CORRAMOS AL MONTE

CORRAMOS AL MONTE

por - Entrevistas
30 Jun, 2025 11:53 | Sin comentarios
Se ha estrenado Después, la niebla en varios cines del país. Martín Sappia, su director, y Ezequiel Salinas, el director de fotografía, responden sobre algunas de las tantas cosas hermosas que pueden apreciarse en la segunda película del cineasta cordobés.

Nueve de cada diez IA podrían confundir “cine cordobés” con “cine serrano” y no sería un error muy loco. Desde su explosión hace más de quince años, nuestras películas mediterráneas se inclinaron rápidamente por captar criaturas apacibles, cuyas vidas de bajo riesgo acontecían entre los ríos secos y las montañas aplanadas del campo cordobés. Fue tanta la insistencia que en pocos años parecía un subgénero, y el subgénero parecía una frontera difusa: las convenciones rápidamente quedaban del lado del estereotipo.  

Después, la niebla, la segunda película de Martín Sappia (un salto meteórico tras su ópera prima hermética) podría ser otro ejemplar salido de la fábrica del romanticismo campestre cordobés. Tiene un ritmo aletargado, un protagonista de pocas palabras y un peregrinaje hacia los confines de las sierras (allí, de nuevo, la naturaleza es fuga y promesa). Pero aun con sus motivos aparentemente reconocibles, el film demuestra una sensibilidad y una sapiencia inusual: vuelve sobre un suelo pisado y lo mira como si fuera virgen.

Después, la niebla

Al seguir el viaje serrano de su héroe, la cámara resguarda una actitud curiosa. Se arrastra entre los yuyos secretos, se alza hacia las copas de los árboles y se acerca al fuego (con sus brasas crujientes y sus destellos encantadores). Martín Sappia y Ezequiel Salinas, el director de fotografía, reúnen elementos que escapan estrictamente a la economía narrativa, pero así despliegan un tono: algo perceptible y a la vez jabonoso, difícil de sujetar con palabras. Se trata nada más y nada menos que de convertir a la composición cinematográfica en una forma de habitar el mundo. Mirar Después, la niebla es encontrarse en un lugar junto a otros entes, siendo consciente de esa convivencia.

Acaso el poder oculto de la película sea su capacidad de ir y venir entre la humanidad y lo no humano, entre los ojos de roca lunar de Pablo Limarzi y las piedras del suelo, entre el cuerpo de un tipo abatido y la escultura erguida de los árboles y las montañas. Sappia reconoce el peso de la existencia de los hombres y las mujeres que filma con tanto cariño, y en simultáneo, pone en perspectiva sus penas y anhelos. Cada vez que se expanden las dimensiones de la imagen, cada vez que se deja correr la duración del plano, las figuras humanas dejan de ser el centro único. Pasan a integrarse a un orden que los incluye y también los excede. El de otros reinos y otras especies. Y también, el de la propia especie con su diversidad (los trabajadores empobrecidos, los propietarios voraces, el hábitat cada vez más cercenado por las fauces del mercado).

Después, la niebla es una película madura (en el mejor de los sentidos posibles: ha aprendido de sus encuentros con el cine y con la vida). Es delicada y sencilla. Es decir, es el tipo de película que corre el riesgo de pasar desapercibida, justamente porque no ostenta sus hallazgos y da la impresión de fluir sin demasiado esfuerzo. Esa es, también, su virtud más noble. 

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Martín Sappia
Ezequiel Salinas
Después, la niebla
Después, la niebla

IZ: Hablando del paisaje, en la película parece haber un parteaguas. Tiene dos partes demarcadas, donde se nota una preocupación por filmar los espacios, por pensar y darle una entidad específica a esos lugares. Está el espacio cerrado del trabajo y el espacio más abierto de las sierras. ¿Cómo pensaron explorar esa tensión y esa transición desde la imagen?

Después, la niebla

IZ: Y en el medio está el travelling lateral que lo sigue, sin cortes, mientras él camina al costado de la ruta.

IZ: Ahí también empieza cobrar importancia el plano general. El uso más convencional del plano general es el de marcar un establecimiento o dar información, pero acá pasa otra cosa. Pareciera que lo que se juega en la imagen es la relación entre lo humano y lo no humano. ¿Cómo pensaron esas coreografías entre el cuerpo del actor, el espacio abierto y  la posición de la cámara?

Después, la niebla

IZ: Al mismo tiempo, hay una fuga hacia ciertos detalles laterales. La escena donde el protagonista se encuentra con una botánica, por ejemplo, va de los rostros y de la interacción entre ellos a otros elementos que no son necesariamente centrales a primera vista: los árboles, las plantas, el fuego. Hay algo de lo atmosférico que parece ponerse en juego ahí: un intento por captar la materialidad de ese espacio que envuelve al protagonista, del que es parte junto con otras entidades. Vos Eze hablabas antes del trabajo con luz: también parece haber un interés por capturar las sierras en todos sus estadíos y cambios, del día a la noche. 

IZ: Viendo la película tuve la impresión de que el suelo estaba lleno de trampas y de alguna manera las iban esquivando. Estaba el riesgo de ser otra película anodina sobre las sierras y en realidad termina siendo algo diferente. Estaba el riesgo de tener un personaje silencioso y parco, sin atributos interesantes, pero termina apareciendo otra cosa. Estaba el riesgo de perderse en el goce de una contemplación impresionista que no construye un punto de vista sobre aquello que mira, pero encuentran un camino alternativo. La razón por la cual la película no cae en esas trampas quizás, en parte, tiene que ver con esa capacidad de encontrar algo singular, algo concreto que hace que todo lo registrado cobre vida y no sean impresiones que se desvanecen.

Después, la niebla

IZ: La dimensión de lo sentimental es un pilar de la película al que es difícil ponerle palabras, definirlo. Si bien parecen trabajar con un registro contemplativo, eso acá no anula el drama ni el peso emocional que el espacio tiene para el protagonista. ¿Qué lugar pretendías que tuviera la emoción en la película?

IZ: Un impulso. 

IZ: La película también juega al misterio, ¿no? Al principio uno ve una rutina en la fábrica y de repente hay dos episodios (las ratas que aparecen en el galpón y la carta que recibe César) que son pregnantes porque dan a entender que tienen un peso específico para el personaje, pero al mismo tiempo no terminamos de entender cuál es ese peso. Es como si mostraras algo y cuando uno quiere acercarse a agarrarlo, nos lo quitás de la mano. ¿Cómo fuiste regulando ese trabajo?

Después, la niebla

IZ: En esas muchas de las decisiones sobre las cuales conversamos, podríamos decir que hay una concepción de cine, aunque quizás suene grandilocuente ponerlo de esa manera. La película tiene una inclinación por dilatar lo narrativo y llevar adelante otro tipo de construcción: estirar el tiempo de atención sobre acciones o sobre detalles del espacio y de los cuerpos hasta asignarles un peso específico. ¿De dónde viene esa forma de pensar el cine? O en todo caso, ¿qué habilita esa forma que te interese?

Iván Zgaib / Copyleft 2025