ANIMAL

ANIMAL

por - Críticas
25 May, 2018 06:01 | comentarios
En la segunda película de Armando Bo el deseo y la muerte vuelven a definir la experiencia del protagonista.

COSTO Y BENEFICIO

Como en el inicio de la notable El último Elvis, un sostenido plano secuencia virtuoso introduce el mundo doméstico y simbólico de Antonio Decoud, gerente de una empresa marplatense que ha erigido su bienestar a fuerza de trabajo constante y un responsable apego a las reglas que deben seguirse para obtener respetabilidad. El recorrido por el interior de la casa, la entrada y salida en cuadro de todo el grupo familiar conforman también una seductora presentación. “Esto es cine”, vocifera el plano. La respetabilidad del personaje se duplica en la escena.

Ese comienzo es exigente, y resguardar el mérito estético del director y del personaje será un poco la amenaza por fuera y dentro de la película. El personaje de Guillermo Francella, a los pocos minutos, tendrá que gestionar la desesperación y confrontar la humillación de un sistema médico general frente a la enfermedad que padece. Antonio ha dejado de fumar y orgullosamente cuenta los días que han pasado de la batalla ganada. Pero el funcionamiento de los riñones desconoce la voluntad y la disciplina. La naturaleza y la genética son ciegos frente a los créditos del empeño. Un riñón inservible necesita diálisis y su eventual trasplante.

Animal, Argentina-España, 2018.

Dirigida por Armando Bo.

Escrita por  Nicolás Giacobone y Armando Bo.

Antonio razona más o menos así: “He trabajado toda mi vida y tengo el dinero suficiente para comprar un órgano, ¿por qué no puedo hacerlo?” El sistema de donación y las contingencias de cada caso pueden derrotar la paciencia. El film le prodigará a Antonio dos oportunidades, una dentro de los límites de la ley, otra por fuera. Es así como Animal evoluciona conforme al impedimento y el riesgo que un hombre debe tomar cuando decide transgredir las leyes y conseguir lo que quiere. El animal aludido en el título es aquel que desoye el contrato social y prioriza su supervivencia a cualquier precio. En el film de Bo pasará de todo.

El personaje arriesga su mundo, Bo también se arriesga como director. Nadie puede dudar de su ambición formal, y la tesis que evoca el relato dista de ser insignificante. Hay escenas diestras: a la inicial descripta se suman varias que tienen como escenario un automóvil; una de estas consiste en una discusión decisiva entre el personaje de Francella y el de Carla Peterson, quien interpreta a la abnegada esposa. Es la mejor escena del film, porque la madurez de los parlamentos está en consonancia con las interpretaciones y las decisiones formales que la escenifican. Esa meritoria conjunción es escasa en el film: en ocasiones el guion está sobreescrito, en otras los actores están fuera de registro, a veces las decisiones de puesta se desbocan y culminan en una ampulosidad vacía. Cuando un film tiene picos de rigor, todo lo que no está a la altura contrasta y resulta demasiado evidente.

El gran desafío de Bo pasa por su manifiesto deseo de hacer cine en grande; él es indudablemente un animal de cine. Hay suficiente evidencia en este film de su idoneidad y también de los problemas a los que se expone debido a los materiales elegidos. La relación entre costo y beneficio que define la historia del personaje no es muy diferente a la posición del cineasta.

*Esta crítica fue publicada en el diario La voz del interior en el mes de mayo 2018

Nota: con esta crítica de Animal, en Con los ojos abiertos, se dejará de acompañar cada crítica con un sistema de puntaje. 

Roger Koza / Copyleft 2018