CRITICAS BREVES (07): HOLY MOTORS

CRITICAS BREVES (07): HOLY MOTORS

por - Críticas, Críticas breves
27 Nov, 2012 04:03 | comentarios

**** Obra maestra  ***Hay que verla  **Válida de ver  * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor

Por Roger Koza

Holy Motors, de Leos Carax, Francia, 2012 (****)

¿La película del año? Entre las cinco mejores, sin duda. Holy Motors, de Léos Carax (Los amantes de Pont-Neuf), con el protagónico de Denis Lavant, fue la película cinéfila del último festival de Cannes. Todos reconocían los guiños, y si bien para muchos acreditados la película podía parecer un delirio, era bastante evidente el subtexto: film sensible, libre y feliz sobre el cine como motor de los sueños y los deseos. Como en un sueño, justamente, un sujeto no identificado, interpretado por el propio Carax, encuentra una puerta mágica en su propia casa que lo conduce a una sala de cine. De allí en adelante habrá un corte imperceptible y Lavant tomará las riendas del relato como el señor Oscar. Varias situaciones inverosímiles conforman la película. Oscar viaja en una limusina que principalmente funciona como un camarín. Allí se disfraza, muta y sale a la calle con una misión. En un momento es “el hombre verde”, en otro un millonario, después un pordiosero, el padre de una adolescente, un matón, un bailarín ninja. Cada personaje remite a un género cinematográfico que se celebra, y el film no es otra cosa que un gran relato amoroso sobre el cine como motor de nuestras fantasías. Carax orquesta algunas secuencias inolvidables: aquel personaje espantoso del film Tokio reaparece. Ese engendro genético sin habla sale de las alcantarillas y arremete contra todo lo que encuentra. Pasará arriba de un ciego, correrá por las calles y llegará a una sesión de fotos en un cementerio (en una lápida se lee “Visite mi website” con la dirección incluida) donde una modelo está posando. Pasará de todo y el cierre de la secuencia parece una iconografía religiosa. Este episodio corresponde al cine de terror. También al comienzo Oscar se convertirá en un bailarín luminoso que baila en un cuarto oscuro; vemos sus movimientos extraordinarios como unos puntos de luz difuminados por un traje especial y espacial. En algún instante se incorporará una bailarina. Aquí estamos frente a ese género ultramoderno impreciso en el que el cine deviene en videojuego, pero el ballet futurista de Carax supera con creces la estética característica de esas propuestas y es también, paradójicamente, una evocación de la prehistoria del cine: ¿no se trata de ver el movimiento y estudiarlo como lo hizo Étienne Jules Marey? El último plano del film es una larga conversación entre automóviles, como si se tratara de Cars pero en versión no animada y para adultos. Al empezar los créditos finales se ve una foto de la bellísima actriz, recientemente fallecida, Yekaterina Golubeva. Es mucho más que una dedicatoria, como lo sugiere el último episodio, un musical en el que una azafata salta desde la terraza de un edificio. Hay películas que nos recuerdan que el cine todavía puede reinventarse, devenir, mutar. Tabú, Like Someone in Love y Holy Motors son tres ejemplos recientes.

Este texto fue publicado en La maleta, diario del Festival Internacional de Cine de Valdivia, durante octubre de 2012. 

Roger Koza / Copyleft 2012