DE LA IRRITACIÓN

DE LA IRRITACIÓN

por - Ensayos
07 Jun, 2021 02:19 | comentarios
Breve aproximación a la relación entre estética e ideología.

La piel, los ojos y los intestinos se irritan, también el espíritu. El calor, la luz, un agente químico u otro tipo de estímulos pueden inflamar la superficie o el interior del cuerpo. Pero ¿cómo se llega a irritar el espíritu? De pronto, una agrupación de palabras enciende el alma, desajusta el equilibrio y mueve inmediatamente a la réplica del mismo modo por el cual la acción de rascarse casi nunca obedece a la premeditación. Irritarse en el dominio del pensamiento es prescindir de este; no se deja de emitir signos, pero no se razona la motivación de una respuesta. 

Ciertas películas irritan: State Funeral, de Sergei Loznitsa. Este retrato sobre la muerte de Stalin puede deslumbrar y desconcertar de principio a fin hasta que en el minuto final el cineasta ucraniano clausura con dos textos finales cualquier posibilidad de leer el duelo de un pueblo ante la muerte de su líder como un efecto unidimensional de la propaganda soviética. Stalin, un tirano revestido de superhéroe proletario, sin duda es indefendible, pero el sentimiento expresado por las multitudes que lo lloraban en los primeros días de marzo de 1953 no puede ser explicado solamente por la presunta introyección de un eficaz adoctrinamiento. 

Ciertos autores irritan: basta rastrear algunos intercambios publicados en algunas redes sociales sobre el aniversario reciente de Clint Eastwood para corroborar las pequeñas batallas dialécticas entre cinéfilos de derecha e izquierda. Los primeros dicen amar al realizador estadounidense por su talento narrativo clásico y no por la ideología a la que este adscribe, los otros creen que la devoción de los primeros está teñida por una secreta empatía por la posición política del cineasta reflejada en las películas. Con solo remitirse a algunos títulos, se advertirá que la posición frente al mundo de este no coincide necesariamente con el orden simbólico de su obra. La indeterminación ideológica no es ajena a sus relatos: el adulterio, la eutanasia o el intento de razonar la posición del enemigo en una guerra no es lo propio de un hombre identificado con la derecha política, aunque también hay contraejemplos indesmentibles. 

Lo que irrita es la ideología, la ajena, la que se recomienda bajo un imperativo cívico respetar o tolerar, la que también se pretende combatir y, en algún que otro caso osado de incorrección política, erradicar. De estas, cualquier vía elegida resulta estéril para el pensamiento y más aún para la experiencia estética, porque pensar es siempre aventurarse a tomar un camino desconocido, y porque el camino del arte propone un juego no menos atrevido: suspender las certezas y los juicios afirmativos y así experimentar momentáneamente el mundo a través de creencias ajenas e incluso radicalmente opuestas.

Misterioso beneficio. Tras tales acrobacias se sabe un poco más qué y por qué se piensa lo que se piensa. Misterioso corolario práctico: el que sabe pensar lo que piensa es menos proclive a irritarse y está dispuesto a enredarse en las razones del adversario, acaso porque en el descentramiento ha sentido que la libertad no era solo un slogan de enardecidos que la desconocen, sino un bien de la inteligencia en acto que precisa de la diferencia para avanzar en lo indeterminado.

*Este texto fue publicado en otra versión y con otro título por revista Número Cero en el mes de junio 2021.

*Los fotogramas pertenecen a The Halt.