27 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (2012): BUSCO MI DESTINO

27 FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA (2012): BUSCO MI DESTINO

por - Críticas, Festivales
26 Nov, 2012 04:43 | Sin comentarios

The Age Is

 Por Roger Koza 

Ver para creer. Una película experimental y serena como The Age Is… llena una sala. ¿Quién puede imaginar que un filme de un director como Stephen Dwoskin sobre la vejez, una película desprovista de diálogos y sobre situaciones en donde la decrepitud, la ternura, la constatación del tiempo en la anatomía y la piel, apenas acompañado por un motivo musical de Alexander Balanescu, puede convocar a unas 200 personas?

Entre otras cosas, el apologista del conservadurismo cinematográfico dirá que todos los asistentes eran criaturas snobs dispuestas a cualquier cosa. Pero no es así. En esa sala el público era variado y sintetizaba la experiencia marplatense. Jóvenes, jubilados, profesionales del cine, curiosos, espectadores ocasionales y cinéfilos, entre otros, solamente confirmaban el sentido de un festival; se trata, en efecto, de hacer una experiencia con el cine, modelar de otro modo la propia sensibilidad, disfrutar, divertirse, probar, sorprenderse. Las cifras de la 27 edición del Festival Internacional de Mar del Plata indican que el festival superó la cantidad de espectadores del año pasado. Y el éxito, en este caso, no es fruto del azar, pues tiene una explicación y responde al trabajo de sus programadores.

Sucede que las tres competencias oficiales tuvieron un nivel consistente y parejo. Por primera vez en muchos años, ningún filme parecía desentonar, y la competencia argentina, una zona problemática del festival, dejó varios títulos importantes. Mar del Plata avanza.

Como es sabido, la ganadora principal fue la película rumana Beyond The Hills, de Cristian Mungiu. El film que había obtenido un premio importante en el momento de su estreno mundial en Cannes, aquí obtuvo el máximo galardón. Está claro que a Mungui le gusta la controversia filosófica. En esta ocasión no se trata de cavilar (y aleccionar) sobre el el tema del aborto en tiempos de Ceauscescu y la sordidez pretérita de una Rumania comunista como en 4 meses, 3 semanas y dos días, sino de presentar un dilema teológico en pleno siglo XXI: ¿es posible todavía hablar de posesiones diabólicas y exorcismos?

Alina y Voichita fueron compañeras en un orfanato. Mucho tiempo después se reencuentran en una visita inesperada de Alina al monasterio en el que su amiga se ha confinado para entregar su vida al Altísimo. La nueva vida de Voichita no le es indiferente, pues no sólo la dedicación absoluta le roba el tiempo de estar juntas, sino que ya no podrán, como antaño, dormir juntas. ¿Un viejo amor? Tal vez, pero lo que empieza siendo una posible crisis de celos deriva en un brote psicótico, o algo peor: una intromisión del demonio en el cuerpo de una criatura huérfana.

La profesionalidad de Mungiu es incuestionable: sus planos secuencia y sus encuadres son virtuosos, y su bravura como director es evidente cuando frente a todos estos elementos su drama resulta verosímil. Si bien es cierto que Mungiu no juzga a sus personajes, ya que de fondo lo que sucede aquí es un homicidio metafísico, Mungiu sí juzga con contundencia el mundo en el que vivimos: la Tierra es un descampado de crueldad, un lugar roñoso que ni siquiera la religión puede conjurar. La pesadez metafísica recompensa.

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Fango

Las películas argentinas podrían haber ganado tanto en la competencia oficial como en la competencia latinoamericana. El impenetrable, La forma exacta de las islas, La música acallada, El ojo del tiburón, cuatro documentales muy distintos entre sí, bien podrían haberse llevado premios; hubiera sido justo, y si no sucedió (excepto por El impenetrable, de Daniele Incalcaterra y Fausta Quatrini, un notable trabajo sobre el concepto de propiedad que se llevó el premio del público) fue por cuestiones circunscriptas al gusto de los respectivos jurados. La solidez de esas películas es incuestionable.

Por otra parte, en la competencia nacional, más allá del premio obtenido por un filme de género como Hermanos de sangre, de Daniel de la Vega, una película que trabaja sobre un costado perverso de la amistad en clave cómica, hubo títulos destacados como Huellas, Me perdí hace una semana, Calles de la memoria, entre otros. Y aquí, una vez más, el inimitable cineasta bonaerense José Celestino Campusano obtuvo el premio a mejor director de la competencia nacional. Su película Fango, como dijo uno de los jurados en algún momento, el influyente crítico de cine y programador estadounidense Scott Foundas, “es un verdadero ovni”.

Sucede que mientras Campusano cuenta la historia de dos grandes amigos que intentan formar una banda de “tango trash” (cruza de heavy metal vernáculo y el famoso género musical por el que reconocen a los argentinos en el mundo), Fango devela un mundo desconocido y pletórico de personajes inolvidables. Un buen sociólogo postulará una sociedad marginal pero la mirada del cineasta va un poco más allá; Campusano retrata un mundo complejo y una cultura incompatibles con las categorías burguesas para interpretarlos. Su cine es en sí una experiencia, y extraordinaria.

Secciones como “España Alterada” y “Postales del sur: nuevo cine coreano”, la consolidación de un cineasta como Campusano y una curación más exigente en las tres competencias, y en todas secciones indican que el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata está listo para dar un salto cualitativo y reconquistar su prestigio perdido. Falta ahora una decisión política y muy consciente por parte de sus últimos responsables.

Este texto fue publicado como balance de la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, por La voz del interior en el mes de noviembre 2012

Roger Koza / Copyleft 2012