CINECLUBES DE CÓRDOBA (05): EL INVIERNO DE LOS RAROS

CINECLUBES DE CÓRDOBA (05): EL INVIERNO DE LOS RAROS

por - Cineclubes de Córdoba, Críticas
24 Jun, 2013 04:42 | 1 comentario
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Max Mon Amour

Por Roger Koza

Los raros siempre tienen lugar en el cine, y también en la benevolencia y tolerancia de los espectadores. En la pantalla, un freak, alguien que eligió un modo de vida a cierta distancia de la ortodoxia moral, resulta asimilable, a pesar de los límites del orden simbólico dentro del cual una gran mayoría ve, siente e interpreta su propia vida y la vida de los otros. Gran eficacia liberal del cine: en la pantalla grande la utopía de un mundo poblado por seres extraños es concebible.

La mujer de un diplomático perdidamente enamorada de un chimpancé. Escena familiar reconocible: ella, el mono, el marido y el hijo de diez años desayunan todos juntos. Así termina ese delirio surrealista y esa crítica directa a la cultura como sistema de decoro y buenos modales que el gran cineasta japonés Nagisa Oshima filmó en París con la gran Charlotte Rampling. Que Max, mon amour (1986) arranque con una cerradura por la que se puede espiar sintetiza el punto de vista de Oshima durante todo el filme: espiar la dimensión privada de las fantasías sexuales, un tabú. ¿Una apología de la zoofilia? Se trata más bien de una exploración cómica de la civilización y su anclaje de prohibiciones. Filme menor de Oshima, pero filosóficamente poderoso. (Lunes 23, en Cinéfilo Bar, Bv. San Juan 1020, a las 20.30hs)

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La música callada

Entre las cinco películas que conforman el ciclo Observacion(es) que empieza este jueves 27 y finaliza el domingo 30 en el Cineclub Municipal Hugo del Carril (Bv San Juan 49), en el que se verán documentales inscriptos en lo que se entiende como documental de creación, La música callada, de Fernando Botto, es una película para no dejar pasar. Se trata aquí del seguimiento riguroso de la cotidianidad de dos monjes católicos bizantinos, quienes viven en un monasterio que han construido en una zona rural de la provincia de Buenos Aires. El registro es por momentos extraordinario y siempre paciente: verlos pintar íconos, traducir textos sagrados, cantar y respetar la liturgia día tras día es la exposición de un estilo de vida extraño y una experiencia perceptiva, y la naturaleza circundante ayuda, más todavía cuando Botto espera por filmar un relámpago como si se tratara de una señal del mismísimo Altísimo. (jueves 27, a las 18hs y sábado 29 a las 15.30hs)

Cornelia frente al espejo (2012), de Daniel Rosenfeld, no es menos extraña que el filme de Oshima y es sin duda mucho más precisa en cuanto a la subjetividad femenina y su deseo. Esta adaptación del cuento homónimo de Silvina Ocampo puede desorientar por su impredecible hilo narrativo y su atmósfera onírica, pero la ansiedad de la protagonista transmite una incertidumbre visceral ante la propia identidad y la decisión de vivir o dejar de hacerlo. La puesta en escena, que parece teatral pero que es enteramente cinematográfica, los acordes musicales de Jorge Arriagada y la luminosa y enigmática interpretación de Eugenia Capizzano explican un poco el éxito impredecible de este filme tan exigente como placentero. (Espacio INCAA, Ciudad de las Artes, del lunes 23 al miércoles 26 en distintos horarios)

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Los pasos dobles

Los pasos dobles empieza con un par de cachetazos y una pregunta que se repite: “¿Cómo te llamas?”. Con la boca enrojecida un posible François Augiéras (negro) responde: “Un día te mataré”. Luego, unos hombres forman circularmente (o bailan) con unos bastones en sus espaldas mientras un superior los arenga: “Somos uno” grita, repite e insiste. La secuencia parece de Bella tarea de Claire Denis, pero sin tanto esmero coreográfico y ascetismo. En una escena cercana, los mismos hombres se dejan caer al vacío mientras un compañero recibe el peso y detiene la caída. Este Augiéras, que después tendrá otro nombre, ya no francés sino árabe, será castigado por su tío cuando deje caer a uno de sus compañeros. De todo eso surgirá un viaje iniciático, cómico, incomprensible, poético. Al comienzo se ven unos títulos de presentación. Se habla del pintor, de su deseo de realizar una obra a la que se compara con la Capilla Sixtina, situada en un búnker militar que se hundió en la arena. En el futuro, en este siglo, dice el texto, alguien lo descubrirá. También se podrá ver a un pintor, Miquel Barceló; al principio, tal vez reconstruyendo la obra de Augiéras, luego pintando, lo que será de importancia, pues existe un orden de continuidad entre el registro cinematográfico y la pintura de Barceló que puede apreciarse en varios pasajes. El montaje, de hecho, funcionará como un juego de espejos, al igual que el relato lúdico y lúcido que ordena la película: el viaje de Augiéras se intercalará con una expedición para localizar la obra perdida de pintor y la de Barceló. ¿Qué más decir? Augiéras tendrá una novia, se convertirá en místico, andará con una pandilla que en vez de caballos montan motocicletas e intentará responder durante toda la película un acertijo: “¿Cuál es la única cosa que al compartirla se destruye?”. La respuesta llegará a menos de un segundo del final, pero los interrogantes más vitales permanecerán abiertos. Esta película inclasificable, a veces western, otras comedia, casi siempre una película de aventuras, y en forma dispersa pero verificable un ensayo libre y poético sobre el mito, vuelve sobre un tema que parece atravesar toda la obra de Lacuesta: la contingencia de la identidad y su correlato inmediato y necesario: la construcción, a través de la ficción, de lo real. (Miércoles 26, a las 20.30hs, en el Cineclub Municipal Hugo del Carril)

Otra rareza es Terri. La nueva película de Azazel Jacobs, hijo del gran Ken Jacobs, demuestra que no todo está perdido para el famoso cine indie norteamericano, que parece a la deriva entre su devenir mumblecore y su total absorción a un sistema de representación que poco se diferencia del cine mainstream. Terri es una verdadera rareza, y su tema excluyente es precisamente la legitimidad de lo extraño. El protagonista, un adolescente obeso que vive con su tío medicado, suele ir a la escuela en piyama y en su tiempo libre parece disfrutar de cazar ratas para alimentar a otros animales. En la escuela, lógicamente, es maltratado por casi todos, lo que no impedirá que una bellísima compañera de curso, liberal y solitaria, sienta interés por él. El misterio de Terri es su universalidad, como si Jacobs hubiera detectado a través de sus personajes diversas modalidades de excentricidad, una estructura reconocible y parcialmente vacía en la que cualquiera puede proyectar su no pertenencia y su extrañeza. (Viernes 28, en Cinéfilo Bar, Bv. San Juan 1020, a las 20.30hs)

Este artículo fue publicado por La voz del interior en otra versión en el mes de junio 2013

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