ESTO NO ES UN GOLPE

ESTO NO ES UN GOLPE

por - Críticas
23 Nov, 2018 07:59 | Sin comentarios
En la cuarta película en su haber, Sergio Wolf arriesga en todos los frentes al elegir una temática compleja y alejada de los temas elegidos hasta el día de la fecha.

LA INFANCIA DEMOCRÁTICA

Cualquier película sobre un período histórico no puede desentenderse del fugaz presente del que se empieza a reconstruir un evento pasado. No importa el período y la distancia. Ya sean los años 1930, 1976 o 1982, el viaje al pasado es también una indagación oblicua de un ahora. El cine argentino, y en esto no importa mucho la endeble distinción entre ficción y documental, ha insistido por décadas en filmar los tormentosos y ominosos años de la última dictadura cívico-militar. Pese al cansancio de muchos espectadores y algunos críticos que aún rezongan ante la manifiesta cantidad de películas situadas entre 1976 y 1983, tales películas sobre el período más triste del país dieron cuenta de una razonable necesidad de comprender y acaso conjurar las coordenadas simbólicas que hicieron posible la planificación del terror y su ejercicio.

Esto no es un golpe elige la Semana Santa de 1987, cuatro días claves de la historia argentina, ya en tiempos de democracia, cuando esta recién comenzaba a erigirse como un modo de vida posible, primero como forma institucional, después como una cultura que tiñe todas las prácticas sociales, sin duda un largo camino a transitar del que aún apenas se sienten los beneficios iniciales. Tras el triunfo en 1983 de Raúl Alfonsín, el padre de la democracia moderna argentina (acaso por su voluntad de cumplir con una promesa ineludible de su campaña, la de juzgar a los perpetradores del terrorismo de Estado), la nación conoció un tiempo de estabilidad y esplendor cívico. El juicio a las Juntas representó el logro sustantivo de aquel primer gobierno democrático, decisión moral y jurídica que fue cuestionada “silenciosamente” por la institución castrense. Wolf anticipa en el inicio que esa necesaria decisión institucional determinará la historia que el film reconstruye.

Esto no es un golpe, Argentina, 2018.

Escrita y dirigida por Sergio Wolf

En efecto, cuando el exmayor Ernesto Guillermo Barreiro se negó a declarar ante la Cámara Federal de Córdoba y se recluyó en el Regimiento 14 de Infantería de esa provincia, puso en marcha un conjunto de reacciones que solamente sintonizaba el malestar militar y que dio como respuesta final el levantamiento carapintada de Semana Santa. Después de suministrar la información necesaria, los antecedentes históricos y el contexto, Wolf se detiene en los cuatro días que en la memoria histórica colectiva se glosan en cuatro palabras: “La casa está en orden”.

La reconstrucción es prodigiosa. Wolf reúne a varios protagonistas, acopia conocidos y desconocidos archivos de la época, visita los edificios institucionales en los que se desarrollaron los acontecimientos y en ocasiones apela a su propia voz en off para añadir su propio punto de vista, en tanto testigo generacional y asimismo como responsable de lo que se escenifica; al hacerlo no impone su perspectiva, tan solo la esclarece y sugiere algunas tesis: “Campo de Mayo es el espejo invertido de la Plaza de Mayo”, dice en un momento.

El gran desafío de Esto no es un golpe radica en dos obstáculos que el film tiene en su interior y en su exterior. La presencia de Aldo Rico, el líder de los rebeldes, es una voz altisonante que desconoce el titubeo y en su vehemencia impone una lectura de los hechos y de la fundamentación de estos. Ningún otro testimonio lo desmiente o debilita la arrogancia de su palabra cuando este argumenta la razón militar que sostiene aún su convencimiento; tampoco el film consigue poner en tela de juicio sus dichos a través de los materiales y por tanto contrarrestar dialécticamente la justificación del alzamiento. Es así como Rico filtra un perverso discurso: habla de guerra y enemigos, y de ese modo revive y legitima sin contrapeso la mítica visión de un enfrentamiento entre dos demonios. Todos los testimonios civiles vinculados al gobierno de Alfonsín se delimitan a reconstruir cómo se resistió al levantamiento, pero ninguno se ocupa de cuestionar el punto de vista político de Rico. En este sentido, la presencia de Wolf en el cuadro funciona como un signo de intuición del problema. Solamente está de cuerpo entero y es partícipe completamente de la escena cuando interroga a Leopoldo Moreau, el más cercano a Alfonsín desde un punto de vista ideológico. En la mayoría de las entrevistas, Wolf tiende a fugarse del plano, como si concibiera la distancia física como una extensión material de la ideológica.

El otro desafío, acaso extracinematográfico, es la relación del film en sí con su presente. En la puesta en escena hay algunos indicios de la necesidad de interrogar aquella Semana Santa desde lo contemporáneo. Los planos fijos y en general vacíos, algunos de estos magníficos, de las salas, inmediaciones y recovecos de Campo de Mayo, la Casa Rosada y el Congreso, a veces acompañados de una banda sonora que remite a 1987, constituyen una ostensible reunión de dos tiempos. La intersección entre el pasado y el presente es ahí indesmentible, pero acaso insuficiente para establecer un sentido robusto entre lo que cuenta el film y nuestra época. Que el propio Rico haya desfilado alegremente el 10 de julio de 2016 en el desfile militar que conmemoraba el Bicentenario es un dato no muy lejano en el tiempo que permite unir aquel episodio de 1987 con la actualidad. ¿Qué puede haber sucedido, casi 30 años después, para que el emblema de los carapintadas se pavonee y concite el aplauso de los asistentes? El límite político de film reside justamente en no trabajar a fondo la relación de ese episodio fundacional para la naciente democracia y el tiempo actual, lo que no atenúa su eficacia didáctica y la fluida retórica que caracteriza las películas de Wolf.

Constatar que han pasado tan solo 35 años de vida democrática ininterrumpidos sitúa cualquier consideración a reconocer la vulnerabilidad de la conquista. La paradójica fuerza del sistema democrático es admitir que su justificación prescinde de argumentos trascendentales. No hay una razón extrasocial o metafísica para apostar por la democracia, pues se trata de una invención fechada que no se enmascara como destino ni como revelación. Uno de los misteriosos placeres que dispensa el film de Wolf consiste en observar la confrontación de un grupo de hombres puestos en la dramática escena de la Historia en defensa de un sistema al que se le adjudica un valor irrenunciable. Esto no es un golpe tiene la virtud de persuadirnos a desear la vida democrática, una forma de organización de los pueblos de la que todavía sabemos bastante poco.

*Esta crítica fue publicada en Revista Ñ en otra versión en el mes de octubre de 2018.

Roger Koza / Copyleft 2018