LA PANTALLA GLOBAL: CULTURA MEDIÁTICA Y CINE EN LA ERA HIPERMODERNA

LA PANTALLA GLOBAL: CULTURA MEDIÁTICA Y CINE EN LA ERA HIPERMODERNA

por - Libros
27 Nov, 2009 02:26 | comentarios

LA ÉPOCA DE LA IMAGEN DEL MUNDO

por Roger Alan Koza

La obra de Gilles Lipovetsky, filósofo, sociólogo, acaso un heterodoxo antropólogo cultural, pasa por cartografiar las prácticas sociales del presente, que en el devenir cotidiano se resisten a ser pensadas, e investirlas de una inteligibilidad y ordenarlas, por consiguiente, en un relato total que dé una explicación de cómo vivimos. Este francés nacido en Millau en 1944, que estudió filosofía en el Liceo Michelet, nunca parece haber estado obsesionado por lo abstracto y la pulcritud platónica del concepto. Su programa filosófico no consiste ni en la contemplación de la verdad y sus secretas derivaciones contemporáneas, ni en la transformación (marxista y pragmatista) del mundo. La filosofía de Lipovetsky circunscribe su praxis a una descripción meticulosa del funcionamiento de un fenómeno excluyente: el individualismo contemporáneo.

 Desde La era del vacío (1983), pasando por El crepúsculo del deber (1992), hasta llegar a La pantalla global (2007), Lipovetsky no hace otra cosa que singularizar prácticas y localizar transformaciones conceptuales: sea la empresa, la ética, el feminismo, la moda, y ahora el cine, su interés se circunscribe a analizar una institución, una práctica, un estado de ánimo, como expresión de ese personaje conceptual al que denomina individualismo (democrático) y que sitúa en un estadio y relato global al que llama Hipermodernidad.

El punto de partida de La pantalla global es el siguiente: “El individuo de las sociedades modernas acaba viendo el mundo como si éste fuera cine, ya que el cine crea gafas inconscientes con las cuales aquél ve o vive la realidad”. Es una afirmación poderosa, pero que no está destinada a una defensa de la cinefilia o a una crítica de la hegemonía audiovisual de Hollywood. Lipovetsky entiende que el tiempo del cine como práctica e institución central ha concluido, pues ya se ha consumado lo que él denomina la cinematografización del mundo. ¿Una superación dialéctica hegeliana? Puede ser, aunque Lipovetsky rara vez cita figuras centrales de la filosofía (por el tema, la omisión de Heidegger es sospechosa). En efecto, la esencia del cine yace fuera del cine. Es que la experiencia del mundo está mediada por pantallas múltiples en donde circulan imágenes diversas. Pantallas gigantes y microscópicas, pantallas en los aviones, en los subtes, en los autos, en las paredes, en los bares, cuyo correlato es la proliferación de cámaras en cualquier espacio público y privado. Todo se filma, todo deviene en cine. En la “pantallasfera”, como dice el autor, o en la época de las “imágenes móviles”, como diría Peter Sloterdijk, un adolescente frente a un atardecer ya no dice “Qué hermosa puesta de sol”; dice más bien: “Qué buena imagen”. Este ejemplo sintetiza las 352 páginas, y un filme mediocre como Identidad sustituta (2009) es su mejor traducción audiovisual en cartelera.

Dividida en tres partes (“Lógicas del hipercine”, “Neomitologías” y “Todas las pantallas del mundo”), la primera sección es la que tiene relevancia estética y cinematográfica. Si bien el libro también está firmado por el crítico de cine Jean Serroy, el papel de éste parece haber consistido en constatar algunos problemas de las teorías del cine y la crítica y ver su relación con las preocupaciones filosóficas de Lipovetsky, además de suministrar títulos que funcionen como pruebas de las hipótesis del filósofo. Lipovetsky llega a proponer un concepto central: la imagen exceso: se trata de “más ritmo, sexo, violencia, velocidad, búsqueda de todos los extremos y también multiplicación de los planos, montaje a base de cortes, prolongación de la duración, saturación de la banda sonora”. Ya no se trata ni de pensar ni de soñar, sino de sentir, arrebatarse, colocarse con las imágenes. La imagen exceso configura nuestras sinapsis, ordena nuestra percepción y nos ejercita cognitivamente. El cine que todavía se ve en el cine le rinde pleitesía a esta modalidad de la imagen. Y sólo algunos “cineastas indisciplinados”, como Bartas, Jarmusch y Tarr, entre los citados, “construyen su obra fuera del régimen”.

La pantalla global es un libro discretamente apologista del régimen. Notable por divisar todas las mutaciones que conciernen a la cinemanía, o cómo el cine es una “matriz de lo que se expresa fuera de él”, propone sin decirlo un capitalismo total y audiovisual, en el que el cinéfilo y el espectador se sustituyen por un consumidor de imágenes, y en el que Hollywood opera como una máquina colosal de subjetivación colectiva. La inevitabilidad del fenómeno es concomitante a entender el capitalismo como el estilo de vida lógico (y necesario) en la evolución de nuestra especie. Nosotros, los animales narrativos de la Hipermodernidad, somos a imagen y semejanza de la mente de Griffiths y Spielberg. Un Yo devenido en estrella, o la única metafísica posible en un orden económico y simbólico en donde todo es mercancía.

La pantalla global: Cultura mediática y cine en la era hipermoderna, por Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, Editorial Anagrama (Colección Argumentos), Barcelona, 2009, 352 páginas.

Esta crítica fue publicada en el mes de noviembre por el diario La voz del interior en su suplemento de cultura.

Copyleft 2009 / Roger Alan Koza