
CANNES 2009: LOS AUTORES DE LA POLITICA
por Roger Alan Koza
Gracias a la gentileza de Gonzalo Maza, programador del festival de cine de Valdivia, puedo leer ¿Qué es el cine moderno? Se trata de libro de Adrian Martin, que este respetable festival chileno publicara el año pasado. Leo allí algo que venía sugiriendo en estas crónicas de Cannes: “Debemos establecer conexiones entre los filmes que no dependan siempre de la presencia de un <<nombre>> que los legitime. ¡Debemos descubrir las películas sin autor!”.
Cannes es un festival que practica al pie de la letra la política de los autores, el viejo concepto surgido de la crítica cahierista de la década del ’60. Es un concepto útil aunque impreciso, pues la categoría de autor puede ser problematizada a tal punto que el término autor deje de tener sentido. Después del estructuralismo y la deconstrucción, insistir en el autor parece ser un gesto porfiado y caprichoso.
Pero el problema es otro. Más allá de los autores, o junto a éstos, estaba el otro término: la política. Por política habría que entender en este contexto un posicionamiento del crítico por el que se convalida que detrás de toda película no solamente hay un autor, sino que en él se expresa una conciencia, a través del plano, que da cuenta del juego de fuerzas sociales y materiales que ordenan, limitan, reproducen y a veces cuestionan el orden simbólico. Este orden es precisamente el conjunto de reglas explícitas e implícitas por las que podemos inteligir el mundo en el que vivimos.
En plena crisis capitalista, pues los europeos ahora hablan de crisis con cierto tono de novedad, muy pocas películas que se vieron en Cannes tuvieron el brío de interrogar el presente. Las más audaces eligieron un método conveniente: mirar el pasado para establecer una analogía o secreta conexión entre lo pretérito y lo presente. La ganadora de la Palma de oro es un buen ejemplo de ese procedimiento.
No hacía falta ser Nostradamus para sospechar que Michael Haneke se iría de Cannes sin un premio en la mano. El presidente del jurado, Isabelle Huppert , ha sido una presencia reiterada en sus películas. Pero Haneke no ganó aquí por puro acomodo, sino por creer en un cine capza de interrogar el mundo en el que vivimos y revelar algo que sólo una cámara puede hacer. No siempre es prolijo en sus intentos, pero sí se trata de un realizador político.
Probablemente, The White ribbon no es su mejor película, pero es coherente con su obra sólida y rigurosa, cuyo tema por antonomasia ha sido siempre la violencia como expresión lógica de la disfunción secreta de un sistema socioeconómico y convalidada por un cuerpo de creencias. En efecto, Haneke, desde su magistral opera prima, El séptimo continente, ha buscado encontrar el lenguaje cinematográfico apropiado para jamás ratificar la violencia como un comportamiento intrínsecamente humano. A menudo se lo califica de nihilista o de un mero misántropo. Son calificaciones infundadas. Su tratamiento sobre la crueldad, en todos sus films, y en The White Ribbon, en particular, subordina la estética a una ética de la representación. ¿Hasta dónde se puede mostrar la crueldad de nuestra especie? ¿Hay un límite? Ni siquiera en Funny Games, tanto en su versión austriaca como en la estadounidense, Haneke traiciona una premisa de trabajo: las formas que un cineasta elige definen qué se dice sobre un tema elegido. Un plano de Haneke nunca ha sido cómplice respecto de la brutalidad humana.
El film ganador de la Palma de Oro transcurre en una aldea protestante al norte de Alemania, entre 1913 y 1914. Un conjunto de eventos violentos indican que la pureza, aquí simbolizada por una cinta blanca que el pastor del pueblo ha regalado a sus hijos, no es precisamente la virtud del alma que domina en esta comunidad de feligreses obedientes. La voz en off de un maestro funciona como una guía narrativa: “la historia puede ser verdadera”, nos dice, aunque agrega que es difícil recordar exactamente qué ocurrió. Interrogar el espanto no es una tarea sencilla.
Lo que sigue es simplemente un relato en el que se combina la dureza y el hieratismo de la vida cotidiana de los pobladores con varios “accidentes” que denotan las contradicciones perversas de un modo de vida. Si bien hacia el final habrá un giro inesperado en el que los sospechosos habrán de ser los más inocentes, poco importa para Haneke saber quién fue, sino más bien le interesa indicar cómo y por qué suceden cosas semejantes.
El tono cromático del film es perfecto: los planos generales del pueblo cubierto de nieve poseen un esplendor cuyo correlato necesario es la oscuridad grisácea que predomina en las escenas en interiores. Es un mundo blanco y negro, uno de grandes contrastes hipócritas. Y es lógico, también, que Haneke elija en esta ocasión planos fijos extensos: se trata de un mundo sin cambio, una cosmología en punto muerto.
The White Ribbon es un film sobre los riesgos de la sumisión a un dogma. Haneke insinúa, al mismo tiempo, una hipótesis: en ése atmósfera cultural, el futuro advenimiento del nacionalsocialismo era una cuestión de tiempo. Los niños de su película son los futuros líderes de la juventud hitleriana.
Un crítico amigo me decía que la película de Haneke nos da una falsa idea que el fascismo era una cuestión de paternidades deficientes. A mi modo de ver, Haneke propone que este kantismo elevado al cuadrado conduce a un sadismo desproporcionado. En todo caso no es un problema de paternidades deficientes sino de un patriarcado que en la figura del fürher alcanzaría su apoteosis. En ese sentido, la escena más violenta de toda la película es de índole discursiva: el modo en el que un médico humilla verbalmente a su amante sobrepasa los castigos múltiples que The White Ribbon habrá de mostrar. La pedagogía integral del patriarcado fanático empieza en la lengua y finaliza en el látigo. En el principio era el verbo.
Muchos críticos amigos me decían que Vincere de Bellocchio y Les herbes folles, la película de Resnais eran dos grandes películas. Nos las pude ver. El premio consuelo para Resnais fue un poco vergonzoso. El propio Resnais lo señaló con la elegancia de un sabio. Bellocchio, que ahora revisa la controversial historia contemporánea de Italia, dejando los ‘60 y yendo directamente a inspeccionar la juventud de Mussolini, no consiguió siquiera que se nombre su nombre
Lo mismo pasó con el director palestino Suleiman. Conceptualmente humorística y formalmente atrevida, la única película estrictamente política (y personal) de la competencia oficial pasó inadvertida. The Time That Remains, de Elia Suleiman, es un film autobiográfico en el que el director revive un poco gran parte de su vida, la que coincide con el establecimiento del Estado de Israel hasta nuestros días.
Inspirada en algunos diarios de su padre, quien tuvo que exiliarse en la década del ‘60, Suleiman, en primer lugar, establece una ligazón entre la historia política y la historia personal: la intimidad se inscribe en un texto político. Es notable que su película jamás podría ser concebida como antisemita.
Narrativamente lineal, The Time That Remains es una película rizomática: no tiene un centro narrativo, más bien acumula situaciones que van constituyendo una tesis: la injusticia sistemática en la que vive el pueblo palestino. La extraña comicidad de Suleiman funciona como una herramienta eficiente contra el absurdo. Hay un pasaje memorable en el que se ve un muro que separa el lado judío del palestino. Un plano general muestra el muro. El siguiente se lo ve a Suleiman con una garrocha. Hace una pausa, mira, sale corriendo, toma impulso y lo salta. Es una instancia desopilante. A través del humor se disloca la supuesta racionalidad política de un Estado opresor.
Las reseñas y los comentarios remarcaban la similitud entre Buster Keaton y Suleiman. Pero la referencia secreta de Suleiman es Jacques Tati. Si el tema político en Tati es la paulatina americanización del mundo, Suleiman es un eximio intérprete de la naturalización de la estética de la opresión en la vida cotidiana. Así, un tanque en la calle deja de ser una presencia de terror para transformarse en un artefacto de control diario tan inerte como un semáforo.
Tati y Suleiman también entienden que en la forma palpita una política. La concepción del sonido de The Time That Remains es fascinante: Suleiman está en su cuarto. Afuera, dos grupos, uno palestino y otro israelí, están a los tiros. El sonido del tiroteo es interrumpido por otro sonido, hasta ese momento inidentificable. El tiroteo, efectivamente, se detiene. Suleiman expresa con una mueca cierta sorpresa. Plano siguiente: una mujer está cruzando la calle con su bebé en un carrito. La guerra se detiene. Cruza y vuelven los tiros. La escritura cinematográfica de Suleiman es admirable.
Como sucedió inexplicablemente con Waltz for Bashir en el 2008, The Time That Remains no obtuvo ninguna reconocimiento en Cannes 2009. Pero son estas películas las que le dan respiro a esta supuesta fiesta del cine, una celebración del séptimo arte que muchas veces se confunde con la opulencia y el narcisismo característicos del primer mundo.
(Fin de la serie)
FOTOS: 1 y 2) The White Ribbon; 3) Suleiman.
Copyleft 2009 / Roger Alan Koza
¿Que ha pasado con «Visages»?. Hay poca información sobre ella. Desde la distancia da la sensación de que ni haya concursado. ¿Pudiste verla? ¿Que opinión te merece?
Lo que me sugiere lo que has escrito sobre la pelicula de Haneke, es que en el fondo, quizás, sea autoreflexiba. ¿Como llega uno a convertirse en dogma, si lo que se pretendía era romperles?.
Saludos.
Visages: sí, la vi. Ayer empecé con ella, pero ya era muy tarde. Es un remixe Tsai completo. Los primeros 30 minutos son sobresalientes y luego la película se pierde un poco. De todos modos, es de lo que más me gustó. Creo que el problema de Tsai es ir privatizando cada vez más su cine. Falta el contexto, falta lo histórico y lo social, muy presente en sus primeras películas. Un devenir metafísico discreto le ha restado la fuerza primitiva y contestataria de sus primeras películas. Igual, el tipo es un genio. Si puedo agrego un bonus track. Saludos a P. Costa, amigo Ventura. RK
Muchas gracias por tu información de primera mano. Empezaré a hacerme una idea hasta que agreges un bonus track. Lo esperamos con atención.
Saludos.
Es tiempo de arrojar el lobo contra Haneke
Aboliendo el Hans, para evitar ser confundido con alguno de esos niños hitlerianos en ciernes, quisiera simplemente manifestar mi desagrado, ya no con el festival de cannes amaestrados donde los pichichos desfilan por la alfombra roja como chuleta opulenta (de cualquier modo la frivolidad siempre estuvo presente en este festival desde su genesis), sino más bien con cierta concepcion-Haneke, esa que insiste en mostrar las truculencias del mundo, endemica y obstinada y bellamente, sin proponer alternativas, soluciones, politicas a aquello que indica como patologico; lo que me llevaria a cuestionar tu idea mentada en el texto: «Un plano de Haneke nunca ha sido cómplice respecto de la brutalidad humana». Creo que la insistencia ad nauseam de su manera lugubre de mostrar los mundos de las vidas no hace sino, en lineas generales, sumar más bronca, tristeza, impotencia y cinismo a las percepciones que quienes leen criticamente su tempo social no pueden ignorar. Quiero decir que por momentos tengo la impresion, al ver una de sus peliculas, que me estoy confrontando con la version formal sofisticada de los noticieros de television y su estetica exaltada de la violencia (con un cada vez menos digno uso del fuera de campo), que lejos de acicatear al sujeto a un movimiento proactivo que busque trastocar la condicion de lo que ve, se lamente ante la abyeccion de lo visto, lo cual se presenta como la forma en que vivimos. No quiero dejar de aclarar que para mi, haneke no es más que uno de los tantos artistas que parecieran no poder o no querer arriesgar propuestas, alternativas, soluciones, politicas que no se limiten a mostrar sino que pugnen por transfromar. En resumidas cuentas creo valido aplicar a los artsitas aquello que Marx espetaba a los filosofos: «se han encargado de interpretar al mundo, cuando de lo que se trata es de trasnformarlo. …»
Roger, gracias y felicitaciones por la cobertura de Cannes. La seguí paso a paso. Es muy estimulante leerte. Saludos, C
Felicitaciones, don R.A.K. por tus textos en el blog (no sé si además escribiste otros para La Voz del Interior). Devuelvo su amable visita a mi sitio y por supueto que ya habrá oportunidad de conversar en alguna visita mía a Córdoba o en una futura vuestra a BsAs (Cannes no deja resquicio, especialmente si se hacen «circuitos» diferentes como fue nuestro caso). Mientras tanto, seguimos conectados vía comments y mails. Gran abrazo
Me dan muchas ganas de ver la de Suleiman. Por lo que contás no parece muy distinta a sus películas anteriores, pero me parece un tipo muy talentoso y hace tiempo que estaba esperando su vuelta a las canchas.
Leí o vi, ya no me acuerdo, un comentario de Boyero, el célebre crítico de El País de Madrid que acusaba a la película de ser una comedia en lugar de un drama o una historia épica y que eso no servía para contar la historia trágica del pueblo palestino. Me pareció increíble, pero sobre todo, me dio la sensación que no tenía idea de quién estaba hablando ni de las películas anteriores de Suleiman.
Muy buen blog, saludos desde Montevideo.
Pablo: efectivamente, Suleiman trabaja sobre la repetición, pero en cada película aparencen nuevas facetas y capas: son 70 años de historia, a fin de cuentas, el tiempo que transcurre en su nuevo film. Lo de Boyero no me soprende. Firmé en su momento la solicitada de Álvaro Arroba, en donde se lo interpelaba en su impune modo de sobrar el talento contemporáneo. Le debe haber encantado la de Almodóvar y quien sabe si no creyó que Lars von Trier merecía la Palma de oro. Lo haría otra vez. Gracias por tu apreciación del blog. Un lector uruguayo es significativo para mí: empece a ver cine en tu país. Allí supe de Kubrick, cuando tenía 7 años.
Diego: un gran abrazo.
Cynthia: muchas gracias por lo que decís.
Estimado, Roger.
Me sumo a los elogios. Fue un placer visitar el blog durante Cannes (aunque confieso que a veces salteo ciertos fragmentos de los posts porque evito saber demasiado sobre aquellos films que planeo ver en el futuro, con el solo fin de cuidar el misterio).
En fin… este espacio es un remanso, en mayo y en todos los otros meses!
Abrazo.
Carolina: muchas gracias. Saludos. RK
Justamente hay todo un kilombo con Boyero y Almodovar. Nada que importe mucho pero que ocupa lugar en la red. ¡Kubrik a los 7 años! Y yo que pensaba que habían hecho experimentos cinematográficos conmigo. Cuando era chico me mandaban a la escuela de cine para niños de Cinemateca. No sí se conocés la Cinemateca pero las clases se dictaba en la inefable Sala 2. En ese momento no había butacas, sino unas sillas de plástico naranjas empotradas sobre unas barras de hierro. Por esas barras pasaban infinidad de cables, algunos, pelados. Cada vez que en la clase te estaban pasando un corto checo de los 60 por ejemplo y vos sin querer tocabas uno de eso hierros, te daba una patada que te dejaba frío y como el nombre del blog: con los ojos bien abiertos. Era algo muy extraño. Ahí vi muchas películas de la que hoy apenas recuerdo algunas escenas. Después filmábamos un corto en super 8 que te lo hacían todo los profesores. Es raro que después de esa experiencia dramática hoy siga vinculado al cine. De todos aquellos niños que iban conmigo al curso sólo dos seguimos en esto. ¿Seremos masoquistas?
No, no somos masoquistas. Un abrazo.