LA COLUMNA DE KOGER ROZA: LA SELECCIÓN DE FORDLANDIA

LA COLUMNA DE KOGER ROZA: LA SELECCIÓN DE FORDLANDIA

por - Columnas
05 Jul, 2018 10:41 | Sin comentarios
Un homenaje a los "secundarios" en las películas de John Ford, o tan solo una selección de intérpretes que desfilaron en las películas del cineasta estadounidense. El seleccionador no es otro que el misterioso cinéfilo enmascarado, reconocido en todo el mundo por su obsesión acerca del paradero de la calavera de Murnau.

Hay fervor mundialista en el aire y yo más que ver partidos tenía ganas de escribir algo sobre John Ford. ¿Pero qué se puede escribir sobre Ford que ya no se haya escrito? Con él más que con ningún otro director se deja al costado la admiración intelectual y formal de su cine para entablar con la obra una relación puramente emocional. Muchas de las imágenes que más me conmueven de las películas de este gran humanista están habitadas por un grupo de personajes que con el tiempo y el recorrido de la obra fordiana adquieren un aire de familia. Pensé entonces escribir sobre ellos, los actores del “stock company” de Ford, figuras recurrentes que aparecían una y otra vez, en general variaciones de los mismos papeles de reparto, y sin quienes las películas de Ford serían probablemente menos fordianas. Eran unos cuantos, pero en esta columna me limitaré a mencionar sólo una docena.

Jack Pennick es el pelirrojo de rostro aviruelado que en general interpretaba pequeños roles casi sin diálogo, como barman, chofer de diligencia u ocasional secuaz del patotero de turno, aunque sus dos apariciones que enseguida acuden a mi memoria son como el querible Doc de They Were Expendable, cuya fiesta de jubilación del ejército al principio de la película es interrumpida por el anuncio de la catástrofe de Pearl Harbor, y también el férreo teniente que imparte instrucción a un patético grupo de voluntarios en Fort Apache. Pennick es el actor que ostenta más apariciones en los films de Ford y al parecer, además de haber sido el consejero técnico de temas de guerra más confiable del director, era quien se encargaba de depositarlo en su cama después de las noches de borrachera.

Francis era el hermano mayor de Ford. Fue actor, director y mentor de John en sus primeros años en Hollywood, y también quien decidió cambiar el apellido familiar Feeney por el de Ford. Se lo recuerda como el viejito siempre ebrio, en general enfundado en un gorro del ejército de la Unión y aferrado a un botellón de aguardiente, a veces apareciendo en roles de cierto peso, como en The Informer o en The Sun Shines Bright, pero casi siempre como comic relief, notablemente como el anciano postrado que sale disparado del lecho para no perderse la pelea en The Quiet Man. Alguien debería algún día contar la historia del feudo entre los dos hermanos desde el punto de vista del viejo Francis, marginado durante décadas por la estrella de John en el arte que él le enseñó, obligado a interpretar una y otra vez borrachines paródicos por un nimio arancel.

Ward Bond es uno de los más conocidos de esta lista, ya que supo brillar en otras películas clásicas no dirigidas por Ford, como It’s a Wonderful Life. Un tipo fornido, con cara y porte de matón, Bond era conocido en Hollywood como un furioso anticomunista, ultraconservador de derecha, antisemita y alcahuete, aunque en las películas de Ford solía interpretar personajes más ambiguos e interesantes, a veces hasta parodiando al director, como en The Wings of Eagles. En uno de los grandes momentos de The Searchers, haciendo de un fantoche de galera que es a la vez sheriff y reverendo, Bond advierte involuntariamente un gesto de ternura entre John Wayne y su cuñada. Su reacción clavando la mirada fuera de cuadro mientras Wayne y la mujer de despiden, no solamente es uno de los picos emocionales de la película, sino una gran muestra del uso del montaje interno de Ford.

John Qualen interpreta casi siempre un inmigrante escandinavo, inocentón, obstinado, efusivo e idealista. Con un rostro de roedor y la voz chillona, tiene apariciones inolvidables en The Grapes of Wrath como el porfiado hombre de familia que se rehúsa a que lo desalojen del terruño, y en The Searchers, haciendo del padre de Vera Miles que, aún siendo analfabeto, se pone los anteojos mientras su hija lee las cartas de su prometido, aunque mi favorita personal es como el marinero de The Long Voyage Home que al final de cada frase vocifera “By devil!” agitando el puño al aire.

Victor McLaglen es quizás el más memorable de este plantel, el paradigma del irlandés fordiano por excelencia, pese a haber nacido en Inglaterra. Protagonista de algunos films de Ford de la preguerra (por The Informer recibió el Oscar al mejor actor), su inclusión en este listado es más por los roles secundarios que interpretó en la trilogía de caballería de Ford. En esas películas McLaglen hace personajes farsescos, el soldado leal al cuerpo militar, recio, desaliñado y querible, que pese a ser veterano del ejército nunca llegó más lejos del rango de teniente, con igual debilidad por la botella que por agarrarse a trompadas. Las peleas son teatrales, de slapstick casi, e incluyen una breve pausa para beber una copa. Tanto las grescas, como el impostado acento irlandés de McLaglen, como el modo en que la soldadesca cabalga cantando un popurrí de marchas militares, son deliberadamente artificiales, y sin embargo este énfasis no debilita, sino que potencia el efecto dramático y emocional de esos films.

Harry Carey jr. era el colorado de pelo enrulado que en general hacía del rival bodoque con quién el joven galán de turno competía por la chica en disputa. Carey jr. era hijo de Harry Carey, la estrella de los westerns mudos de Ford, y como muchos otros integrantes de esta selección tenía un pasado militar, más específicamente en la marina. Se lo recuerda por su ataque de ira haciéndose matar por los indios en The Searchers y como uno de los tres bandidos buenos en la alegórica Three Godfathers. Muchas de las anécdotas sobre Ford dentro y fuera del set que hoy conocemos fueron contadas por Carey jr., quien sostenía que contrario a lo que se cree, el director era un hombre dócil y sensible con un interés platónico por el machismo irlandés que a menudo retrataban sus películas.

Arthur Shields era irlandés genuino y en su currículum consta el haber participado como voluntario del famoso levantamiento de la Pascua de 1916 en Dublín, que fue un preludio de la independencia de Irlanda. De linaje teatral, Shields solía interpretar personajes de tono más realista y de naturaleza más aplacada y contenida que los que hacía su hermano mayor Barry Fitzgerald. Además de hacer del cura protestante en The Quiet Man, Shields ingresa en el olimpo fordiano por su rol como el doctor de “She wore a yellow ribbon” obligado a realizar una operación dentro de una carreta en marcha en medio de una tormenta eléctrica.

El hermano de Shields, Barry Fitzgerald, es otro de los grandes íconos del cine de Ford. Un tipo retacón, bigotudo, en general vivillo o chanta, que a diferencia de su hermano menor solía actuar papeles de tono más grotescos, impostando el acento irlandés hasta la parodia, a la manera de McLaglen, y promoviendo involuntariamente ese cliché de irlandés leprechaun pícaro y querible, bebedor, peleador y siempre al acecho para tomar un trago de arriba o manguear unos pesos. Muchos irlandeses de Irlanda detestan el arquetipo romantizado de la isla y el isleño, construido muchas veces desde la nostalgia del exilio y amplificado por la cultura de Hollywood. A Fitzgerald lo recordamos dándole lecciones de box a Roddy McDowall en “How Green Was my Valley” y como el casamentero bufón y militante del IRA que escolta a John Wayne y Maureen O’Hara durante su cortejo en “The Quiet Man”.

Hank Worden combinaba estudios de ingeniería con proezas en el circuito de rodeo y trabajó a las órdenes de Ford más de una decena de veces. Era un tipo esmirriado y calvo, con aire de loco y un hablar aletargado, como un John Malcovich sin pedigree. Su aparición inolvidable en el universo fordiano es como Mose Harper, el rastreador de indios que secunda a John Wayne en The Searchers y que sueña con tener su propia mecedora junto a la chimenea. Hay algo de fool shakespeariano en este personaje-arquetipo que, con las variaciones del caso, aparecía con frecuencia en la filmografía de Ford.

Andy Devine es otro de estos fools shakespearianos, recordado por su voz disfónica como conductor de diligencia parlanchín en Stagecoach y sheriff temeroso en The Man Who Shot Liberty Valance. Sus personajes funcionan a veces como comic relief o como vehículos para bajar información de trama, o simplemente encarnan vicariamente los sentimientos del espectador. Durante el rodaje de Stagecoach, Devine confrontó a Ford con una réplica que no fue de su agrado y este no le habló por 6 años ni le volvió a dar un papel por más de 20. Así de jodido era Ford.

Thomas Mitchell es probablemente el mejor actor de todos estos que estamos nombrando, lo que no es poco. Con la mirada intensa y penetrante, el rostro sudoroso y sin afeitar, el cabello despeinado y el omnipresente cigarro, su Doc Boone en “Stagecoach” define un tipo que se repite varias veces en Fordlandia: el doctor alcohólico y paria que escupe verdades y sabiduría, a quien pocos toman en serio, y que en algún momento deberá poner a prueba sus capacidades profesionales. Mitchell ya había hecho para Ford otro borracho en esa tónica en The Hurricane y haría más borrachos para Capra y hasta para Fritz Lang. Además, era uno de los pocos que se le plantaba a Ford y sobrevivía para contarlo.

Cierra esta selección Ben Johnson, a quien Ford le dio oportunidad de actuar tras muchos años como doble de riesgo en westerns. Aparece en dos films de la trilogía de la caballería, jineteando con una destreza que por momentos parece transformar la acción de cabalgar en algo abstracto, como ocurre con las corridas con accidentes de Buster Keaton. Aunque a este cowboy de ojos somnolientos a lo Robert Mitchum Ford lo consideraba el mejor jinete que había visto, no vaciló en ponerlo en su lista negra por una década luego que Johnson lo mandara al diablo en un rodaje cansado de su maltrato. Su mitología como figura del western, iniciada por Ford, tendría su gran consagración en la fordiana película de Peter Bogdanovich “The Last Picture Show”, por la que Johnson recibió un Oscar.

Fotogramas: 1) Barry Fitzgerald y John Wayne en The Quiet Man; 2) Francis Ford, en The Quiet Man; 3) Andy Devine en Stagecoach; 4) Victor McLaglen en The Informer; Harry Carey jr. en The Searchers. 

Koger Roza / Copyleft 2018

Entregas previas de La columna de Koger Roza

1. La obra maestra que Dreyer no pudo hacer (leer aquí)

2. El hielo y el infierno (leer aquí)

3. Rayo misterioso (leer aquí)