CRÍTICA DE LA CRÍTICA
Por Nicolás Prividera
Visto que un par de críticos me hicieron un planteo en sus comentarios a mi nota sobre el cine de David Fincher, me parece oportuno desarrollar una mínima respuesta para decir algo sobre la necesidad de una crítica de la crítica (que debería empezar por la revisión de su propias condiciones de producción). No se trata de un involuntario descargo (de cineasta en su habitual enojo con los críticos) ni de una voluntaria polémica (con críticos que no aceptarían la crítica): sólo se trata de señalar (una vez más) algunos de los que me parecen los problemas actuales de la crítica (o de una crítica que merezca ese filoso y filosófico nombre).
En la nota titulada El palmario caso de David Fincher mencioné al pasar a «los afrancesados críticos que creen asistir a la resurrección de Fincher y aplauden su participación en la competencia canina». Podría agregar ahora: «al que le vaya el sayo que se lo ponga». Pero sería injusto con los críticos que se sintieron tocados sólo porque les gustó Zodíaco, ya que la cuestión central no es la película en sí (pues no hay duda de que es la película más consistente de Fincher, lo que no es mucho decir: Es tan correcta como anodina. Por eso, cuando dije que Zodíaco era una trampa más, lo hice en el sentido de no ver en ella un giro extraordinario o un regreso a inciertos orígenes o una redención cinematográfica o tan siquiera un atisbo de grandeza…) El problema, entonces, es la valoración exagerada que cierta crítica hace de ciertas obras y/o directores (como, por ejemplo, en el caso del irregular Eastwood). Lo que no significa que necesariamente se deba a la mala fe, pero tampoco que esa «inocencia» (inexcusable en un crítico) cubra la falta de crítica de la crítica.
Porque el problema básico de cierta «crítica» es precisamente su falta de (auto)crítica: es decir, su inexistente reflexión (pública) sobre sus propias condiciones de producción. Entiendo que esto pueda suceder con la semanal, que no tiene los medios (al ser esclava de un gran medio) y trabaja urgida por el tiempo (y muchas veces sabiendo que le dedica tiempo y esfuerzo a films que no merecerían un comentario mayor que una breve línea lapidaria). Pero nada excusa de prodigar gratuitamente el mote de «obra maestra» (como fue catalogado por muchos el citado film de Fincher, o un film como The Bourne ultimátum), cuando se trata de films que consiguen más de tres estrellitas sólo por superar la media de mediocridad (a la que el sistema de estrenos somete a los críticos de los jueves).
Es decir que si por un lado cierta crítica «progresista» se rasga las vestiduras hablando del cine velado por la hegemonía de los ubicuos «tanques» de Hollywood, no deja sin embargo de rendirles pleitesía cuando esos tanques son «buenos» (sin preguntarse si hay «tanques» buenos, digamos), o tal vez entregados a su inevitable triunfo… Y una de las consecuencias directas de todo esto (debida también a una depreciación mediática del espacio crítico) es que la crítica cinematográfica se sostiene cada vez menos como espacio de resistencia al poder de fuego hollywoodense (tal como lo era, por ejemplo, en los contestatarios años ’60), para convertirse más bien en mero comentario publicitario.
A esa rendición incondicional (que podríamos fechar a fines de los ´80, con la caída del mundo bipolar) ayudan también dos no discutidas condiciones generales: por un lado, la falta (o imposibilidad) de establecer un canon (o contra-canon) universal. Lo que no sería malo si significara que se amplia el «campo perceptivo» para obras que en otro momento no habrían sido tenidas en consideración, pero que en contexto reaccionario (o en el inevitable contexto de relaciones de poder que atraviesa cualquier campo, incluido el cultural) lo único que se genera es el imperio de la arbitrariedad (sostenida en la simple contraposición de fuerzas, donde gana quien puede imponer su hegemonía…).
En ese sentido, el otro lado del problema es la simétrica imposición de un canon «posmoderno» también por parte de los otros centros de poder del campo cinematográfico (como Cannes y Cahiers, que alguna vez sostuvieron una mirada renovadora y ahora sólo sostienen una mirada…). Y esa mirada eurocéntrica es tan nociva para el cine independiente (sobre todo para el cine dependiente producido en el nunca caído «tercer mundo») como la preeminencia de Hollywood. Sin embargo, la crítica (incluida la de nuestros periféricos países) generalmente la acepta y la defiende como propia (aunque muchas veces también alce la voz frente a la mirada del amo, como en el caso de los debates que se suscitaron alrededor de films como Ciudad de Dios, Tropa de elite, o la reciente Slumdog millonaire). No hay Nuevos Cines sin una Nueva Crítica que los cobije y defienda, construyendo una mirada crítica propia que los acompañe.
Y no es el menor de los problemas de la crítica actual el «lograr una argumentación sólida que vaya más allá del mero impresionismo» (como se dice en uno de los comentarios sobre mi nota). Pues el «giro subjetivo» ha invadido también el ejercicio de la crítica, y nos somete al escarnio de críticos ilustrándonos sobre la relación entre su dolor de muelas y el cine de Michael Mann. (Abro un paréntesis para aclarar que la «subjetividad» no es necesariamente algo malo -o eliminable- per se, sino que hay ciertas subjetividades -y análisis- más interesantes que otras: no cualquiera puede, por caso, escribir autobiográficamente sobre «El travelling de Kapo» como Serge Daney…)
El otro problema (la otra cara de la moneda) es lograr generar un pensamiento propio (o al menos un atisbo de pensamiento…). Ese sería el verdadero fin de todo ejercicio crítico que se precie de tal. (Y es lo que he tratado de enhebrar en algunas de estas notas, no siempre con suerte… Porque en realidad no las escribo con un plan determinado, o desde una clara idea previa: Se trata, más bien, de ir encontrando el hilo de un pensamiento, y ver si ese pensamiento existe y se sostiene por sí mismo… Lo mismo sucede -extendido en el tiempo, el esfuerzo, y la duda- al intentar hacer una película.)
FOTOS: Ilustración sobre crítico abatido; 2) afiche de la Semana de la crítica durante el festival de Cannes 2008.
Copyleft 2009 / Nicolás Prividera.
Si claramente el problema central de la critica hoy, es la dificultad de generar un pensamiento propio en vez de escribir por inercia y sentarse cómodamente sobre nichos culturales.
Muy acertada la advertencia sobre la subjetividad y la comparacion con Daney. Justo ahora hay un aluvión de criticas sobre las series HBO y la television de calidad. No lei una ni una sola que hable sobre algun tipo de evolucion en el lenguaje audiovisual, esas criticas solo sirven para llenar papel, es bien sabido que la critica sobre television que Daney hizo en traffic no fue una experiencia muy positiva. ¿Que salio de eso? Por mi Michael Mann podria seguir haciendo tele.
Otra cosa que me molesta es la necesidad constante querer generar un codigo exclusivamente cinefilo: el otro dia leia una critica sobre el cine “choronga”.
¿Que es el cine choronga? Una excusa para no tener que pensar el cine. Ok no te gusta el ultimo Woody Allen, te parece obvio, queres que disfrace un poco mas su discurso asi te lo tragas, ah y metaforas no, metonimias que es mas posmo, bueno listo; o no te gusta Dennis Arcand (Ojo que no quiero hacer de abogado del Diablo), decis que hace peliculas imbeciles, bueno decime porque, porque esta gente (El Amante) le dedica un par de lineas a estas avivadas y despues escriben largas notas sobre series, sobre el transportador 3, sobre Duro de Matar 2. Ok ya entendimos, vamos a pegarle a la Alta cultura, el cine es un arte popular, ok si entendimos. Pero ahora por favor… ¿podemos discutir de cine? Porque la historia del arte es un espiral y hay un momento para cada cosa, no me parece que la cultura popular necesite ayuda en este momento, o ser revisada, estamos hasta el cuello, señores criticos, de referencias culturales pop, quizas mas adelante cuando pase esta “Nueva ola” puber, vaciada de cualquier contenido politico, podamos volver a pensar el lenguaje. Un saludo Nicolás, necesitaba descargarme…
Hernán:
Si, hay gente que dice que el cine está muerto y el futuro le pertenece a la la TV… Y lo dicen con alegría! (incluso lumbreras como Daniel Link, que cree que «Lost» es una genialidad, precisamente porque solo piensa en términos narrativos y no de forma). La posmodernidad es el eterno retorno de la superficialidad (¿alguien se acuerda del «video-arte»?). Igual hay algo de cierto en lo de la condición incierta del cine: porque no está muerto, pero tampoco vivo… (es un muerto-vivo, digamos). La degeneración del «código cinéfilo» sería una prueba: esa adoración camp es bastante necrófila.
El problema es que el espectador de cine se divide entre ese espectador «cinéfilo» (que hace de su supuesto amor una perversión, y es capaz de verse diez películas por dia en el BAFICI solo por estar en la onda) y el espectador medio en su doble espectro etario (los adultos solo van al cine a ver «cine choronga», y los jóvenes a ver el último tanque de moda). En el medio no hay nada: es una isla cada vez mas inhabitable (como la de «Lost»…)
«Cine choronga» no es una denominación feliz, pero entiendo a que se refiere (y Porta Fouz lo describió bastante bien en alguna nota). El tema es, como decís, que a eso le oponen un culto pop de películas menores (como si no se resignaran a vivir sin canon, y tuvieran que proponer alguno: una especie de mala conciencia posmoderna).
Pero el problema se agrava (sobre todo en el caso del cine argentino), por la existencia de un «cine tilingo» (que ya no es viejo ni nuevo, sino entregado a lo que alguien llamó «la pasión por la indiferencia»), sobre el que no voy a abundar aquí y ahora, porque da para largo (tal vez lo haga en una serie de notas sobre el «nuevo cine argentino» que tengo en carpeta).
Es que el cine tilingo es indepependiente del INCAA y las grandes productoras (Que por otro lado no tenemos) pero no de papá, por eso es indiferente. Y es un cine de amiguismo: ir a tomar cervesa con filipelli, hacer lobby en el Bafici. ¿Porque una pelicula no puede ser autonoma?
Esperamos el informe.
Bueno Hernán, pero no hay que generalizar… Además, juntarse está muy bien. El tema es que no sea para el lobby, ok., y que tampoco sea un encuentro puramente endogámico (entre gente como uno…).
Lo mismo pasa con el espectador medio del BAFICI: está muy bueno que un festival así tenga su público (cosa que lo distingue de otros festivales similiares, que se hacen casi sin espectadores), pero el tema es que buena parte de ese público no tiene un compromiso como espectador: es «fiel» mas al espacio (cool) del Festival que a las películas (si alguna de esas por las que se mata por una entrada se estrenan, no va nadie a verlas…)
Por otra parte, nadie que no esté entrenado -como los críticos o programadores- (y aun así no es recomendable, si se quiere «procesar» con tiempo lo que se ve) puede ver tres o mas películas por día y llegar a asimilarlas…
Cuando veo a alguien sacando 40 entradas (cosa bastante común, aunque parezca increible), me parece que lo único que está haciendo es satisfacer una compulsión consumista (que no deja de serlo por estar enfocada hacia una actividad «cultural»…) En fín: ya escribiré algo también sobre esto.
Hablando de tilinguería, ayer salió un reportaje increíble en pagina12, a una ex actriz que ahora oficia de conductora en canal 7, que de cine entiende tanto como mi Tía Porota, y por eso la habrán puesto al frente: porque hace falta una figura de autoridad (como cuando venden un yogur para el tránsito lento) para que el pueblo le entre al cine arte, aunque mas bien pasan cine arty. El problema no es tanto el tono pasteurizado en que presenta las películas, en contraste con su vestido de diseño, sino las pavadas que desglosa en la nota, como si confundiera la experiencia estética con un spa:
«De un tiempo a esta parte sólo veo películas que terminen bien o me dejen un gusto a salud en el cuerpo. La vida es demasiado dura como para pagar para someterse a una hora y media de sufrimientos. Ahora, por mi sentido de la responsabilidad, me impongo ver todas y cada una de las películas que voy a presentar, aunque ya las haya visto y aunque terminen mal. En caso de resultarme cruentas, elijo una hora temprana del día, en la que la actividad posterior y la luz me sacudan un poco los temblores.»