EL PERRO QUE NO CALLA

EL PERRO QUE NO CALLA

por - Críticas
30 Nov, 2021 10:06 | Sin comentarios
En cada película de Ana Katz se añade una sorpresa, y en esta ocasión la ciencia ficción constituye la inesperada novedad. El resultado es genial y profético.

EL PERRO Y EL COSMOS

Todo comienza con un conflicto expresado en el título. Mientras Sebastián va a trabajar a la empresa (él, que siempre quiso ser escritor pero que se dedica su tiempo a algo que no le interesa demasiado), su querido sabueso no para de ladrar hasta que regrese. Los vecinos no son odiosos, todo lo contrario, pero la situación sí. ¿Podría un perro acompañar diariamente a su dueño al lugar en el que se gana la vida? La respuesta es previsible, incluso si la compañía dedicara todo su esfuerzo a producir alimento balanceado, correas de paseos y champús caninos. Lo que no es ni siquiera imaginable es todo lo que se suscita después de ese primer conflicto sin solución al inicio de la última película de Ana Katz.

Lo que viene después se despliega con la gracia y la sutileza que ostentan los grandes cineastas. En efecto, Sebastián no podrá seguir en el trabajo y pasará por varios otros, se mudará varias veces, conocerá el amor y sus frutos, la pérdida de un ser querido y las circunstancias se apilarán orgánicamente en un relato que condensa el paso del tiempo con el increíble recurso elocuente y eficaz de señalarlo con los cambios de corte de pelo en el protagonista (y dos secuencias de animación). La fluidez narrativa y la sorpresa dominan la escena desde el primer plano al último. A Katz, por su parte, después de esta película habría que condecorarla como la reina de las elipsis. 

Pero El perro que no calla es más grande que la vida, como les gusta decir a los anglosajones cuando un relato desborda felizmente el trayecto existencial de un hombre o una mujer cualquiera. En principio, la vida de Sebastián no es ni será esencialmente una vida ejemplar. No es un genio, tampoco un caso, pero menos todavía un alguien insignificante. Es probable que, en la visión de mundo de Katz, donde la crueldad es una anomalía y el absurdo un fondo existencial conjurado por el humor, ninguna criatura viviente esté de más. Como sea, Sebastián es él y todos.

Todo lo que irá sucediendo alrededor de la vida del personaje adquiere paulatinamente una importancia decisiva. Un buen ejemplo es justamente lo que se llega a divisar sobre el mundo laboral. Los signos dispersos sobre la precarización del trabajo en el país son legibles y nunca forzados en el relato, incluso cuando Sebastián se une a un grupo que intenta sobrevivir a través de la práctica de una economía alternativa que postula otra escala de consumo y otra sensibilidad para conquistar el sustento y asegurarse un lugar cercano para existir en armonía con la naturaleza.

El filósofo escocés David Hume argumentó con la claridad característica de su prosa que no había razón alguna para creer que el sol habría de estar en el firmamento a la hora señalada. La regularidad en los ciclos de la naturaleza no era otra cosa que una contingencia feliz. La benevolente homeostasis de la biosfera que habilita una vida orgánicamente previsible puede acabar o modificarse. Como llegó a ser observado por millones de persona de todo el mundo en los dos últimos años, el razonamiento precedente puede ser cierto. Antes de que todos transitáramos desde marzo de 2020 un cambio radical en nuestra forma de vida, a Katz se le impuso filmar un cuento en el que un acontecimiento cósmico podría alterar la posición vertical que define el estatus físico de nuestra especie. En esa ocurrencia se cifra la sensibilidad de una cineasta y se constata además el uso libre de la imaginación para especular acerca del milagro materialista de la vida en la Tierra. 

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El perro que no calla, Argentina, 2021.

Dirigida por Ana Katz. Escrita por Gonzalo Delgado y A. Katz.

*Publicada en otra versión en La Voz del Interior en noviembre de 2021.

Roger Koza / Copyleft 2021