FICVALDIVIA 2023: PUNTOS SUSPENSIVOS

FICVALDIVIA 2023: PUNTOS SUSPENSIVOS

por - Festivales
17 Oct, 2023 07:48 | Sin comentarios
Los últimos días en Valdivia fueron como los primeros: días felices. El mejor festival continente ha culminado. Quienes ahí estuvieron saben muy bien que aquellos días de cine y conversaciones sin fin quedarán vivos en sus respectivas memorias.

Intentar explicarle qué es un festival de cine a alguien completamente ajeno al tema es difícil. Una forma es la comparación con bienales o eventos similares de otras disciplinas, pero tampoco es una vía que asegure el éxito de la misión. Con estos juegos y comparaciones uno se puede acercar paso a paso a la forma dinámica, siempre secretamente caótica, a veces glamorosa y otras lumpen, de la experiencia de un festival de cine. La comparación con los festivales de música puede ayudar a hacer entender que, como los distintos escenarios dispersos por el descampado de turno, las salas de los festivales suelen ser distinguidas de acuerdo a la linea de películas programadas en ellas. En un festival ordenado, se sabe qué esperar de cada sala; hay asignaciones estéticas y audiencias más o menos específicas por cada una. Frente al Aula Magna del campus valdiviano de la UACH, casi como una metafórica imagen negativa de la zona masiva del festival, se encuentra la sala Paraninfo. La cual, con sus aproximadamente cien butacas distribuídas de manera rarísima, se constituye como el reducto de los bichos raros del festival. 

DCP, VHS, Super8, 16mm (a 18 o 24 cuadros), 35mm. La Paraninfo no discrimina, cobija a todos los formatos y a todo aquel que quiera sumergirse en una de las esquinas menos iluminadas por los focos principales de la prensa en general. Allí hay noches ritualistas donde el público se acerca a las secciones VHS Erótico y VHS Aminé, ambas a cargo del argentino Hernán Panessi, a ver títulos como Las vampiras de Jesús Franco o Cyborg-009 contra los monstruos del mar de Yugo Serikawa. Esta zona del festival junto con lo que sucede sala Felix Rodriguez de la UACH, donde el gran coleccionista Jaime Córdova hace las delicias del público con las proyecciones en 35mm de la sección Totalmente Salvaje, muestra la amplitud de la programación y el carácter profundamente curioso de los espectadores valdivianos que, siendo mayoritariamente jóvenes, rebalsan siempre las salas.

La particular programación de la Paraninfo transitó los cines más desconocidos, radicales e insospechados para el marco de un festival como FicValdivia, prestigioso por ser una gran ventana del cine contemporáneo mundial (toda una sumatoria de factores que le valió buenos memes). En los últimos días de Valdivia, esta fue la casa de las funciones homenaje al cineasta puertoriqueño José Rodriguez Soltero. Un boricua que fue un nombre fuerte de la escena underground latina y queer de la Nueva York de los 60, se codeó con el New American Cinema Group y dejó cuatro cortometrajes como filmografía. Valdivia regaló la oportunidad ver flamantes copias en 16mm de dos cortos de la época estadounidense del puertorriqueño, un doble programa compuesto por Lupe y Jerovi que constituyó una de las funciones más destacadas del festival.

Jerovi

En su momento, Jerovi fue rechazada del festival de cine experimental de Ann Arbor por ser considerada una película meramente pornográfica. Un sinsentido rebatible sólo con ver tres fotogramas de Rodríguez Soltero o con navegar mínimamente la idea misma de pornografía. Rodolfo Kuhn, en su libro fundamental sobre la obra de Armando Bo, retoma una definición de Lo Duca («Erotismo: belleza libidinizada. Pornografía: fealdad funcional») para agregar que «en la obra erótica el fin siempre es la “sensación”». Rodríguez Soltero se para de la vereda de los estetas libidinizadores: el único fin de Jerovi parece ser el de expresar los sentidos más carnales del amor propio. 

Inmersos en un silencio apenas rasgado por el traqueteo del proyector de 16mm, vemos en pantalla a Jeroví Sansón Carrasco, un muchacho que, a la manera de un mercader veneciano del renacimiento, le encargó un retrato al cineasta que devino en esta película. Este film/retrato recrea el mito de Narciso: entre desnudo y vestido con una bata, Jeroví deambula suavemente por un bosque verde y saturado, con una flor roja y saturada en la mano. Las imágenes idílicas y de colores fantasiosos desembocan rápidamente en una de las escenas de masturbación más bellas que se recuerde. El momento tiene dos partes. La primera,puramente corporal. El hombre está echado en la hierba, desnudo, sintiéndose y palpándose el cuerpo. Bien cerca suyo, el cineasta imprime la imagen de esa piel en el celuloide con paneos que van y vienen por el semblante. Junto a estos planos, se suceden algunos otros fijos, pero animados por los movimientos internos propios de una persona que se retuerce de placer. Tanta piel exhibida hace creer de pronto, y por un momento, en la dimensión táctil del cine. Federico Manuel Peralta Ramos llamaba «masturbación abstracta» al tipo de onanismo que se basa en la búsqueda de un goce sin fantasma, sin la invocación imaginaria de imágenes que estén más allá del propio cuerpo y fuera del tiempo presente. En toda esta sucesión de planos, la cámara de Rodríguez Soltero evoca algo similar: en esas manos parece residir la clave última del placer.

De pronto, el montaje de ese momento tan presente, tan ahí, tan ahora y tan en ese lugar, se interrumpe. Entre los planos del hombre en la hierba, se intercala una sucesión de imágenes del Narciso de Rodriguez Soltero en otro tiempo y espacio, algunas mirando a cámara u otras a un espejo. La segunda parte de esta escena masturbatoria es la de una masturbación narcisa, dedicada al fantasma de uno mismo. Podría verse una exaltación radical de la vanidad este momento climático para corto y la masturbación del chico. Pero aquí Narciso no se ahoga en su reflejo, no hay pecado, hay una ratificación del goce que encuentra su cumbre el plano más erótico de todos: una flor hecha a un costado y dos manos que se unen en un apretón, con sus sus brazos extendiéndose hacia un fuera de campo donde imaginamos un cuerpo extenuado luego del sexo, pero descansando para una próxima vez, y otro recién llegado, desconocido y sugerente. La pantalla se inunda del fin último del erotismo, la sensación.

Junto al Teatro Municipal Lord Cochrane, casa de la mayoría de las películas de la competencia de largometrajes, en la imagen positiva de lo que uno espera de Valdivia aparece el Aula Magna de la UACH. Es la sala más grande del festival y el hogar de las “galas” de grandes nombres internacionales, las premieres chilenas y el lugar de peregrinación del día sábado. Una migración espontánea se desplazó al campus de la Isla Teja luego de una ceremonia de premiaciones que sucedió en el centro de Valdivia de manera protocolar pero con una nota destacable: Raúl Camargo, director del festiva, se pronunció fuertemente en contra de los recientes recortes presupuestarios que le impuso el gobierno nacional chileno al festival. Es raro (y es triste que sea raro) encontrar directores de festivales de la región que defiendan públicamente, con tanto fervor y sinceridad los valores y la importancia de los festivales que tienen a cargo. El silencio y/o la adecuación camuflada a cuanto ajuste caiga en suerte suelen ser las reglas generales de conducta. Los festivales son cajas de resonancia que no hay que minimizar. Una prueba de los efectos positivos que estos pueden tener se comprueba en la razón detrás de la peregrinación de cinéfilos mencionada. Al otro lado del Puente Pedro de Valdivia, cruzando la alameda de entrada al campus de la UACH, en la pantalla de un Aula Magna que se llenaría de gente, esperaba el Film Clausura de este 30° Festival de Valdivia: El realismo socialista de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento.

En ceremonia de apertura de la edición del año pasado, Chamila Rodríguez y Galut Alarcón, fundadores de la productora Poetastros, fueron invitados a proyectar un adelanto del trabajo que estaban realizando junto a Valeria Sarmiento para darle forma al inacabado film de Ruiz. La dupla aprovechó el escenario para llamar la atención sobre la falta total de financiamiento público recibido para poder realizar la tarea de repatriación de los materiales que quedaron dispersos por el mundo luego de la dictadura, su restauración y consecuente montaje. Un año después, tras haber conseguido apoyos necesarios de distintos lugares para realizar las tareas, se proyectó El realismo socialista en el mismo festival que sirvió de ventana para los reclamos. Todas las ambiciones pequeñas, apolíneas, minimalistas e impresionistas que se encuentran en la película experimental mencionada antes y proyectada en la vereda de enfrente de la UACH, tienen su reverso en el proyecto de esta película ambiciosa, caótica, maximalista y folletinesca. La maravilla del cine: todos los mares son el mar, pero cada playa es un mundo diferente.

El realismo socialista es una interpretación ruiziana del cine militante. Su voluntad y propósito era incitar al debate en el interior del Partido Socialista de cara a los desafíos presentes y al futuro ominoso que se avistaba (la película fue rodada en 1972). Su forma, hoy visible en gran plenitud, es la de una sátira corrosiva, llena de humor negro y autoparodia, que se conjuga con los documentos más crudos de los debates de una militancia de base que en un momento de la historia de nuestro continente se supo con fe y capacidad de guiar su destino mediante la lucha. El montaje guionado por la gran cineasta, viuda y eterna colaboradora de Ruiz, Valeria Sarmiento entrelaza un gran relato coral. Por un lado, vemos a los obreros y a Lucho, un lumpen que erra por los bajofondos chilenos, entre huelgas y bares; por otro lado, está un grupo de intelectuales partidarios de la Unidad Popular agrupados en un frente poético. Más que por choques y contrastes, el montaje vascula de rama en rama dramática mediante quiebres de baile, fluyendo de un lado a otro con el ritmo de una danza meliflua.  

Se dice que el proyecto original de Raúl Ruiz comprendía un film de una duración de cuatro horas, aunque hay otras versiones que hablan de un corte final que apuntaba a las dos horas. Hoy, El realismo socialista se presenta al mundo con una duración de 73 minutos. Bastante menos que aquello, pero mucho más que la versión mutilada de 50 minutos que había sido presentada por el mismo Ruiz en 2008 y 2009 en algunos festivales de Latinoamérica. En las preguntas y respuestas después de la proyección, Chamila Rodriguez contó que tienen muchas más horas de materiales de imagen y sonido completamente desincronizados entre síy sin referencias claras de cómo para amalgamarlos. Del caos se extrajo la versión que se presenta hoy. Asimismo, a la salida de la proyección, algunos colegas que habían visto en BAFICI o en Valdivia aquel corte anterior de 50 minutos revolvían sus recuerdos y decían encontrar cosas ausentes de esa versión en esta. Ramiro Sonzini invocaba una escena en la que Lucho, en un gesto inverso al final de Los Traidores, acribillaba a los tiros a un grupo de camaradas; por su parte, Cristian Ramírez recordaba un arco de personaje ausente en el film, en el que Lucho pasaba de obrero combatiente a las profundidades del fascismo ¿Fantasía, recuerdos difusos o realidad? Mientras la peregrinación de cinéfilos volvía al centro de la ciudad desde la Isla Teja, flotaba un sentimiento raro en el aire, la sensación de algo torcido.

Ya en casa, no es difícil encontrar el corte de 50 minutos anterior de El realismo socialista(disponible en blogs piratas y en Facebook) y dar cuenta que Sonzini y Ramírez no estaban locos: esa escena existe y ese arco tiene más forma, incluso gracias a la escena de los tiros, en la versión reducida. Frente a esto, uno claramente puede decir que, como dijo Koza en su cobertura del festival de San Sebastián, lo que hay y hoy se presenta “resulta suficiente para vencer la inexistencia” y que “Ahora existe El realismo socialista”. Pero sobre esto hay que agregar este matiz que se evidencia: muchos y distintos realismos socialistas son posibles a partir de lo inacabado. Habría que tomar el afiche de la película y acercarle los créditos de dirección (diseñados con bastante cuidado) al título: El realismo socialista. 1973 Raúl Ruiz & Valeria Sarmiento 2023, es una carta de presentación más precisa de lo que parece ser esta película. Es decir, una versión posible y deseable hoy en día de lo que fuera el folletín satírico que Ruiz filmó para estimular el debate interno del Partido Socialista. Pensar que lo que se presentó en Valdivia y en San Sebastián es la versión definitiva de El realismo socialista sería limitar la potencia aún hoy expansiva del film. Ruiz, además de estrenar películas después de muerto, desperdiga en nuestro mundo materia cinematográfica viva. Estos materiales ausentes y las sinuosidades dramáticas que emprende la nueva versión despiertan la necesidad de un acercamiento arqueológico y analítico profundo. A priori, el halo nostálgico que deja El realismo socialista de 2023 la distingue como el blanco sobre el negro con la crudeza que se palpa en la versión antes disponible. Sería bueno leer a colegas chilenos, dueños de un mayor y más amplio criterio político histórico y contemporáneo de su país, expresarse acerca de este asunto.

El Festival de Valdivia termina con gusto a continuidad y con la sensación de que se pudo haber visto, hecho, leído, escuchado y escrito más. Dos sabores preciosos para llevarse de un festival de cine. La felicidad fue uno de los denominadores comunes de lo que se vivió en los días del festival. Por su programación cuidada al milímetro, su atención al detalle, su atmósfera amistosa que todo lo inunda y su hermosa ciudad, se puede afirmar que Valdivia es un festival único. Que esta treinta edición haya dejado sabor a unos puntos suspensivos, a un trabajo en construcción y un deseo que puja por continuar creciendo, habla de una salud rara para los tiempos ominosos que se viven en la región. Ojalá los problemas económicos y presupuestarios sean pasajeros como las lluvias valdivianas que nos tocaron durante esta edición. El festival se merece mucho más. Así como al cine se le debe agradecimiento, este cronista refleja ese gesto y abraza a Valdivia con cariño. 

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Mis películas del festival:

– Por la alegría con la que entiende su propia libertad: The Cruz Brothers and Miss Malloy de Kathleen Collins (Homenajes).

– Por darle a una máxima de Blai Bonet con la que accidentalmente coincide (“el cuerpo de un hombre es la encarnación del silencio”) una interpretación amorosa: Jerovi de José Rodríguez Soltero (Homenajes).

– Por sugerir que una revolución sería inviable sin su poesía: The Terror and the Time de The Victor Jara Collective (Homenajes).

– Por saber que el cine, antes que todo, es un arte del tiempo: Here de Bas Devos (Selección Oficial Largometraje).

– Por reponer con respeto imágenes y sonidos de psicologías carcomidas por el odio y la impunidad que abrevian lo tremendamente humano que es el horror: Incident de Bill Morrison (Disidencias).

– Por mostrar, como reverso de lo anterior, que aún hay lugar en nuestro mundo para el cariño y el acercamiento sincero con los otros: Las cosas indefinidas de María Aparicio (Film Central).

Tomás Guarnaccia / Copyleft 2023