OKTOBERFEST 2015 (04): FILMFEST HAMBURG: LA PELÍCULA DEL AÑO REVISITADA

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por - Críticas, Festivales
11 Oct, 2015 11:57 | comentarios

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Por Roger Koza

Poco sabíamos últimamente de Hou Hsiao-Hsien, el realizador chino que vivió casi siempre en Taiwán. En 2007 había hecho un filme que no convencía a muchos, una relectura de un clásico del cine galo: El globo rojo, retitulada como El viaje del globo rojo. Pasaron varios años y se rumoreaba que el maestro venía trabajando en un filme de género. Las películas del wuxia son aquellas de piruetas, espadas y patadas, un género popular en la tradición china. Ang Lee popularizó el género para Occidente (y también lo banalizó) cuando El tigre y el dragón se convirtió en un éxito global. Así, posibilitó que varios maestros del cine oriental contemporáneo hicieran la suya. En todos los casos, fue un fracaso rotundo. La excepción es la película de Hou. En este filme extraordinario, que resulta como encontrarse con la “novedad” de ver una obra maestra del género –como pueden haberlo sido en su momento Vampyr y 47 Ronin–, ningún personaje vuela por los cielos y lo fantástico se apodera de la puesta en escena. Si hay música, es de la misma época en la que tiene lugar la historia (a veces las melodías de antaño están acompañadas por ritmos percusivos electrónicos propio de la música contemporáneas). Y hay que prestar atención, porque apenas se escucha. EL kitsch culto de la música clásica global ha sido descartado. Yo-Yo Ma no toca ni una cuerda.

Antes de hablar sobre lo que pasa visualmente en The Assassin es adecuado insistir en el sonido. La repetición educa imperceptiblemente: en el cine, la audición es coja. Todo suena fuerte y fragmentado, y el silencio resulta una interdicción. Hay una escena magnífica en la que una mujer toca el guqin mientras cuenta una historia que denota el lugar simbólico de la protagonista. El espacio entre una nota y otra es notoriamente extenso, como los movimientos de sus manos. Ese intervalo opera como una reeducación de la escucha. El plano general es además hipnótico, porque los colores, el instrumento y la figura de la mujer constituyen una estampa de un siglo lejano que todavía enrarece más esa forma de trabajar el sonido. En esa escena está desplegado todo un sistema poético que se despega de todo lo que vemos. Silencio y lentitud adquieren otro sentido. Es una purga, una desintoxicación perceptiva.

Habría que decir que The Assassin tiene lugar en la China del siglo IX, y si alguien nos contara que Hou viajó a través de una máquina del tiempo para rodar su película, podríamos creerle. Shu Qi es una asesina entrenada en artes marciales por una monja misteriosa que vive en las montañas. Su misión pasa por liquidar a los hombres de poder que abusan de él. El dilema del personaje es que en cierto momento le tocará matar a alguien con quien está ligado. Una asesina debe desestimar cualquier indicio humanista, tal es el Leitmotiv dominante. Débil o sensible, los sentimientos se impondrán al oficio. Hou, no obstante, no circunscribe el drama a una cuestión íntima; su película enseña los vericuetos y el funcionamiento sinuoso del poder. Ayer fue la dinastía Tang, hoy, quizás, se trate indirectamente de una nueva configuración del poder. Las dinastías de hoy son los grupos empresariales.

Desprovista de primeros planos, la distancia es aquí una regla de registro. Los detalles son esplendorosos. El mobiliario, los objetos, el desplazamiento de los actores en el espacio, el seguimiento lejano de las coreografías de las luchas. Se sabe que Hou nunca daba a conocer a sus actores desde dónde estaba filmando la escena, lo que implica una sorpresa doble: los actores y los espectadores viven sorprendidos. A todo esto, hay que decir que el cineasta ha reinventado la luz, y en especial los matices del color rojo. Los interiores suelen estar alumbrados por velas. Es el siglo IX. Así, Hou ha conquistado dar con las graduaciones del rojo en su camino de transformación al amarillo, combinando vestuario, objetos y figuras humanas con el choque de la luz sobre éstos. Cuando en sus severos aforismos Bresson hablaba de “la fuerza eyaculatoria del ojo”, he aquí una prueba empírica. Visualmente, este film es un orgasmo perceptivo.

* Este texto fue publicado en Ñ durante el mes de mayo 2015.

Roger Koza / Copyleft 2015

Aquí escribí una larga crítica en el primer visionado que hice del film en Cannes 2015:

Aquí escribí una segunda lectura después del segundo visionado.