EL SIGLO XX HECHO POLVO

EL SIGLO XX HECHO POLVO

por - Ensayos
13 Sep, 2021 05:13 | Sin comentarios
El evento que signó la transición de un siglo a otro y su glosa estética.

Han pasado dos décadas de aquel acontecimiento que inauguró simbólicamente el siglo en curso: la caída de las Torres Gemelas. No fue el esperado error ubicuo conocido como Y2K que angustió por varios meses a los usuarios de computadoras del mundo, tampoco la llegada de una civilización alienígena con intenciones bélicas que aterrizaban en Nueva York para acabar con nuestro desamparo cósmico. Como todo acontecimiento fundacional, tuvo la impronta que lo caracteriza: ser imprevisible. Fue así que bastó una operación simple y perversamente eficiente: dos aviones comerciales, dos edificios emblemáticos del capitalismo global del siglo XX, algunos hombres convencidos de que después de sentir el fuego sobre la piel que recubre sus respectivas almas 72 vírgenes los esperarían en el cielo. El derrumbe de las Torres Gemelas es desde entonces la inscripción simbólica del inicio de un nuevo milenio.

En la cuerda floja 

Desde el 4 de abril de 1973, el World Trade Center fue visitado por turistas de todo el mundo, como también lo hizo King Kong y asimismo el acróbata francés Philippe Petit, que cruzó de una torre a la otra caminando por un fino cable. Aquella proeza del funambulista fue una involuntaria advertencia desoída, porque la travesura demostró la vulnerabilidad del sistema de vigilancia y sugirió la obsesión que despertaba el rascacielos en el imaginario global. La magnífica En la cuerda floja de James Marsh recrea la época, la mentalidad del protagonista, la hermosura del acto delirante y devela al mismo tiempo la insuficiente seguridad de las Torres.

En 1993, el primer ataque terrorista contra el World Trade Center no fue “exitoso”. Murieron 6 personas, otras 1042 fueron heridas. Dos años después, Duro de matar 3 – La venganza, del olvidado gran director John McTiernan, insistía en clave de ficción con la predilección de Manhattan como escenario modélico para perpetrar atentados. El maligno personaje interpretado por Jeremy Irons deseaba la caída. Probablemente, el terrorista con acento inglés se hubiera sentido feliz de participar de las reuniones preparatorias del atentado del 11 de septiembre junto con la famosa “célula de Hamburgo”. También hubiera resultado música para sus oídos escuchar las palabras del imán Mohammed Fazazi de la mezquita de Hamburgo, quien unos meses antes enfatizó una hermenéutica belicosa de los textos sagrados que cimentó el convencimiento de los terroristas. Al respecto, nunca está de más señalar la extraordinaria película de Romuald Karmakar titulada Hamburger Lektionen: en ese film, los discursos del teólogo son íntegramente expresados por un hombre de deliberado semblante caucásico que solamente se atiene a mirar a cámara y decir lo suyo. El efecto es desconcertante. Desprovisto de un turbante, algunos segmentos del discurso parecen “razonables” y occidentales.

World Trade Center

Con el 11/9 nació una estética del polvo frente a cualquier escena de catástrofe. Cada vez que un rostro está cubierto de polvo debido al desmoronamiento de un edificio, la asociación es inmediata. Algunos pasajes de las Batman de Christopher Nolan, otros de las películas del Hombre Araña de Sam Reimi, el corto de Claude Lelouch del film colectivo 11-09-01: El día que cambió el mundo y sin duda World Trade Center de Oliver Stone fundaron el polvo como signo preferencial de ese episodio terrible. El polvo en la cara es literalmente la reminiscencia material de una ausencia radical que nunca deja de funcionar como una presencia fantasmal: los edificios faltan, como si Manhattan fuera un cuerpo mutilado y los ciudadanos del siglo XX no pudieran erradicar de sus memorias y sus hábitos el hecho de ir con la mirada en dirección a los edificios que singularizaban más que ningún otro la identidad de la ciudad.

Quien intuyó mejor que nadie el sentido de esa ausencia fue Spike Lee. La hora 25 es una película notable por muchos sentidos. La trama no tiene que ver con la caída de las Torres. Lo que sucede con el personaje interpretado por Edward Norton es independiente del evento terrorista. Pero Monty (Norton) es un hijo de Nueva York y, más allá de que su propio drama está circunscripto a la venta de drogas y a un destino carcelario, todo lo que lo rodea está impregnado por el atentado. El monólogo que Norton dice mirándose al espejo constituye un panegírico del pluralismo identitario de la ciudad y una reivindicación de la dignidad de todos los ciudadanos de Nueva York. Ese lúcido e inolvidable discurso del personaje funciona dialécticamente con un breve pero esencial plano inicial en el que se ve la Zona Cero. Fue la primera vez que en una película se filmaba el siniestro agujero convertido ahora en mausoleo. Ese film no es otra cosa que una gran elegía cinematográfica en la que se honra a los espectros y se articulan las consecuencias traumáticas de un acto abyecto en una paradójica ausencia que es también presencia en la memoria. 

*Comisionado y publicado por el diario La Voz del Interior en el mes de septiembre de 2021

*Fotograma de encabezado: La hora 25.

Roger Koza / Copyleft 2021