32 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2017 (02): ILUSTRES (DES)CONOCIDOS

32 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA 2017 (02): ILUSTRES (DES)CONOCIDOS

por - Festivales
11 Nov, 2017 01:50 | comentarios
Dos sólidas y distintas retrospectivas ofrece el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en esta trigésima segunda edición.

Cada festival de cine, incluso aquellos que tienen una programación farragosa –no es el caso del Festival de Mar del Plata–, explicita su política editorial a partir de sus retrospectivas y focos. En las últimas ediciones, el festival había mostrado una coherencia firme en la materia. Basta con mencionar los siguientes nombres: Marlen Khutsiev, Aleksei German, Masao Adachi, Alexander Dovzhenko, Kidlat Tahimik, Pierre Léon.

Un austero foco (solamente cuatro películas esenciales) del extraordinario Maurice Pialat y otro un poco inexplicable dedicado a Claude Lelouch hubieran sido insuficientes si este año el festival no ofreciera ponerse al día con dos directores magníficos y poco conocidos entre nosotros: Adolfo Arrieta y Želimir Žilnik. El primero, un maestro de las imperceptibles perversiones; el segundo, de la insatisfacción propia de los dos sistemas políticos que determinaron el siglo XX. Arrieta ha trabajado siempre sobre la intimidad y el deseo; Žilnik ha registrado la Historia, y es acaso el mejor biógrafo de una región incierta, pues este lúdico cronista ha sido testigo de los acontecimientos que tuvieron lugar en un territorio que nunca se sabe bien del todo cómo denominarlo. Hoy, y ya hace un tiempo, se llama Serbia.

La carrera de Arrieta empieza en la década de las exaltaciones: 1960. Ya en sus primeros cortometrajes como El crimen de la pirindola, La imitación del ángel y Le jouet criminel se puede apreciar una filiación cinematográfica en la que existe una preeminencia sobre la experimentación formal sin desdeñar una línea argumental, siempre tenue pero presente. En los tres casos citados hay una estética que remite al cine mudo asociado a cierta vanguardia y a un uso peculiar del sonido. El protagonismo inicial de Jean Marais en Le jouet criminel puede sorprender debido a que la ostensible naturaleza libre del relato parece incompatible con una indiscutible estrella clásica del cine francés. Este notable cortometraje inaugura la fase francesa de su carrera, que prodigó un filme notable como Las intrigas de Sylvia Couski y la inolvidable obra maestra Flammes.

Si el cine de Arrieta se define por la perversión, como alguna vez sugirió el cineasta francés Serge Bozon, Flammes es la quintaesencia de esa conjetura. Lo es, en cierta medida, porque la perversión en Flammes llega a ser casi inocente. De niña, Barbara estaba obsesionada con la llegada nocturna de un bombero; lo soñaba, lo veía. Fantasía impenetrable, incluso para el padre y la paciente tutora, fijación misteriosa que determinará el psiquismo de la protagonista en su juventud. El tema no es tanto la ilustración del argumento como la transmisión física de una fantasía. He aquí un antecedente de El sur, pues el trabajo sobre las sombras, las elecciones cromáticas, las elipsis y el uso musical prefigura evidentemente la segunda película de Víctor Erice. Todas las películas del cineasta español son buenas, pero esta es una de las películas del festival.

El cine de Žilnik puede ser todavía más delirante que el de Arrieta, ya que la naturaleza psicotizante de la experiencia soviética, la Guerra de los Balcanes y el capitalismo arrasador del siglo XXI ha empujado a este miembro de lo que alguna vez fue la Ola negra (yugoslava) a purgar los efectos devastadores de cada época a través de recursos dramáticos no exentos de fantasía. Al desborde de lo real se lo conjura con el desborde de la imaginación.

Los cortos Little Pioneers, June Turmoil, Newsreel on Village Youth, In Winter, Inventory son tan característicos de una época como originales, pero Black Film es el corto imperdible: frente a la miseria generalizada a principios de la década de 1970, Žilnik decide llevarse a un par de personas que duermen en la calle a su casa, donde viven también su mujer y su hija. El resultado es conmovedor y alucinante.

Es difícil señalar una película indispensable de este autor serbio, pues la Trilogía de Kenedi, en la que se introduce la figura del inmigrante, o Marble Ass, una singularísima comedia de travestis del Este, son filmes que merecen ser vistos, como tantos otros del director. Sin embargo, Early Works, la obra magna de Žilnik, constituye la síntesis de su primera etapa; en este retrato epocal fragmentario, en la que un grupo de jóvenes intenta adentrarse en el sueño socialista mientras va reconociendo todas las contradicciones que tiene ese impulso utópico. El evidente tono anárquico que estructura las peripecias de los jóvenes da lugar a la experimentación formal y narrativa y duplica, en cierta medida, el punto de vista político del director. Este filme, a su vez, es la pareja dialéctica y perfecta de The Old School of Capitalism, un docudrama en el que aflora la podredumbre del sistema inspirado en la filosofía económica de Adam Smith. La desolación es entonces absoluta, porque ni en el pasado rojo, ni en tiempos del libre mercado los hombres encuentran sosiego y justicia.

* Fotogramas: Early Works (encabezado); 1) Flammes

Este texto fue publicado por Revista Ñ en el mes de noviembre, 2017

Roger Koza / Copyleft 2017

OTRAS ENTRADAS SOBRE EL FESTIVAL

1. Menos no fue más, pero el menos fue casi suficiente. (Leer aquí)