EAMI

EAMI

por - Críticas
13 Jun, 2022 11:15 | Sin comentarios
Empezó alguna vez, varios años atrás, con Hamaca paraguaya. No se detuvo desde entonces, hizo varias películas y en enero de este año presentó Eami en Rotterdam. Que Paz Encina haya ganado en ese festival el máximo premio es circunstancial. Lo que importa es Eami y el conjunto de su obra, que iluminan a través del cine la historia de Paraguay.

LOS SIGNOS DE LOS OTROS

Hermosa incomodidad para los coñone es Eami. El sustantivo plural en ayoreo refiere literalmente a los insensibles. En la historia de los ayoreos la connotación es inequívoca: los coñone son los que han llevado casi a la extinción su forma de vida. Al tratarse de una película que se mimetiza con la visión de lo sensibles, los habituados a la retórica del cine contemporáneo podemos ser involuntariamente coñone cinematográficos. Ese es el desafío de cualquier espectador frente a Eami; estar dispuesto a doblegar la insensibilidad.

Hermosa Incomodidad, sí, porque la prosa de Eami es demasiado volátil e indeterminada, incluso cuando una voz ordena el relato y lo que narra no requiere conocimientos previos ni una atención especial. El inconveniente reside en que la película se propone dejar constancia de una forma de vida que ha sido erosionada, lo que significa también imaginar un territorio antes de que haya sido devastado, como también volver a oír una lengua que tiene sus nombres y transmite creencias inusuales antes de ser acallada. El propósito no es otro que reestablecer cinematográficamente la historia reciente de los ayoreos plasmando una visión y una memoria. Si el film puede hacerlo se debe a que conjura el exotismo y conquista una sensibilidad en sintonía con la experiencia de los damnificados. No traduce un mundo a planos, más bien lo impregna. Y es un mundo lejano.

La cineasta paraguaya Paz Encina comienza por el origen mismo. El plano inicial está oscuro, como lo estuvo el universo en tiempos inmemoriales. La luz llega tarde, porque primero fue el sonido, el aliento del todo, del que irrumpió el viento y después el canto y así hasta el despliegue de un todo inagotable. Como en tantos otros relatos cosmogónicos, de la oscuridad primigenia surge lentamente un cosmos que deviene múltiple porque la sustancia inicial se transforma, se fracciona, se multiplica. Este movimiento del espíritu del mundo es el procedimiento creativo de la propia película.

Para invocar ese otro tiempo sin tiempo basta sostener un plano fijo que revele qué tiene para mostrar: primero el ubicuo sonido del monte en todo su esplendor, después la introducción de una cosmogonía narrada a través de una voz femenina en plena consonancia tímbrica con la musicalidad del ecosistema. Es un plano extenso, misterioso, vigoroso, interrumpido por dos planos consecutivos decisivos: el primero está enrojecido, porque hubo incendios, porque el monte dejó de ser cobijo de todos y ahora tiene dueño y se explota. Es una escena nocturna y de fuga. Entre las ramas de los árboles, en el fondo lejano del plano se pueden divisar varias figuras de mujeres que escapan de los latifundistas que vienen a arrasar con todo. El plano siguiente se limita a mostrar en la noche una camioneta, cercos y una tranquera. Esta serie primera de encadenamientos en tres planos condensa un drama y un episodio en la historia de los ayoreos. Es también el funcionamiento de una poética. 

No se explicita con fechas lo que ha sucedido en el Chaco paraguayo (y boliviano), porque la conquista y los modos de apropiación se dispersan en el tiempo. ¿Quiénes fueron? ¿Los españoles? ¿Los alemanes? ¿Los vecinos? En dos o tres ocasiones, una mujer de tez blanca, vestida con una indumentaria que remite a otro siglo, aparece en Eami. En un momento se nombra a los menonitas. También se ven frecuentemente a muchos hombres armados. La dispersión de la información es programática. El mejor ejemplo reside en la inclusión de un enigmático plano de video que rompe completamente con la textura de las imágenes y que lleva una fecha: 17 de noviembre de 1994. Es un signo lanzado que se conjuga con otros y que aluden a la evanescencia de los ayoreos.

Todo el relato se circunscribe a la memoria de una niña que ha sobrevivido, asistida por un brujo o encarnación mitológica, niña que es más que una niña, pues también puede ser espíritu de la montaña o la intérprete de la voz de su gente. Lo que cuenta deja entrever el modus operandi de los coñone y también los efectos sobre ella y los suyos. Pero no solo eso, porque Eami también revela otra forma de mirar el viento, el monte, los ríos y la tierra, una experiencia inconmensurable que solamente el cine puede intentar traducir en planos. Y Encina es una traductora prodigiosa. 

***

Eami, Paraguay-Argentina-Alemania-Holanda-Francia-Estados Unidos, 2022.

Escrita y dirigida Paz Encina.

***

*Publicada por Revista Ñ con otro título en el mes de junio 2022.

Roger Koza / Copyleft 2022