EL MAL AUSENTE

EL MAL AUSENTE

por - Ensayos
25 Sep, 2019 09:00 | comentarios
Una conjetura antes del estreno de la ganadora de la última edición del Festival de Venecia.

Será tarea de sociólogos o de historiadores de la cultura del futuro establecer cuáles eran las conexiones entre la obsesión evidente en las dos primeras décadas del siglo XXI por lanzar un film sobre superhéroes por mes y una ciudadanía mundial dispuesta a esperar cada una de esas películas como si se tratara de un acontecimiento cósmico. La última prueba al respecto fue la llegada de Avengers: Endgame. La muerte de Tony Stark se sintió como la pérdida de un hombre querido por todos, una figura de la vida contemporánea para la que no se halla tan fácil una sustitución posible, como sucedió entre nosotros con la muerte del Flaco Spinetta.

En las películas de superhéroes sucede algo curioso con la representación de la ciudadanía. La contienda entre buenos y malos está circunscripta a la relación de los héroes y los antihéroes, con lo cual las contradicciones y la puja de intereses en el corazón de cualquier sociedad son desplazadas por esa batalla entre quien cuida la sociedad y quien la amenaza. Esa operación imaginaria es mágicamente humanista: la ciudadanía es un conjunto de hombres y mujeres que llevan vidas normales, potencialmente inocentes y lejos de las vilezas y mezquindades de los superhéroes, una mayoría silenciosa a la que se le debe prestar protección.

En ese sentido, la fantasía implícita en esta representación simbólicamente recurrente es que el sistema (capitalista) de las sociedades en el universo de los superhéroes merece siempre perpetuarse, como si las fallas del sistema estuvieran en las patologías de sujetos específicos que gozan con la destrucción del orden social por un deleite perverso y un eventual resentimiento pretérito que los mueve. En otras palabras, el costado conservador de las películas de superhéroes consiste en maquillar su aversión a cualquier transformación radical del orden vigente, porque el principal organizador simbólico de estas películas no es otro que la restauración del orden frente a cualquier tipo de amenaza.

Esto explica el inesperado premio mayor para el film de Todd Phillips Guasón en la última edición del Festival Internacional de Cine de Venecia. Es muy probable que el director del festival y sus programadores hayan decidido incluirlo para concentrar el interés de la prensa mundial en el evento, conjeturando que nunca iba a ganar un film de esta naturaleza, y menos aún con un jurado presidido por Lucrecia Martel, una cineasta cuyo cine poco tiene que ver con la poética de las películas de superhéroes. Menuda sorpresa fue la vindicación estética que se le otorgó al Guasón.

La justificación de Martel explica muy bien la razón que debe haber esgrimido y sostenido frente a otros miembros del jurado en una selección que contaba con un film notable como Martin Eden, del magnífico cineasta italiano Pietro Marcello, una película más cercana al universo cinematográfico de Martel. Esto declaró, con convicción y énfasis. “Me parece remarcable que una industria que se preocupa por los negocios tomara el riesgo de hacer esta película, hecha para la taquilla pero que es una reflexión sobre los antihéroes y en donde el enemigo no es un hombre, es el sistema”.

En menos de dos semanas, los espectadores de Argentina podremos ver este film que, concebido en el corazón del sistema, parece sugerir que el sistema es decadente e injusto. Es probable que no llegue a clamar por una revuelta, pero sí a afirmar que el Guasón es uno de nosotros, un miembro sufrido y exhausto de la mayoría silenciosa que subsiste como puede bajo ciertas coordenadas económicas y sociales que convierten a la existencia en un padecimiento interminable. El personaje encarnado por Joaquin Phoenix, simplemente, se cansó y dijo basta.

Este texto fue publicado por el diario La Voz del Interior en el mes de septiembre 2019. 

Roger Koza / Copyleft 2019