EL COMPROMISO CON LA VERDAD

EL COMPROMISO CON LA VERDAD

por - Ensayos
12 Ago, 2020 12:59 | comentarios
Una declaración de principios sobre la relación del cine con la verdad.

A Pablo Baur

El término parece pertenecer a un vocabulario vetusto, ya perimido, como si la palabra “verdad” no fuera del castellano, sino del latín, ese idioma al que se le decretó su muerte y se dejó aun de enseñar. Es probable que en un departamento de epistemología el término en cuestión perviva, pero no más allá de ese emplazamiento del saber. Pero ¿es la verdad acaso un problema epistemológico? ¿Solamente?

Decir la verdad, pensar en la verdad, querer filmarla. He aquí un programa intempestivo para los cineastas de lo real de nuestro tiempo, época del espectáculo general sin interrupciones ligado a la fabricación de signos y a la circulación de estos teñidos de verdad, no sustentado por un trabajo de constatación entre lo que se dice y sucede, sino entre lo que se dice y se quiere. El empirismo no es una sensibilidad de la época, pues nada de la realidad parece poder desmentir la voluntad de poder que se organiza como noticia y una objetividad inexistente. Repitámoslo, a pesar de que la idea suene extraña: filmar la verdad.

Joris Iven en Vietnam

Llevar adelante un estudio teórico y práctico sobre el documental contemporáneo implica una confrontación con los modos imperantes de nombrar los acontecimientos y a sus agentes. ¿Cómo filmar hoy la injusticia, los gestos de solidaridad, las palabras de benevolencia, la honestidad? ¿Cómo desenmascarar a los canallas sin asociarse a la vergonzosa estética del escrache? ¿Cómo ir con una cámara a detectar el mismísimo instante en el que se burla un acuerdo, se traiciona una promesa y se decide darle la espalda a un hombre o a una mujer que sufre? ¿Qué estética emplear para dejar registro de que un grupo humano es capaz de organizar y vindicar una experiencia de justicia? Dicho de otro modo: ¿cómo deshacerse de la lógica del espectáculo, que ha corroído las potencias emancipadoras de la prensa y el rol de la crítica que se le suponía propia? ¿Cómo indagar sobre los meandros del espíritu humano, que no se llegan a visualizar en los múltiples modos en que los hombres y las mujeres de una sociedad se expresan de la esfera pública?

Un posgrado de cine documental contemporáneo, como el que aquí se ofrece, no puede desligarse del tiempo al que pertenece. Frente a eso, todo el esfuerzo por pensar la relación de la estética con lo existente y las formas de establecer una relación entre el cine y lo real debe orientarse a destituir el cinismo ubicuo con el que se producen las imágenes de nuestra realidad. Para participar en el engaño o para perpetrar los discursos del delirio y el odio que pueblan el orden simbólico y lo revisten de verosimilitud, existen otras carreras y otras instituciones. Nuestra orientación es otra, nuestro compromiso también.

Es que creemos que el cine es una forma venerable de buscar la verdad y también de atender a lo que no se puede mirar y escuchar con facilidad, por motivos tan diversos como la enajenación, la timidez, la represión, la maldad, la conveniencia. Un cineasta de lo real que se precie de tal ama disponer su propio ser al servicio de lo que pueda acopiar con su cámara frente a un fenómeno y una experiencia ajenos. Ir a filmar algo o a alguien implica constituir un método por el que se tiende hacia una otredad para ganarse el derecho al registro. Filmar no es necesariamente imponer, doblegar y hacer confesar; es, más bien, preparar una zona de verdad en la que pueda más tarde irradiarse una experiencia de un tiempo y un espacio desprovista de intereses no confesables. En efecto, no se tiene la verdad, más bien se intenta rodearse de esta, incluso cuando no sepamos qué es exactamente. Como mínimo, sí, una intuición: todo aquello que se resiste a los caprichos personales o de un grupo ya da lugar a algo que no pertenece a nadie y que a su vez puede ser filmado. Por ahí se empieza, allí reside la ética de la estética.

Es extraño decir todas estas cosas a propósito de una experiencia pedagógica destinada a explorar el cine documental. Y, sin embargo, ¿cómo no decir algo así? Sería faltar a la verdad omitir esta declaración, sería abdicar, además, y en cierta forma traicionar, la intuición que cineastas como Jonas Mekas, Joris Ivens, Jean Rouch y tantos otros y otras advirtieron como decisiva detrás de esa invención, hoy democratizada y ya incrustada en los teléfonos, llamada “cámara”. Esa invención tecnológica y el lenguaje que evolucionó con esta han erigido engaños y distracciones, pero también han dejado constancia del horror y de los tenues episodios de esperanza de nuestro mundo. La verdad necesita de cineastas. Ojalá podamos ayudar a que ese encuentro sea posible.

Este texto fue comisionado Federico Robles, director del Posgrado en Documental Contemporáneo de la Universidad Blas Pascal, Facultad de Comunicación de la Universidad Nacional de Córdoba y Cineclub Municipal Hugo del Carril.

Para mayor información dirigirse a esta dirección: aquí.

Fotograma de encabezado: Welfare (Wiseman, 1975)

Roger Koza / Copyleft 2020