EL SOL
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
El CREPÚSUCULO DE UN DIOS
El sol, Rusia, Italia, Suiza y Francia, 2004.
Drigida por Alexander Sokurov. Escrita por Yuri Arabov y Jeremy Noble
****Obra maestra
La tercera película sobre dictadores destila la enorme importancia formal del director de El arca rusa y confirma su propensión a privatizar y poetizar la Historia, lo que implica un procedimiento de despolitización de sus relatos elegíacos.
“Cualquier niño sabe que el Emperador desciende de la deidad solar y que es Dios en persona” le dice uno de sus colaboradores a Hirohito, el emperador Showa (en japonés, ‘paz iluminada’). Durante toda la película el emperador (interpretado magistralmente por Issey Ogata) buscará librarse del yugo de ser una divinidad en la tierra. Insistirá una y otra vez: “Mi cuerpo es igual al de cualquier otro ser humano”, cita literal de las memorias de Showa, recopiladas por Terasaki Hidenari, que en El sol funcionan como un Sutra de sensatez y un giro de modernidad.
La lectura histórica de Sokurov sobre Hirohito no deja de ser problemática, lo que no significa que sea antojadiza. El realizador de Madre e hijo concentra el relato en el final de la Segunda Guerra Mundial, poco antes de la rendición de Japón y de las bombas atómicas. Hirohito vive recluido y custodiado. Escribe poesía, estudia biología marina, se inquieta con la aurora boreal, extraña a su familia y analiza en silencio las estrategias de la cúpula militar nipona. Luego llegarán los americanos, y tendrá el famoso y medular encuentro con el general MacArthur. Más tarde, ya como un hombre, volverá con su familia.
Sokurov parece interesado en hacer visible cómo la experiencia del poder impacta sobre la intimidad. Hirohito vive aislado y casi siempre alguien lo está espiando. Los planos cerrados y sombríos intensifican un estado de ánimo de opresión. Si bien Hirohito intuye una similitud con Chaplin, lo que se evidencia en una secuencia satírica y cómica en donde algunos reporteros americanos le sacan fotos al emperador, este descendiente del sol remite al jardinero interpretado por Peter Sellers en Desde el jardín. Más que un dios parece un ente recién aterrizado del limbo, aunque la lucidez no le es ajena.
Como si cada fotograma estableciera un diálogo con la pintura de Rembrandt, Sokurov no deja de sorprender: los encadenamientos de planos en el inicio, el sonido del filme, la escena nocturna en la que el emperador se convierte en hombre. Pero la novedad, además del tono humorístico que atraviesa gran parte de la película, es la materialización de un sueño: los peces se convierten en bombarderos mientras Tokio deviene en ruinas.
La tercera película de Sokurov en torno a dictadores del siglo XX viene con sorpresa. Sus retratos de Hitler y Lenin en Moloch y Taurus, respectivamente, eran impíos y mordaces, rabiosamente negativos. El Führer, un sujeto obsceno cuya angustia existencial se neutralizaba en un caprichoso uso del poder; Lenin (elección más que cuestionable), un mediocre y un inculto. El sol funciona dialécticamente: el Hirohito de Sokurov más que un canalla es un discreto modelo de liderazgo. Renunciar a su condición de deidad viviente (Kami) en pos del bienestar de su pueblo es el reverso exacto de Hitler encaramándose en el poder absoluto.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada en otra versión por el diario La Voz del Interior en el mes de agosto de 2009
Hola Roger, con respecto a la crítica de El Sol, no entiendo porqué no la considera una obra maestra. Para mi si lo es. Sokurov filma con una maestría absoluta.
Es cierto cuando dicen que hay directores que se los reconcoce con sólo ver un sólo fotograma de sus películas; en el caso de Sokurov es lo mismo, en cada fotograma se ve la sobriedad de este artista intransigente. Las elecciones estéticas y formales se corresponden con la historia y la narración. Hiroito es un personaje respetable y humano, mas que Lenin y Hitler, según Sokurov, y con esto creo intuir por donde viene la desición de considerar esta película como una película necesaria según usted en lugar de una obra maestra. Aunque seguramente me equivoque, lo importante es saber, para mi, de lo que significa una obra maestra cinematográfica. Gracias
Estimado Pablo: he pensado una y otra vez cómo calificar el film de Sokurov. En el diario le puse excelente, y no tengo dudas de haberlo hehco. ¿Obra maestra? Trato de sopesar una y otra vez al calificar un film bajo ese calificativo. En general, pienso que un film es magistral cuando las decisiones formales y las aproximaciones conceptuales son sobresalientes. Formalmente, el film de Sokurov es incuestionablemente perfecto; tengo dudas en el tratamiento de Hirohito. Para escribir esta crítica volví a leer un viejo libro (no completo) que tengo sobre la relación problemática entre las escuelas filosóficas japoneses y la segunda guerra mundial. Recorbaba que el filósofo Nishida Kitaro había escrito sobre Hirohito. En Rude Awakeings hay varios pasajes dedicados al emperador (también tenía unos artículos de Ian Buruma). Quería establecer, precisamente, cómo Sokurov había leído histórica y políticamente a Hirohito. Sokurov tomó una interpretación poco canónica, y eso me parece valiente. Sin embargo, lo que explica mis dudas es el copete en negro que inicia la crítica. Sin embargo, persisto con mis dudas, y es posible que esté siendo injsuto y se trate, finalmente, de una obra maestra. Lo veré, y por suerte, este tipo de publicación me permite revisar y cambiar. Saludos. RK
Hola Roger, ayer tuve la suerte de ver la pelìcula. Y a mì tambièn me
parece que le hubiera correspondido un : obra maestra.
Concuerdo totalmente con los aspectos que has destacado como encadenamiento, sonido, esa magistral transformaciòn de los peces, la relaciòn con lo pictòrico, etc. Por el contrario, no he podido percibir para
nada el tono humorìstico.
Vos decìs que lo que ponès en negrita serìa la justificaciòn de tus dudas.
Capto que lo elegìaco puede llevar a una despolitizaciòn, pero quizàs uno le atribuye ese destino porque no sigue el sentido combativo inmediato que uno quisiera acordar a lo polìtico. Por otro lado la propensiòn que evidentemente es la que mencionàs, es propia de los grandes creadores. La mirada es siempre muy personal, «privada» dentro de los límites que tiene lo que llamamos » privado». Y què suerte que ademàs convoque a la poesìa. ¿Quién dice que no hay lugar para lo poètico en la historia?
¿Qué pasó? Demagogía del crítico… El sol es un bodrio y usted es otro. ¡Arriba Campanella!