SOKUROV: EL ÚLTIMO CINEASTA RUSO

SOKUROV: EL ÚLTIMO CINEASTA RUSO

por - Ensayos
11 Ago, 2009 01:34 | Sin comentarios
Algunos apuntes sobre el director de “El sol”, que se estrena el próximo jueves en la ciudad.

A fines de la década del ’90 por primera vez se estrenaba comercialmente en Argentina un filme de Alexander Sokurov: Madre e hijo (1997), una obra radical en la que este cineasta ruso alcanzaba uno de sus propósitos estéticos: pintar en el cine, trastocar la engañosa cualidad de la imagen cinematográfica, que simula ser dimensional, hacer del cine un verdadero arte pictórico.

En efecto, mientras un hijo acompaña y cuida a su madre moribunda, Sokurov, en aquella película, reproducía visualmente la obra de Caspar David Friedrich, un exponente de la pintura romántica alemana del siglo XIX. Madre e hijo parecía una variación en movimiento de un cuadro de Friedrich: “Monje a la orilla del mar”. Se trataba de un viaje perceptivo tan novedoso que los espectadores experimentaban un trance o huían despavoridos de la sala.

Años más tarde, otro milagro. Cuando todavía se sentían los estertores del 2001 (cuya traducción cinematográfica fue no tanto cine de arte como una invasión sistemática de tanques cinematográficos de Hollywood), se estrena a fines de 2002 El arca rusa (2002): proeza técnica de 94 minutos en la que Sokurov atraviesa, en un único plano secuencia que dura toda la película, 300 años de historia rusa en un viaje cultural (y político: no precisamente un periplo progresista) por las inmediaciones e interiores del museo Hermitage de San Petersburgo. Un tour de force, una verdadera conquista del espacio cinematográfico: 1000 actores y extras, la orquesta Mariinsky interpretando en tiempo real. Un discreto éxito de taquilla: El arca rusa permaneció en cartelera tres semanas.

El sol (2005), filme que se estrena el próximo jueves, es la tercera película de una trilogía sobre dictadores del siglo XX, que también se puede entender como una teratología: Hitler, Lenin (¿por qué Lenin, y no Stalin?), y el emperador Hirohito, monstruosidades humanas, siempre humanas, pues Hitler no deja de ser una espantosa expresión de la humanidad.

“Quiero que los espectadores los recuerden, vean quiénes son, que no se olviden de ellos” decía Sokurov a propósito de Moloch (1999), su filme sobre Hitler, Eva Braun, Goebbels y Bormann, que se limita a mostrar un fin de semana en un castillo de esta pandilla obscena. Entre el ridículo y la perversión, Sokurov sugiere que Hitler padecía del horror de su propia insignificancia, un nihilismo que, paradójicamente, siempre amenaza a quienes ostentan un poder casi absoluto.

No es la primera vez que Sokurov visita cinematográficamente Japón. Elegía oriental (1996), Una vida humilde (1997), Dolce (1999), magistrales trabajos en video, transcurren en la tierra de Hirohito. El sol circunscribe su relato al crepúsculo del emperador, que coincide, lógicamente, con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Es la película más convencional de Sokurov, aunque la novedad pasa por su difuso tono humorístico. ¿Es una comedia?

Rusia ha sido una cantera de maestros del séptimo arte. Parte de la gramática del cine ha sido escrita en Rusia. Sin Vertov, Eisenstein, German, Tarkvoski, el cine sería una lengua infantil. Sokurov es el último heraldo de un espíritu cultural y cinematográfico, celebrado quizás, sesgadamente, en su último (y antibélico) filme Alexandra (2007).

Las películas de Sokurov posibilitan constatar que el cine es un lenguaje visual todavía poco explorado. Es así que en el cine de Sokurov el sonido es tan importante como el dominio de lo visible. Dice: “El sonido es el alma de las imágenes… Lo ideal sería que al ver una película pudiéramos escuchar la radio de la película. Apagar la imagen y escuchar sólo los fonogramas de la película… una especie de radio de películas”. ¿Qué es el cine sino una combinación de imagen y sonido capaz de modular nuestro modo de percibir y estar en el mundo? El cine de Sokurov lo testifica.

FOTOS: Sokurov; 2) Madre e hijo; 3) Elegía oriental.

Este artículo fue publicado por el diario La Voz del Interior durante el mes de agosto.

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