EL PROFES1ON4L

EL PROFES1ON4L

por - Críticas
23 Oct, 2019 03:34 | Sin comentarios
Uno de los mejores retratos del joven director Martín Farina es el que le ha prodigado a Raúl Perrone.

HOMBRE TRABAJANDO

Martín Farina filma en los bordes, en ese espacio extraño e inclasificable que queda entre lo privado y lo público. En este caso, su retratado, el genial cineasta Raúl Perrone, le pone su propio límite, que indefectiblemente choca con el límite de quien lo retrata. Cuando Farina intenta traspasar el espacio de lo público, el Perro le dice “acá no”; es decir: acá, en mi espacio privado, no se filma. El valor del fuera de campo (que será invadido varias veces) se expone en toda su dimensión; es aquello del orden de lo personal y lo enigmático, tal vez de lo sensible.

Farina filma contradicciones que se muestran como oscilaciones. Las expone, las pone en espacios dicotómicos, las enfrenta y también las hace mover en vaivenes.  ¿Qué es filmar a un cineasta? ¿Qué se filma de él? ¿Cuánto hay de acto íntimo en un rodaje? ¿Filmar un rodaje también es filmar la intimidad? ¿Se filma lo privado, aquellos actos en los que Perrone juega con sus juguetes de niño o juega con su perro, o se filma el rodaje, el acto propio del trabajo de un cineasta? ¿Es lo mismo? ¿Se pueden delimitar? Todos estos interrogantes conforman el modo en el que Farina trabaja su documental. No son dudas, que efectivamente ninguno de los dos directores tiene, sino que son contradicciones a la hora de encarar un documental sobre alguien tan único y particular, alguien que llega a decir en algún momento: “Si yo no filmo, ¿qué hago?”.

El profes10n4l, Argentina, 2016.

Escrito y dirigido por Martín Farina.

Treinta ocho películas en veinte años demuestran la vida de un cineasta empecinado, obsesionado con la materia cinematográfica y con sus materiales, como asimismo con sus procesos y con su historia. En el cine no pasa lo mismo que en la vida (como mostraba la señal de cable TNT hace algún tiempo); en el cine pasa lo que uno quiere que pase, sostiene Perrone demostrando que no tiene dudas de que el cine sea una construcción personal, íntima y a la vez colectiva, un proceso donde la toma de decisiones es constante, donde el proceso de filmación es tan caótico como a la vez coherente y preciso. El cine, para Perrone y, en consecuencia, para Farina, es verdaderamente un trabajo donde aquello que pertenece a lo personal y a lo íntimo se cruza inevitablemente con lo público y lo exterior.

Filmando las contradicciones, Farina retrata al comienzo la llegada a Ituzaingó, las puertas de la casa del director, sus “juguetes” un poco desvencijados, un poco extraños. Ese “nunca dejé de ser un niño” de Perrone marca su vida privada; es el fuera de campo de lo sensible, pero esa “niñez” no aparece en su cine. Nada hay de inocente en el cine de Perrone, nada de infantilismo, porque todo es un conglomerado que reúne tomas de decisiones formales, estéticas y éticas que dejan ver la profesionalidad de Perrone, quien detecta, sin dudar, algo que inusualmente no se manifiesta: el valor del trabajo de un cineasta.

En consecuencia, otro de los conceptos centrales de este documental-homenaje es el del “valor” de un trabajo que implica no sólo la concepción de un cine particular, sino también la economía de recursos a la hora de filmar y editar. A simple vista, pareciera que existe un contrasentido entre los términos valor y economía (cosa que en el sentido común podría existir), pero en este caso en la economía de recursos y en la fuerza de trabajo es donde reside el eje del corazón del cine de Perrone. Dice el Perro: “La austeridad es tan piola”, una declaración que obviamente puede leerse mucho más allá del cine, pero en el terreno de la labor cinematográfica constituye toda una declaración de principios que Perrone como buen profesional expone sin dudar. Filma sobre el instante, casi no hay planificaciones, aquello que va surgiendo en su cámara se revisa y ahí mismo se detecta si sirve o no, si hay errores o queda, si es visualmente posible o imposible. Con este procedimiento —según “el Perro”— se economiza el trabajo y a la vez se rescata la emoción del momento.

El prof3s1on4l está filmada durante el rodaje de Cumparsita. Funciona como un detrás de escena, como un destripar la manera en que Perrone “hace cine”; de cómo, cuándo, dónde filmar y sobre todo qué filmar. Hay una escena sobresaliente que impacta: un hombre debe decirle a otro que su hijo ha muerto. La filmación se interrumpe, Perrone se mete en el medio de la escena, toca a sus actores, los guía desde adentro del plano. Cuando esa escena se muestra en su definición final, la emoción contenida tiene un impacto inmediato. Ese acto de intervenir la escena es de algún modo el destello de emotividad que luego se traslada al espectador. La luz se hace, porque la luz es uno de los materiales con los que trabaja Perrone y también Farina. La luz conduce los sentidos y estimula la sensibilidad. ¿No es lo que se siente en todas las películas de Perrone y en las de Farina? Porque hay mucho que conecta a los dos directores; el compromiso con lo narrado, la toma de posición frente a su trabajo, la responsabilidad con aquello que se filma; en definitiva, el respeto por aquello que aparece en la pantalla.

Farina decide registrar al Perro a través de planos cerrados; esa cerrazón deja ver sobre todo el rostro, un rostro que a veces se parece a Godard con sus anteojos, el sombrero, el perfil un poco agudo, la ausencia de sonrisas; la implicancia del maestro en su trabajo. No es esta una comparación entre los directores, sino una apuesta de Farina, que piensa que hay en esos directores una manera similar de concebir el cine. Los planos detalles de unas zapatillas, unos juguetes, una mano dejan entrever la idea del cine como una labor detallada y concentrada, que se juega como un viaje que se propone como una mirada universal sobre ese territorio tan personal, tan detallado que es el Ituzaingó de Perrone; su micro-macro mundo. La sonoridad del documental está dominada por la voz del retratado: sus palabras, sus constantes puteadas, sus geniales ideas dichas como si no fueran importantes; el sonido de la naturaleza que presencializa ese espacio del conurbano bonaerense induce a sentirlo como un personaje más.

En contraste con la también genial película sobre Esther Díaz que hiciera Farina un año atrás, esta parece ser un poco su contracara. En Mujer nómade Díaz se expone sin ningún tapujo, su intimidad es la materia principal del documental, mientras que en El prof3s1on4l la oscilación entre lo íntimo y lo público es constante. Estas dos películas son dos modos de plantearse la consistencia de un documental sobre un personaje; personajes que están repletos de genialidad, inteligencia y sensibilidad. Personajes para los que el pensamiento no se contrapone nunca a la experiencia de poner el cuerpo. En definitiva, eso es lo que hace siempre Martín Farina filmando experiencias complejas y homenajeando a sus retratados; les hace poner el cuerpo y los muestra en sus plenas conformaciones subjetivas. El mundo de sus ideas y sus conceptos, los movimientos de los cuerpos y la experiencia total son la materia misma de lo que aquí se filma. Esos mundos, de tan complejos y de tan íntimos, como también de tan conceptuales, parecieran que no pueden hacer escuelas. Los discípulos nacen muertos, porque la experiencia de los retratados son intrasmitibles. Eso es justamente lo que los hace únicos y geniales, eso es exactamente lo que irradia cada plano que los revela a ambos.

Marcela Gamberini / Copyleft 2019