapante, pero esencialmente le sirve a Parajanov como esqueleto para sostener los excitantes, ágiles y líricos movimientos de cámara (a cargo del director de fotografía y maestro Yuri Ilyenko), su uso innovador de los interiores y de la naturaleza, su habilidad para hacer malabarismos extravagantes con el folclore en relación con los rituales cristianos y paganos, y su manejo maravilloso de colores y música. Un film digno de Dovzhenko, a cuya visión poética de la vida ucraniana se alude frecuentemente. (Jonathan Rosenbaum)

20.05hs: El ojo lúcido (Documentales)

La muerte del trabajador, de Michael Glawogger, Austria-Alemania, 2005

122’ / ATP

Cortometraje: Los novios del puente Mac Donald (5’), de Agnès Varda, Francia, 1961

La muerte del trabajador, de Michael Glawogger, tras un soberbio montaje al mejor estilo soviético en el que se ven obreros trabajando casi fanáticamente a principios del siglo XX, detiene su demoledora marcha con una cita precisa del escritor William Faulkner: “Lo único que puedes hacer durante ocho horas es trabajar. Ésa es la razón por la cual el hombre es tan miserable e infeliz como los que están a su alrededor”. Bajo esa premisa, Glawogger se propone hacer cinco retratos sobre el trabajo a inicios del siglo XXI. Los lugares elegidos son estratégicos, al igual que los trabajos: se verán mineros en Ucrania e Indonesia, carniceros en Nigeria, obreros de demolición en Pakistán y personal de una siderurgia en China. El mito de Sísifo se hace carne una y otra vez. ¿Fue alguna vez de otro modo? El trabajo no siempre dignifica. Cuando los ucranianos y los chinos sean interrogados acerca de las condiciones de trabajo, podrán comparar las condiciones actuales con los viejos tiempos en los que otro sistema socioeconómico regulaba la vida de sus congéneres. Queda claro que los viejos mineros de Ucrania, inspirados en Alexei Stakhanov, creían que la fuerza de su trabajo constituía un engranaje en la emancipación del movimiento nacional de trabajadores. Como reconocen ellos mismos, los mineros de hoy trabajan para sobrevivir. Ya no hay un meta-relato que secretamente transfigure la tracción de la sangre obrera en proeza histórica de justicia. El segmento de los chinos, que se inicia con una cita de Mao, deja en claro la mentalidad mandarín. La obediencia y la resignación de los operarios de la fábrica es temible: naturalizan la economía libre, como antaño la planificada. Mientras, los nigerianos, indonesios y pakistaníes parecen vivir desde la eternidad en una condición de supervivencia insuperable. El mérito de Glawogger es ser lúcido y lucido. No hay un solo plano en toda la película que no esté cuidado, incluso cuando las condiciones de registro son imposibles. Un plano breve sobre el omóplato de un hombre cargando 110 kilos de azufre condensa la política de la película, aunque el epílogo, que transcurre en una fábrica alemana convertida en parque temático, sintetiza una impugnación al bienestar europeo. El trabajo mugriento se hace en otro lado. (RK)

22.30hs: Horizontes contemporáneos

Go Go Tales, de Abel Ferrara, EE.UU., 2007

93’ / +16

Cortometraje: Sirena (9’), de Osamu Tezuka, Japón, 1964

Go Go Tales es una comedia en estado de gracia sobre un club de strippers regenteado por un descontrolado Willem Dafoe, con miles de mujeres hermosas semidesnudas y Asia Argento haciendo un número erótico con un perro. Tiene una gracia insuperable y, además de las mujeres, hay un montón de actores tanos graciosísimos. Es un vals de una fluidez impresionante, de una ligereza pocas veces lograda (incluso por el mismo Ferrara que también tiene esos bodoques solemnes). Es como una síntesis buena de su cine, madura e inteligente. El tipo muestra a una banda de perdedores en un boliche en decadencia, pero no hay un momento de sordidez y, en cambio, una apuesta a la pureza que en este caso es la del arte y no la de la religión como en otros de sus films. Es una película que pone de buen humor, a menos que uno sea insensible al cine. (Quintín)

00.30hs: Horizontes contemporáneos

Glue, de Alexis Dos Santos, Argentina-Reino Unido, 2006

110’ / +18

Cortometraje: Lapsus (3’), de Juan Pablo Zaramella, Argentina, 2007

Incompresiblemente jamás estrenada en nuestro país, incluso habiendo ganado varios premios en festivales, esta grisácea comedia de iniciación es un retrato exacto sobre la confusión e incertidumbre vincular entre padres e hijos, propias de las generaciones del período posdictadura. En efecto, esta “historia adolescente en medio de la nada” que transcurre en Zapala sintetiza una modalidad de existencia, jamás juzgada pero sí examinada por Dos Santos, en donde la experiencia predominante de los jóvenes consiste en agotar el presente, a veces flirteando con lo prohibido, otras asumiendo la nada sin resistencia alguna. Los tres protagonistas sí divisan una solidaridad efectiva entre ellos, socios en un mundo desprovisto de motivaciones y esperanzas, mientras sus padres, “adolescentes” mayores, más cómplices que tutores, son la prueba de que el futuro no es alentador. Así descripto, éste es un mundo sombrío, pero Dos Santos le imprime cierto tono lúdico y cómico al dramático contexto de sus criaturas, y se permite experimentar formalmente e improvisar narrativamente. El resultado es eficaz, pues Glue es una de las pocas películas argentinas que representan a los jóvenes sin hacer de ellos ni nihilistas extraviados ni iluminados incomprendidos; son, en todo caso, una expresión subjetiva de un tiempo histórico específico. (RK)

SEGUNDA SEMANA

MIÉRCOLES 13

15.40hs: Radicales libres

El canto de los pájaros, de Albert Serra, España, 2008

98’ / ATP

Cortometraje: Van Gogh (18’), de Alain Resnais, Francia, 1947

Primero fue El Quijote, ahora la pieza elegida es más bien una fábula, la de los Reyes Magos, aunque nuestro antropólogo de Marte parece querer entender cómo opera en nuestra especie la necesidad de creer, y por ahora ha elegido como fondo el Cristianismo. Los primeros 20 minutos de El canto de los pájaros son magníficos. Van los Reyes Magos caminando y luego descansan, a veces juegan y nadan, mientras esperan algún guiño vertical del Altísimo. En el peregrinaje tendrán que tomar decisiones. Después aparecen José, María, un bebé y una cabra bebé. Dicen pocas cosas, pero todo pasa por una espera pletórica de sentido, en algo que puede parecer sin sentido. La estadía de los reyes magos en el hogar de José será breve. Hay que llegar a Egipto. El canto de los pájaros remite a un tiempo en donde creer no implicaba una autoconciencia de creer (saber que se cree). Sin primeros planos, cada encuadre privilegia los paisajes y los grupos humanos. Son los hombres que viven en la tierra y tienen un cielo. Un plano contrapicado bajo el agua muestra a los reyes nadando. Podría durar horas. Los momentos cómicos se predican del absurdo y la repetición; también de la interpretación de los sueños. Así pasan los minutos, y la película finaliza con un plano general en el que en su profundidad los reyes se abrazan como si hubieran encontrado algo milagroso. Apenas se ve, porque cromáticamente el gris difumina los cuerpos en la lejanía. Las noches en blanco y negro y el desierto de El canto de los pájaros son inolvidables. (RK)

18.00hs: Retratos

El enigma de Cristóbal Colón, de Manoel de Oliveira, Portugal-Francia, 2007

75’ / ATP

Mediometraje: Niños (44’), de Terence Davies, Reino Unido, 1976

No resulta nada fácil decidir qué clase de film es El enigma de Cristóbal Colón. ¿El desentrañamiento de una nacionalidad? ¿Una búsqueda personal a través de la ficción? ¿El mapeo de un (nuestro) devenir civilizatorio? ¿Una formidable lección de puesta en escena? ¿Un testamento fílmico más en la historia del cine, por parte de alguien que se niega a ser “momificado” dentro de ella? ¿Una pizca de orgullo lusitano? Oliveira nos muestra el tránsito de la existencia, las acciones de los hombres, las preocupaciones que los llevan a peregrinar por el mundo: el colonial, el de la posguerra europea, el de hoy. Pero éste es el film de un realizador que acaba de cumplir cien años y que nos instala en la bruma de un Manhattan adivinado por el esqueleto de un puente a través de la ventanilla de un auto. Allí trabajará y estudiará medicina Luciano, desde allí regresará a Portugal solo y allí volverá casi cincuenta años después. La niebla de un tiempo ya ido, que no permitía ver la Estatua de la Libertad, ha dado paso al luminoso contrapicado de unos edificios que hoy no “pueden” dejarse ver, y de una estatua a la que es preciso despojar del lugar (físico) simbólico que ocupa. Sólo basta una poesía para apropiarse de esa idea, de ese lugar. Esa poética no sólo está en los versos que Silvia (la esposa de Luciano, la esposa de Oliveira) rememora en el periplo de ambos por el interior de Portugal tras las huella de El Navegante, en la extática exploración de museos, iglesias, fortificaciones y abadías, en saber que el saber “ayuda a comprender”, y en la certera presunción de que un sextante es –debería ser– el paralelo anticipatorio de un navío espacial. Está también en la conmovedora secuencia de dos ancianos en los que aún perdura el amor. Uno de los últimos planos del film es el de Luciano (el propio Oliveira) abriendo la puerta del auto para que suba Silvia; es el mismo gesto de cuando iniciaban su luna de miel. El coche puede ser más moderno, con otros tonos de colores, y posiblemente se deslice un tanto más suave que el de hace un tiempo atrás. Pero sigue siendo un vehículo de transporte, algo (una herramienta) que puede ser utilizado para escapar, para correr, para aturdirse, para llegar a un destino, o simplemente para recorrer un camino. Es muy agradable saber que alguien puede abrirte la puerta del coche para que te sientes y te acomodes confortablemente, que va a sentarse a tu lado conduciendo, y que, si uno sabe mirar hacia el frente y hacia los costados e imaginar lo que no se ve detrás, puede ser el inicio de una clase diferente de viaje. El cine es el vehículo del director portugués Manoel de Oliveira. (Fernando Pujato)

20.30hs: Horizontes contemporáneos

Alexandra, de Alexander Sokurov, Rusia, 2007

96’/ +13

Cortometraje: Gauguin (14’), de Alain Resnais, Francia, 1950

Alexandra bien se podría llamar “La abuela y el nieto”, y sin duda se alinea con títulos precedentes de Sokurov, como Madre e hijo y Padre e hijo, aunque este film es más accesible (y político), como también menos experimental que aquéllos (y tan poético). Una solitaria mujer de 81 años (interpretada por la cantante de ópera Galina Vishnevskaya, esposa de Rostropovich) visita a su nieto en un campamento militar en Chechenia. En su estadía Alexandra no solamente acompañará a su nieto, con el que discutirá esa herencia machista y chauvinista representada por el ejército ruso y por toda su familia, sino que hablará con otros soldados e incursionará en el territorio del enemigo. Como en la mayoría de las películas del realizador, hay un atmósfera onírica que atraviesa la totalidad de la trama: la orquestación de Andrei Sigle difumina sonoramente un remoto sentimiento de grandeza y los claroscuros de Sokurov subliman el absurdo de la premisa: una abuela rodeada de soldados. A través de tres inserts Sokurov materializa, literalmente, los pensamientos de la abuela, su vida íntima, pero ella es, además, una especie de encarnación metafórica de Rusia con un legado específico: “La fuerza no reside en las armas”. (RK)

22.30hs: Clásicos para un canon

El largo día acaba, de Terence Davies, Reino Unido, 1992

85’ / +13

Cortometraje: Madonna y el niño (24’), de Terence Davies, Reino Unido, 1980

La culminación de 1992 de la segunda trilogía autobiográfica de Terence Davies no podrá alcanzar las sublimes alturas del primer y segundo capítulo (que comprende Voces distantes, vidas tranquilas), pero sigue siendo su película más poderosa, y quizás más grandiosa, un tipo de obra que puede renovar nuestra fe en las películas. La tercera parte presenta las crónicas de la vida del director en una Liverpool bien característica de la clase trabajadora, entre sus 7 y 11 años, un período que comprende los años 1955 y 1956, pero Davies no se concentra tanto en el argumento o la memoria como suele entenderse sino más bien en las emociones y la conciencia subjetiva. La música, la iluminación, los elaborados movimientos de cámara y las bandas de sonido de otras películas son los elementos que utiliza para relacionar con lugares centrales como el hogar, la calle, la escuela, la iglesia, el pub y las salas de cine. Davies enfatiza las continuidades y las discontinuidades entre los lugares y las emociones que éstos evocan, creando un sentido consistente de irradiación y transfiguración religiosa. Lo que Davies consigue con unos compases de “Tammy” en una de las secuencias que transmiten un clímax y con el movimiento a la deriva de las nubes en otra secuencia clave paga la entrada. (JR)

00.30hs: Horizontes contemporáneos / Radicales libres

El límite del control, de Jim Jarmusch, EE.UU-España-Japón, 2009

116’ / +16

Cortometraje: Macho (3’), de Osamu Tezuka, Japón, 1962

El undécimo filme de Jim Jarmusch es una meditación filosófica, un thriller abstracto, un ensayo sobre los paisajes urbanos y naturales, una declaración política (y poética) y una toma de posición sobre el cine. Un supuesto asesino (Isaach De Bankolé) tiene una misión imprecisa en España. De Madrid a Sevilla se encuentra periódicamente con varios personajes: un español asustado, un mexicano maníaco, un inglés que discurre sobre el sentido de lo bohemio, una mujer vestida de blanco que sostiene que lo mejor del cine son los momentos “muertos” y una suerte de Donald Rumsfeld, interpretado por Bill Murray, que tipifica al enemigo ideológico de Jarmusch, blanco final del “hombre solitario”, como se lo identifica en los créditos. La fascinación por los paisajes remite al cine de Antonioni y la retórica y el minimalismo del film parecen una relectura general y personal de toda su carrera. El perspectivismo relativista que ordena el discurso de este film filosóficamente nietzscheano es menos radical que la belleza formal que detenta cada uno de los fotogramas y la insinuación política de su título, que en el pasaje que involucra a Murray devela todo su potencial semántico. (RK)

JUEVES 14

18.00hs: Sergei Parajanov / Los rusos

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El color de la granada, de Sergei Parajanov, Rusia-Ucrania, 1968

79’ / +13

Cortometraje: Ulises (21’), de Agnès Varda, Francia, 1982

La mejor película de Sergei Parajanov, un mosaico místico e histórico sobre la vida, obra y mundo interior del poeta armenio del siglo XVIII Sayat Nova. Esta versión de 1969, hallada en un estudio armenio a principios de los ’90, no debería ser considerada como definitiva (faltan secuencias del montaje de Yutkevich), pero es ciertamente la mejor que tenemos y tendremos: algunos planos y pasajes son nuevos, algunos muestran otras perspectivas, y tiene una ventaja para los espectadores occidentales: casi todas las poesías están subtituladas (aunque parezca mentira, es difícil entender por qué los “nuevos” planos fueron censurados). En ambas versiones, los encuadres parecen cuadros que remiten al espacio plano de las películas que se hacían hace un siglo, mientras que el magnífico uso de los colores y su poética salvaje parecen provenir de un tipo de cine utópico del futuro, al mismo tiempo “difícil” y accesible, críptico y deslumbrante. Una película esencial. (JR)

 20.15hs: El ojo lúcido

Noticias de la antigüedad ideológica. Marx/Eisenstein/El capital, de Alexander Kluge, Alemania, 2008

83’ / ATP

Cortometraje: Guernica (13’), de Alain Resnais y Robert Hessens, Francia, 1950

El cineasta más importante de Alemania en actividad, Alexander Kluge, retoma (más bien se inspira en) un viejo proyecto de fines de la década del ’20 del siglo pasado, en el cual el realizador ruso Sergei Eisenstein pretendía llevar a la pantalla grande uno de los clásicos de la literatura política de todos los tiempos: El capital, de Karl Marx. Esta versión introductoria y reducida (el film dura 9 horas) es fascinante tanto por su montaje como por su rigor intelectual. Aquí, Kluge combina material de archivo, clips de películas mudas, lecturas, entrevistas, inscripciones, sketches heterodoxos y un magistral corto, de Tom Tykwer, dentro del film, en el que se explica visualmente la historia humana de los objetos, un modo de destituir el carácter metafísico y teológico de las mercancías y su concomitante naturaleza fetichista. Accesible para los no iniciados, el pasaje en el que un desocupado discute la pertinencia de la obra de Marx es conmovedor y preciso: esta “antigüedad ideológica”, el marxismo y su legado, es para el siglo XXI lo que ha sido por milenios la antigüedad clásica para Occidente, un pasado “remoto” para medir y pensar el presente y el futuro. (RK)

22.05hs: Los rusos

Soldado de papel, de Alexei German Jr., Rusia, 2008

118’ / +13

Cortometraje: León volátil (11’), de Agnès Varda, Francia, 2003

Esta discreta obra maestra sobre la carrera espacial soviética en la década del ’60 en plena guerra fría no es ni un ejercicio de nostalgia sobre los viejos tiempos, ni una crítica reaccionaria de un período histórico que se concibió como utópico y demostró ser su opuesto. Soldado de papel revela una mentalidad (la rusa), una cultura (literaria) y un proyecto (cosmológico). German centra su relato en la historia de un médico recién divorciado que trabaja en la preparación física de los astronautas en un campamento en Kazajistán (el astronauta Yuri Gagarin es uno de los personajes secundarios). Hijo de un médico, cree, como su padre, en el progreso, y entiende que su esfuerzo escribe la Historia, aunque el título del film contradice su credulidad no exenta de cuestionamientos (en efecto, el nombre de la película remite a una canción tradicional en la que un soldado de juguete quiere cambiar el mundo y termina en llamas). Los planos secuencia coreográficos demuestran un dominio absoluto del espacio cinematográfico, y el expresionismo sonoro de la banda de sonido indica una tradición estética. Metafísica y materialista al mismo tiempo, Soldado de papel expresa en fotogramas la quintaesencia del pueblo ruso. (RK)

00.20hs: El ojo lúcido

Roman Polanski: buscado y deseado, de Marina Zenovich, EE.UU.-Reino Unido, 2008

99’ / +13

Cortometraje: Respuestas de mujeres (8’), de Agnès Varda, Francia, 1975

Este consistente documental sobre Roman Polanski y su “imperdonable” crimen cometido en marzo de 1977 en la casa de Jack Nicholson en su ausencia, cuando este reputado cineasta polaco, sobreviviente del Holocausto y del brutal asesinato de su mujer Sharon Tate en manos de una secta, tuvo sexo con una menor de 13 años, suministra la información suficiente para entender el famoso caso, que tuvo otra vuelta de tuerca reciente cuando Polanski fue detenido por la policía suiza por pedido de la justicia norteamericana. Tanto los entrevistados (“víctima”, periodistas, cineastas, amigos, abogados) como el material de archivo, clips de películas del realizador y fotografías constituyen una magnífica prueba para problematizar la construcción de la verdad jurídica en la sociedad del espectáculo. El fugitivo Polanski y la damnificada Samantha Geimer poco importan, pues este caso judicial, con más de 30 años y todavía sin resolución, evidencia la perversión de un sistema jurídico específico y el seguimiento no menos perverso de la prensa, aquí canalizando el costado reaccionario y reduccionista de la buena moral norteamericana. (RK)

TERCERA SEMANA

MIÉRCOLES 20

15.30hs: Radicales libres / Los rusos

Motivos chejovianos, de Kira Muratova, Rusia, 2002

120’ / +13

Cortometraje: Las llamadas cariátidas (12’), de Agnès Varda, Francia, 1984

Los miembros de una familia de granjeros repiten las mismas líneas de diálogo mientras un estudiante se prepara para irse de su casa y estudiar; en una interminable fiesta de bodas los invitados no dejan de parlotear maniáticamente mientras el fantasma del novio interfiere en la ceremonia. Con más de 70 años, por cada año que pasa, la gran cineasta rusa Kira Muratova (El síndrome asténico) parece ser más transgresora y salvaje. Esta actualización y combinación de dos textos tempranos de Antón Chéjov (una pieza corta, Tatiana Répina, y el relato “Naturalezas difíciles”) tiende más hacia la demencial lucidez de Gogol que al realismo irónico de El jardín de los cerezos. Su estilización extrema me resulta hipnótica, hilarante, y finalmente más cercana al hiperrealismo que al absurdo, aunque si uno llega a la sala sin ninguna advertencia es posible que se sienta aterrorizado y quiera salir corriendo. (JR)

18.00hs: Horizontes contemporáneos

 

Opera Jawa, de Nugroho Garin, Indonesia, 2006

120’ / +13

Cortometraje: Pulsar (4’), de Osamu Tezuka, Japón, 1987

Opera Jawa, una de las seis películas que componen el New Crowned Hope, proyecto cinematográfico de la Viennale con el que se celebraron durante el 2006 los 250 años del nacimiento de Mozart, es, como dijera un cinéfilo amigo, un OCNI: objeto cinematográfico no identificado. Se trata de un musical gameleano, que combina instalaciones, teatro tradicional de sombras, música clásica y pop vernáculas, danzas clásicas y contemporáneas, en una apropiación política y melodramática de un pasaje del Ramayana, poema épico de la cultura hindú, que va mucho más lejos de lo que alguna vez hiciera Peter Brooke con su adaptación del Mahabarata. En el inicio se lee: “Esta película es una versión de la abducción de Sinta. A menudo dramatizada en la danza javanesa y el teatro de marionetas. En la historia, los reyes Rama y Rahwana aman a Sinta y pelean por ella. Al final, Sinta es llevada por Rama a la prueba de fuego para probar su amor y su pureza”. La traducción en tiempo presente de este verso introductorio no deja de ser soberbia y genial, pues esta historia de celos que compromete a una bailarina, un alfarero y un comerciante poderoso se enlaza con una revuelta social significativa: “¡Acabemos con la pobreza! ¡Basta de explotación!”. Concebida como un réquiem, Opera Jawa es una de las películas más extraordinarias de la primera década del siglo XXI, un film que articula lo privado y lo político, la modernidad y la tradición, lo mítico y lo social, en un relato que excede su contexto cultural, pues, como dice el coplero wayang, “Desde nuestro ancestro Adán hasta Adam Smith, todos quieren saber qué ocurrió en verdad”. (RK)

20.20hs: El ojo lúcido

 

El taxista ful, de Jo Sol, España, 2005

81’ / ATP

Cortometraje: La ópera Mouffe (16’), de Agnès Varda, Francia, 1958

Este extraño y paradójico documental ficcional consigue revelar lo que las ficciones casi nunca consiguen mostrar y lo que los documentales no siempre logran retratar: las estructuras simbólicas (y económicas) de una experiencia individual: aquí, la de un hombre de 52 años, José R., que, tras quedar sin empleo y no conseguir otro, decide tomar “prestados” taxis que no estén circulando para devolverlos al día siguiente, con un porcentaje de la recaudación. Procedimiento ético pero ilegal que, al llegar a conocimiento de un grupo de anarquistas cuando el falso taxista es procesado, entre ellos Mar Traful, autor de Por una política nocturna, muta hacia un pronunciamiento político. Siempre divertida e intelectualmente aguda, la película yuxtapone la ocupación temporaria del taxi con los fenómenos de ocupación de viviendas, y deriva en meditaciones contestatarias sobre el orden social burgués y sus irrenunciables valores como el de la propiedad, la familia y el derecho al trabajo. Uno de los logros indiscutibles del film es seguir la evolución vincular entre José y Mar, y utilizar esa amistad como escenario de contraste ideológico: José es un hombre sufrido cuyo involuntario pragmatismo expresa un tiempo histórico de la conciencia de clase de los trabajadores; Mar, por otra parte, vehiculiza una noción de lucha política que también es paradigmática de un tiempo histórico. Uno pretende volver a la vida normal mientras que el otro la cuestiona. Hay un pasaje que sintetiza bien este choque de concepciones, cuando el grupo Dinero Gratis y Mar, junto con José, asisten a una conferencia del filósofo Toni Negri y un miembro del grupo interviene aduciendo que para cambiar el orden social se deben alterar las categorías mentales con las que participamos en él. El taxista ful posee un aire de familia con La espigadora y los espigadores y En construcción, aunque el film de Sol no destila maestría formal alguna, como en los casos citados, pero sí mayor bravura política. No es frecuente ver una película cuyo tema es el desempleo y reírse y pensar, como ocurre con esta película. (RK)

22.15hs: El ojo lúcido

Criada, de Matías Herrera Córdoba, Argentina, 2009

75’ / ATP

Cortometraje: Patria (15’), de Susana Barriga, Cuba, 2007

El realizador estará presente en la sala para conversar con el público después de la proyección

Pocas veces un realizador decide filmar su historia personal y su pasado familiar como ejemplo universal de la infamia. El joven realizador Matías Herrera Córdoba coloca su objetivo sobre su conciencia (de clase) y así filma lo que descubre como una práctica vergonzosa: hace más de 40 años una mujer mapuche llamada Hortensia trabaja en una quinta familiar situada en algún paraje perdido de Catamarca. Jamás recibió un sueldo, tampoco tiene aportes jubilatorios. Su paga se circunscribe a un cuarto. Herrera Córdoba registra el trabajo como un ejercicio al que Hortensia confiere una dignidad intrínseca. En efecto, el cine contemporáneo rara vez se ocupa de mostrar el trabajo, excepto como cifra circunstancial del personaje. Lo que suele importar son los recreos, las pausas amorosas, los ritos de un orden social específico (un casamiento, las vacaciones, los entierros, etc.) Aquí, el trabajo no solamente revela un secreto obsceno de la economía política aplicada a un microcosmos, sino que también se insinúa, discretamente, una disociación entre el valor de una tarea y el precio que arbitrariamente se le impone. ¿Cuánto cuesta el trabajo de Hortensia? En Criada, el pretérito concepto de plusvalía adquiere una dimensión poética, además de política. Y siendo un film político, Herrera Córdoba no renuncia a la belleza material que un director puede capturar en el registro: los relámpagos, el viento, la tierra seca a punto de ser empapada por un arroyo y la fisonomía de una mujer extraordinaria como Hortensia son imágenes imborrables, o, como diría Godard, justo imágenes. (RK)

00.05hs: Horizontes contemporáneos

Aquiles y la tortuga, de Takeshi Kitano, Japón, 2008

119” / +16

Cortometraje: El génesis (4’), de Osamu Tazuka, Japón, 1968

La última película de Takeshi Kitano pertenece a una trilogía en la que Kitano ha intentado conjurar su supuesto bloqueo creativo. Si Takeshis’ y Glory to the Filmmaker más bien confirmaban el diagnóstico, en Aquiles y la tortuga Kitano demuestra que su talento está intacto y que no hay muchos cineastas como él en la escena contemporánea. Después de una presentación animada en la que se revisita la paradoja del movimiento de Zenón de Elea en torno a la figura de Aquiles y la tortuga, la película se divide en tres períodos en la vida de un pintor fracasado. Desde la niñez de Machisu, pasando por su juventud, hasta llegar a su vida adulta (en ese estadio interpretado por el mismo Kitano), Aquiles y la tortuga es un humorístico y sensible ensayo sobre la naturaleza del arte en general y la pintura en particular. Aquí, Kitano parece sugerir el carácter contingente de lo que se entiende y establece por obra de arte: ¿con qué criterio se determina el valor estético de una pintura? Machisu, a lo largo de toda su vida, ha pintado y lo ha probado todo: copiar a los grandes maestros, apostar a sus impulsos e instintos, probar con el azar. No hay dudas: su vida es la pintura, aunque nadie lo descubra y jamás pueda vivir del arte. La supuesta falta de originalidad de Machisu y sus pinturas (sin excepción, todas realizadas por el propio Kitano) funciona dialécticamente y en contraposición con la singularidad creativa de la película y del cine del realizador. Una gota de sangre se convierte en una pieza artística; un plano cenital sobre unos estudiantes pintando funciona como una pintura en movimiento; un travelling hacia atrás sobre un cuadro de una escalera se transforma en una instalación. Kitano siempre busca pintar con su cámara, aunque sepa y afirme que el arte solamente tiene valor después de que un cuenco con arroz esté garantizado. (RK)

JUEVES 21

18.00hs: Sergei Parajanov en foco

La leyenda de la fortaleza de Suram, de Sergei Parajanov, Rusia-Georgia, 1984

88’ / +13

Cortometraje: El canto del estireno (19’), de Alain Resnais, 1958

Sergei Parajanov es un realizador al que –a partir de los innumerables problemas de censura de su obra a manos de la burocracia soviética– se le podría aplicar con justicia el apelativo de “maldito”. En su obra se dan cita distintos elementos (el amor a la tierra natal y la fusión de aspectos políticos, étnicos, folclóricos y con abundancia de ceremonias y rituales) que la convierten en absolutamente personal e inconfundible. En esta película –dedicada a los soldados georgianos y con una estructura narrativa dividida en capítulos– se narra un hecho inspirado en las leyendas de su país y la mencionada estructura –plagada de elementos simbólicos y con una puesta en escena a la que se podría calificar de coreográfica– le otorga al film un carácter fragmentario y una construcción en viñetas en las cuales abundan los localismos. Película abigarrada y por momentos hermética, antes que detenerse en la interpretación de sus distintos elementos cabe intentar aproximarse a su verdadero secreto: la de ser un deslumbrante poema visual, dirigido, antes que al intelecto, a los sentidos del espectador. (Jorge García)

20.10hs: Horizontes contemporáneos

Balasto, de Lance Hammer, EE.UU., 2008

96’/ +13

Cortometraje: Elsa la rosa (20’), de Agnès Varda, 1965

Una ópera prima formidable y uno de los pocos films independientes estadounidenses recientes que mantiene el valor semántico de un término destinado al marketing. Balasto circunscribe su drama seco a la reconstrucción existencial y material de tres personajes, un adolescente, su madre y su tío, después que el hermano mellizo de este último muere y como respuesta el tío intente suicidarse, mientras que el joven, ahora sin padre, parece tentado de unirse a la vida criminal juvenil del delta del Misisipi. Así descripto parece un film lúgubre, pero el legítimo humanismo de Balasto y su inteligencia formal traspasan los lugares comunes del género y ofrecen un retrato de la resiliencia como una capacidad concreta de la vida humana. Lance Hammer consultaba Notas sobre el cinematógrafo de Bresson durante el rodaje, lo que explica el poderoso trabajo sobre el sonido, aunque su modo de concebir la interacción entre naturaleza y personajes remite por momentos a los hermanos Dardenne, una influencia ostensible durante toda la película de este arquitecto devenido en cineasta. (RK)

22.00hs: Horizontes contemporáneos

El romance de Astrea y Celadón, de Eric Rohmer, Francia, 2007

109’ / ATP

Cortometraje: Placeres de amor en Irán (6’), de Agnès Varda, 1976

Posiblemente la última película de uno de los maestros indiscutibles de la Nouvelle Vague francesa. Eric Rohmer, a los 87 años, inspirado en una novela de más de 5.000 páginas del siglo XVII de Honoré d’Urfé, sobre una historia de amor que transcurre en el siglo V y cuyos personajes son ninfas, druidas y pastores, demuestra cuán original y provocativo puede ser su cine. Una advertencia en el inicio sobre la imposibilidad de rodar la película en los escenarios naturales e históricos debido a que hoy son espacios urbanizados y modernos indica una preocupación misteriosa: ¿no es acaso el procedimiento normal y característico de cualquier película de época? Si el cine de Hollywood reconstruye los decorados pero sus personajes se comportan como sujetos de nuestro tiempo, aquí Rohmer, austero y brillante, intenta reconstruir la experiencia total del mundo como si efectivamente la película transcurriera en el siglo V. ¿Cómo sonaría la naturaleza en ese siglo? ¿Cómo habría de ser la juventud en tiempos tan pretéritos? La sensualidad domina pero se ajusta también a un discurso sobre los orígenes de la civilización occidental, a menudo introducido por una exégesis de pinturas de la época, aunque la universalidad de su tópico, un romance puesto en peligro por un conjunto de malentendidos, puede ser contemporánea y ser leída, por consiguiente, como una objeción a ese lugar común que concibe el presente como un tiempo menos prejuicioso que cualquier época remota. Una película que no envejecerá nunca, una película intempestiva. (RK)

00.15hs: Horizontes contemporáneos

El cielo de Suely, de Karim Ainouz, Brasil, 2006

90’ / +16

Cortometraje: La gota (4’), de Osamu Tazuka, Japón, 1985

La segunda película del director de Madame Satã no posee la radicalidad política y estética de su ópera prima, pero Ainouz sigue demostrando que es el director más interesante de su país. Aquí no se trata de un personaje casi mítico y pretérito, sino de una mujer cualquiera que regresa con su hijo pequeño a su pueblo natal del norte de Brasil, tras un paso poco feliz por San Pablo. Es el Brasil de Lula, que, a pesar de su mandatario, sigue siendo un país desigual. Si ya no se puede avizorar una utopía colectiva, quizás todavía se pueda concebir una utopía privada. Es ése el deseo de Suely: su “cielo” implica irse del retraso regional en búsqueda de algo que trascienda la mera supervivencia, aunque pueda perder un amor, una familia e incluso a su propio hijo. Ainouz tiene un sentido preciso de la geografía, y entiende perfectamente el vínculo entre contexto y subjetividad. Como de costumbre, extrae lo mejor de su elenco, y posee una concepción del tiempo y el sentido del plano que evidencian un cineasta maduro. En ese sentido, el último plano de la película es paradigmático, plano que remite al aforismo de Godard: lo que importa en el cine es saber cuándo y por qué hacer durar y finalizar un plano. (RK)

CUARTA SEMANA

MIÉRCOLES 27

15.30hs: Los rusos

El espejo, de Andrei Tarkovski, Rusia, 1975

108’ / +13

Mediometraje: Elegía oriental (43’), de Alexander Sokurov, Rusia-Japón, 1996

El espejo de Andrei Tarkovski es una película visualmente trascendental y artísticamente profética y autobiográfica sobre la inocencia perdida y el desamparo emocional. Con ritmo lánguido, desprovista de un orden cronológico, expone un montaje de la vida moderna, de recuerdos personales, secuencias de crónicas históricas y sueños. El espejo es un viaje introspectivo a través del curso de la existencia humana, la esperanza y la desesperación, el éxito y la fragilidad: la transmisión televisiva de un hombre joven que aparentemente es curado de su tartamudez con hipnosis; una esposa abandonada (Margarita Terekhova) que le sigue la corriente a un médico de pueblo que ha perdido su camino; la discusión sobre la custodia de un niño entre un narrador sin rostro (Innokenti Smoktunovsky) y su ex esposa; un joven precoz que pone a prueba la paciencia de su instructor militar (Yuri Nazarov). Intentar componer con estas imágenes un argumento coherente o una conclusión universal carece de importancia. Después de todo, El espejo es una reflexión sobre la aflicción del alma de Tarkovski: su búsqueda de espiritualidad, conexión, Verdad, expresada a través de imágenes indelebles que definen inevitablemente nuestras propias vidas imperfectas, sin embargo, triviales y mundanas. Andrei Tarkovski encubre deliberadamente el tiempo recurriendo a los mismos actores para retratar las dos fases de la vida del narrador: el niño sin padre que intenta llegar a su madre distraída, y el padre distante incapaz de relacionarse con su introvertido hijo. Se intercalan noticias anacrónicas del mundo para procurar una referencia ambiental y cambios de tonos. La estructura del film se desarrolla constantemente a través de flashbacks y flashfowards, definidos por cambios cromáticos. Lo cual resulta en una película temáticamente cíclica, que refleja los modelos de alienación y desolación emocional del narrador. La ausencia de un orden lógico en la película suscita una reacción visceral en los espectadores: saber que hemos experimentado la verdad en toda su belleza intoxicante y nostalgia desesperada… y tal vez una breve conexión con el artista mismo. (Acquarello)

18.00hs: Clásicos para un canon

El camino de las hienas, de Djibril Diop Mambéty, Senegal, 1973

85’ / +13

Cortometraje: Borom sarret (20’), de Ousmane Sembene, Senegal, 1966

La ópera prima del director senegalés Djibril Diop Mambéty es uno de los grandes films africanos y ciertamente el más experimental de todos. Notable en su concepción y formalmente maravillosa, la película se circunscribe a seguir las desventuras cómicas de un joven motociclista y antiguo pastor (Magaye Niang) que se involucra en crímenes menores en Dakar mientras intenta escapar a París con la mujer que ama. Lo que convierte al film en objeto de interés formal son las secuencias fantasiosas en la que la pareja se proyeta en París y en otros lugares. (JR)

20.00hs: Horizontes contemporáneos

Somers Town, de Shane Meadows, Reino Unido, 2008

71’ / ATP

Cortometraje: Muerte y transfiguración (30’), de Terence Davies, Reino Unido, 1983

“Hay una gema en la piedra que han tirado. Hay una veta de oro puro” se puede escuchar en la canción que abre este film menor pero honesto y reluciente, comisionado por una compañía europea de trenes con el fin de promocionar sus viajes, que elude tanto la propaganda como los lugares comunes del típico drama social del realismo inglés de Ken Loach, incluso en su última incursión populista y fantástica de Buscando a Eric. Aquí, dos adolescentes se hacen amigos en las calles de Somers Town; uno proviene de Nottingham y llega a Londres completamente solo; el otro es inmigrante polaco y vive con su padre. Tras un robo, los dos chicos se encuentran y empiezan a compartir su tiempo; los dos están solos, aunque un vendedor de reposeras y una camarera francesa funcionan como reparo y deseo, respectivamente, en sus vidas. Nada particular o dramático sucede en Somers Town, pero pocas películas capturan la secreta ansiedad y angustia que experimenta cualquier adolescente, más allá de que éstos representen no solamente una generación sino también una clase social específica. Sin embargo, el tono que le imprime Shane Meadows al film dista de ser sombrío: es más bien melancólico y cómico, como si sesgadamente se estuviera homenajeando a Chaplin, y no sólo porque casi en la totalidad de su metraje el film transcurre en blanco y negro. Los planos extensos que suelen componer este relato en las antípodas de Harry Potter (si se trata de películas sobre adolescentes) se colorearán en los últimos cinco minutos del film, momento en donde se materializa la única esperanza al alcance de sus personajes, lo que sugiere un particular tipo de magia que nada tiene que ver con la metafísica y la hechicería sino más bien con el deseo y la imaginación. (RK)

22.05hs: Horizontes contemporáneos

Sonata de Tokio, de Kiyoshi Kurosawa, Japón, 2008

119’ / +13

Cortometraje: Autorretrato (13’’), de Osamu Tezuka, Japón, 1988

Narrativamente impredecible y estéticamente sobrio, el film de Kurosawa concentra su relato en la secreta pauperización de la clase media japonesa; la institución elegida es una familia, constituida por dos hijos, esposa y el espantoso concepto, aquí pertinente, de jefe de familia. El más pequeño todavía está en la escuela, mientras sueña con aprender música. La mirada de Kurosawa es micropolítica y estructural. El Tokio de Kurosawa es despiadado: un hombre de 40 años, en términos laborales, es prácticamente un anciano. En esa ciudad, además, hay ollas populares, y parece ser normal que la visiten los ejecutivos despedidos. Es un orden social piramidal y excluyente. Así descripta, Tokyo Sonata parece ser una novedosa aproximación del realizador al realismo social, y en un principio lo es. Sin embargo, cuando la película se acerca al epílogo, Kurosawa le impone al relato un devenir fantástico aunque contenido. Un conjunto de situaciones inverosímiles (un robo, un hallazgo de dinero, un accidente callejero, una absurda visita a la comisaría) altera inesperadamente la totalidad del registro, una aceleración de la crueldad por vía del absurdo que podrá ser inverosímil pero que está subordinada a una coda extraordinaria, momento en el que el arte se constituye como el único consuelo confiable. Kurosawa hace de la elipsis un efecto sobrenatural. El niño, al que vemos siempre cerrar el piano cuando termina sus clases y nunca vemos tocar, cierra la película interpretando a Debussy. Es un instante sublime, un envés de los silencios totales que acompañan a las escenas más dolorosas de la película. (RK)

00.15hs: Horizontes contemporáneos

los-bastardos.jpg image by cineastaregio

Los bastardos, de Amat Escalante, México, 2008

90 minutos / +18

Cortometraje: Cuarteto para el fin de los tiempos (17’), de Alfonso Cuarón, México, 1983

Los bastardos no está muy lejos de ese universo sórdido y saturado de insatisfacción y resentimiento de clase característico del cine mexicano reciente (Batalla en el cielo, Parque vía), pero elige situar el desencanto de los desposeídos en clave inmigratoria. Es el territorio de Babel, de algunos de sus segmentos más patéticos y más miserables: los que muestran la vida de los mexicanos en Estados Unidos. Pero Amat Escalante, cuya ópera prima Sangre (2005) anunciaba otro talento en ciernes, no comparte ni subscribe ese humanismo global que protege al film de Iñárritu. Los bastardos transcurre en California, y sigue la vida de dos inmigrantes ilegales que trabajan azarosamente en la construcción hasta que un día finalizan su jornada con una noche de catarsis. Escalante tiene buen ojo. El primer plano, de unos 5 minutos, indica que hay un director con una voluntad consciente de proponer una concepción formal específica. La presentación remite un poco a Liverpool, de Lisandro Alonso: todo se ve rojo, un fundido en blanco, otra vez rojo y se escuchan unas guitarras saturadas. Es el anuncio de dos tiros, ambos inesperados, que llevan la película a un espacio simbólico explorado recientemente en Flandres por Bruno Dumont (quien está, entre otros, en la lista de agradecimientos), aunque aquí el estado de guerra está circunscripto al fenómeno migratorio y su violencia concomitante. (RK)

JUEVES 28

17.30hs: Los rusos

La felicidad, de Aleksandr Ivánovich Medvedkin, Rusia, 1934

64’ / ATP

Seguido de

Tierra, de Alexander Dovzhenko, Rusia, 1930

62’ / ATP

La película más famosa y probablemente la mejor, del último y olvidado pionero ruso Alexander Medvedkin (“el último bolchevique” de la película de Chris Marker que lleva ese título). Esta obra maestra surrealista y muda, hilarante y arriesgada, combina el “realismo mágico” de Gogol con lo que podría denominarse una mordaz sabiduría folclórica comunista. Un film que merece ser conocido. La deslumbrante y lírica película de 1930 de Alexander Dovzhenko sobre la vida en una granja colectiva en Ucrania, el último y el mejor de sus films mudos, es una exposición de su panteísmo y poesía en su máxima exaltación. Las composiciones son extraordinarias, las evocaciones sobre la muerte y la transformación social poderosas, el erotismo increíblemente vigoroso. Indudablemente, uno de los grandes films de la cinematografía soviética de todos los tiempos. (JR)

 19.50hs: Horizontes contemporáneos

Luz silenciosa, de Carlos Reygadas, Alemania-México, 2007

131’/ +16

Cortometraje: Recuerdos (6’), de Osamu Tezuka, Japón, 1984

La tercera película de Reygadas, ganadora del premio del jurado en Cannes 2007, posee lo mejor de sus dos trabajos precedentes, aunque aquí su aspiración por “esculpir en el tiempo”, la bella definición de Tarkovski sobre el arte cinematográfico, lo lleve a revisitar la obra de Dreyer, en especial La palabra. En efecto, el Cristianismo, una presencia constante en su cine, alcanza aquí una nueva dimensión teológica. El inicio y el cierre, planos secuencia de un amanecer y un atardecer cosmológicos, constituyen una epifanía visual y sonora. Habrá también un pasaje fundamental de una precisión formal admirable, en el que se visualizará el cumplimiento de la promesa por antonomasia del Cristianismo (y prueba de que existe otro orden metafísico). Todo ello en una película sobre un triángulo amoroso en el seno de una comunidad menonita alemana en el norte de México, un melodrama austero y contemporáneo en el que el personaje principal, buen esposo y padre de familia, habrá de lidiar con la ingobernable lógica del deseo, no siempre dispuesto a canalizarse en un solo objeto amoroso. El cielo, la tierra y el cuerpo, los verdaderos protagonistas de esta película magistral. (RK)

22.15hs: Película de clausura

La Tigra, Chaco, de Juan Sasiaín y Federico Godfrid, Argentina, 2008

80’ / ATP

Cortometraje: Mi padre tiene 100 años (15’), de Guy Maddin, Canadá, 2005

La ópera prima de Godfrid y Sasiaín es una auténtica bocanada de aire fresco dentro de un cine argentino que –exceptuando sus obras mayores– oscila entre películas de denuncia con relativa preocupación por los elementos formales y otras encuadradas dentro de un minimalismo, en ocasiones, abusivo. Ambientado en un pequeño poblado chaqueño, el film narra el regreso desde Buenos Aires de un adolescente luego de seis años de ausencia, quien llega con la intención de ver a su padre –quien se ha ido de viaje, por lo que se alojará en casa de una tía de ascendencia checa– y su reencuentro con una muchacha, compañera de juegos de su infancia. Ambos han crecido, él viene de una ruptura con una noviecita y ella sale con el hijo del carnicero, a la sazón cantante de un grupo musical. Entre los variados méritos de la película hay que destacar la precisión con que se describe el ambiente y la atmósfera de la vida de provincias, aunque su mayor hallazgo es la sutileza con la que se presentan las relaciones entre los distintos personajes, en particular la de los dos adolescentes. Apoyándose en una consagratoria interpretación de sus jóvenes actores, haciendo caso omiso de los clisés y tópicos habituales, con una autenticidad y frescura inusuales y eludiendo rigurosamente las convenciones del plano/contraplano, los realizadores muestran la evolución de esa relación en base a pequeños detalles, diálogos concisos, un adecuado uso de los silencios y los tiempos muertos que no excluyen algunos ramalazos de profunda melancolía y –sobre todo– una utilización de las miradas como hacía tiempo no se veía (y no sólo en nuestro cine). El fuera de campo de los padres, a lo que debe agregarse un final absolutamente abierto, no hace sino reforzar la soledad esencial de los protagonistas, dos adolescentes que habrán accedido, casi sin darse cuenta, a las agridulces sensaciones que provoca el nacimiento del amor. (JG)

00.15hs: Los rusos

4, de Ilya Khrzhanovsky, Rusia, 2005

128’ / +18

Cortometraje: Muramasa (8’), de Osamu Tezuka, Japón, 1984

Escrita por el novelista Vladimir Sorokin, la ópera prima del director ruso Ilya Khrzhanovsky es misteriosa, intrigante y a menudo absorbente; aparentemente transcurre en el presente, pero su tono es futurista y mágico. Tres extraños –una prostituta, un vendedor de carne y un afinador de pianos– se encuentran en un bar y por un buen tiempo dicen cosas diversas sobre quiénes son y qué hacen antes de que cada uno siga su camino; como sucede con ellos, la película toma direcciones disímiles, mientras el carácter extraño y fantasmagórico se acrecienta. Una combinación extremadamente original de imaginación y observación, esta película permanece tan impredecible como sus personajes (lo que incluye algunos perros callejeros) (JR)