CRÍTICAS BREVES (160): LAS HEREDERAS

CRÍTICAS BREVES (160): LAS HEREDERAS

por - Críticas, Críticas breves
16 Dic, 2018 10:07 | Sin comentarios
Otra señal de Paraguay, un debut promisorio.

Las herederas, Paraguay, Uruguay, Brasil, Francia, Noruega, Alemania, 2018.

Nadie puede saber la razón de su deseo y el despertar de este. Alguien, conocido o desconocido, pone en funcionamiento un sentimiento de impaciencia por el que el núcleo más personal y vital solo puede satisfacerse en una resolución de ese encadenamiento y encantamiento. La ópera prima de Marcelo Martinessi retrata el nacimiento del deseo y las peripecias subjetivas de una mujer de 60 años que no sabe muy bien qué hacer con ese inesperado movimiento de su intimidad. No es poco para un filme. Lo que sucede en Las herederases conocido: en ocasiones, los pudientes pierden poder adquisitivo, acumulan deudas y no les queda otra que vender sus pertenencias. Eso es lo que sucede con una pareja de mujeres que han estado 30 años juntas: les ponen precio a sus cuadros, sus muebles y su vehículo. Si no fuera tan vergonzoso vender un ramo de flores, hasta probablemente las ofertarían. En ese clima de decadencia, una de las mujeres, Chiquita, va a la cárcel por un fraude, una situación que cambia la claustrofóbica rutina de Chela y tiene consecuencias en la propia economía libidinal. A los 60 años se puede volver a desear. La asimetría de clases luce igual en Montevideo, Buenos Aires, Santiago o Asunción, como en este caso. También la impostura y los rituales característicos entre quienes dan órdenes y las obedecen. Martinessi pone en escena un mundo vetusto, inamovible, incluso cuando se trata de dos mujeres que viven juntas y que no coinciden del todo con el orden social ortodoxo. Es en ese universo cerrado donde, sin buscarlo, Chela empieza a sentirse inadecuada. Están las cárceles del crimen, también las del conformismo sentimental. Si Las herederastransmite convicción en cada uno de sus planos se debe a un trabajo formidable de sus intérpretes, y en especial a la delicada composición de Ana Brun como Chela. En lo que no dice, en la rigidez de su cuerpo y en los indicios de los gestos de su rostro que dibujan la posibilidad de una vida en otra parte, el filme resplandece con la misma discreción que su protagonista.