JERSEY BOYS: PERSIGUIENDO LA MÚSICA / JERSEY BOYS

JERSEY BOYS: PERSIGUIENDO LA MÚSICA / JERSEY BOYS

por - Críticas
28 Jun, 2014 11:20 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

JINETES DEL SONIDO

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Jersey Boys: Persiguiendo la música / Jersey Boys, Estados Unidos, 2014 

Dirigida por Clint Eastwood. Escrita por Marshall Brickman y Rick Elice

*** Hay que verla

Una película singular y feliz, excepción en una cartelera abastecida por una única fábrica de sueños que lanza películas desangeladas como jeans en serie. 

No sería desacertado pensar en un brindis a la salida de las proyecciones de Jersey Boys: Persiguiendo a la música, el último film del octogenario aunque juvenil Clint Eastwood. Los espectadores se mirarían a la cara, compartirían su felicidad y repasarían los buenos momentos vividos en la sala. Dado que vivimos en una época en la que la sordidez, la tragedia, la perversión y la imbecilidad de los superhéroes y vampiros pasan por cine arte y cine de espectáculo, ver un film que afirme legítimamente la vida es una auténtica rareza. ¿Hace cuánto tiempo no se veía un pasaje tan feliz como el de los créditos finales de este film esplendoroso? Supongo que desde Zatoichi, de Takeshi Kitano.

Jersey Boys dista de ser perfecta, aunque la elegancia es constante y el crescendo emocional se sostiene hasta los créditos finales. Se dirá que es tan sólo un film sobre Frankie Valli y el grupo Four Seasons, y por tanto un film menor de Eastwood. A veces, las grandes películas son las que renuncian a serlo. Esto no es Río místico, por suerte.

Estos músicos pueden resultar desconocidos, pero sus hits seguramente forman parte de nuestra memoria musical (dos compases de “Can’t Take your Eyes From You” o de “Sherry” serían suficientes para demostrarlo). De todos modos, si bien es un film sobre el nacimiento de un género musical, el tema central pasa por el espíritu de camaradería y el ejercicio de una ética de la lealtad.

Nueva Jersey es una especie de periferia simbólica. De ahí vienen Frankie, Tommy DeVito y la mayoría de los miembros de la banda, que cada tanto mirarán a cámara y anticiparán los eventos por venir, un procedimiento que, a pesar de las asociaciones que han citado mis colegas, habría que remitirse al teatro de Shakespeare. La historia arranca a principios de la década de 1950; Eastwood, con pocos recursos, se las ingeniará para que todo luzca tan real como inconmensurable para nuestra mirada incrédula. A la distancia, los comienzos de la industria del espectáculo y los orígenes de la televisión resultan de una candidez inimaginable. Después de un par de asaltos fallidos y alguna estadía breve en la cárcel, los muchachos de Jersey formarán la histórica banda. Frankie llevará el falsete a una dimensión hiperbólica y la tardía incorporación del compositor Bob Gaudio sabrá embellecer esa particular técnica vocal. (Una de las grandes escenas del film reside en este encuentro. Un instante cuidado por Eastwood, incluso musicalmente: los músicos se suman de a poco y armonizan con las notas que Gaudio toca en el piano. Los dedos del bajista coinciden con las notas que toca)

Lo que sigue de ahí en adelante es conocido: la lenta construcción del éxito, la incompatibilidad de la vida familiar con la carrera profesional, los conflictos de poder en una banda y, en este caso, una peculiar relación con la mafia. Todas las apariciones de Christopher Walken como Gyp, un mafioso distinguido y culto, son sublimes. De 1950 a 1990, pasará de todo.

Si bien Eastwood acelera el relato en el último cuarto de película y los acontecimientos quedan desbalanceados, todo fluye como en los viejos tiempos del cine clásico. Algunas escenas son estupendas, como la secuencia en la que se sugiere la genealogía de “My Eyes Adored You”, que explica cómo Frankie intentaba conjurar su ausencia frente a su hija Francine, o el extraordinario momento en el que Gyp, la banda y otro mafioso encuentran la forma de pagar las deudas que Tommy tomó en nombre de todos. Timing, precisión dramática, diálogos precisos, sentido del espacio. Si bien el clasicismo es la regla, Eastwood se permite algunos movimientos de cámara notables, como por ejemplo en ese plano grúa que empieza en la calle y alcanza hasta el cuarto o quinto piso del edificio de una discográfica.

El punto débil de Jersey Boys pasa por dejar la Historia estadounidense en un total fuera de campo, lo que resiente el relato porque destituye un poco su verosimilitud, como si se tratara de un cuento de hadas para varoncitos. Pero las virtudes del film de Eastwood son tantas que este ostensible desacierto se compensa por el democrático amor a sus personajes, el creciente volumen existencial del relato, los modos de filmar la experiencia musical como un trabajo colectivo y una finísima clarividencia para (de)mostrar que la felicidad es tan sólo una nota ocasional que se repite cada tanto en la medida en que haya ensayo y compromiso.

Esta crítica fue publicada en otra versión en el diario La voz del interior durante el mes de junio 2014

Roger Koza / Copyleft 2014