RETRATO DE AMOR
**** Obra maestra ***hay que verla ** Válida de ver * Tiene un rasgo redimible ° Sin valor
Por Roger Alan Koza
UNA CARTA SIEMPRE LLEGA A DESTINO
Retrato de amor, , Japón, Francia, Italia, Reino Unido, 2007
Dirigida por François Girard. Escrita por. F. Girard y Michael Golding.
° Sin valor
Esta película basada en la novela de Baricco, discípulo del filósofo Gianni Vattimo, es potencialmente interesante pero el resultado final no alcanza siquiera para ser un ejemplo de cine de autoayuda.
Toda película es autónoma respecto de su fuente de inspiración. Puede ser una historieta, un juego de video, una serie de televisión, una biografía, un hecho histórico, una novela. A menudo, se supone que si se trata de un libro será éste quien posea la última palabra, el criterio desde dónde se juzga una película basada en una obra literaria. Siempre se habla de fidelidad, hasta se insiste que el mejor modelo para llevar adelante esta empresa, la de la adaptación, es traicionar al libro en búsqueda de su espíritu.
Retrato de amor es la transposición de Seda, una novela publicada recientemente por el italiano Alessandro Baricco, crítico musical y licenciado en filosofía, además de novelista (y pronto director de cine), casi un hombre del Renacimiento. Es probable que lo bueno de esta versión cinematográfica se filtre a través de la potencia semántica del libro, pues la concepción de puesta en escena propuesta por el canadiense François Girard empobrece, a pesar de su lealtad textual, la totalidad de la película.
En algún pueblo de Francia del siglo XIX, aunque todos hablen en inglés, un joven contraerá matrimonio con una bellísima mujer. Puede ir a una guerra (nunca especificada) y proseguir con su carrera militar, o aceptar la propuesta de un hombre de negocios que pretende mejorar la vida de su pueblo a través de un emprendimiento textil: la producción de seda. Así se convertirá en una suerte de exportador de huevos de gusanos, la materia prima de la seda, ocupación que lo llevará a viajar a Egipto primero y luego al Japón, previo a la restauración Meiji, es decir su modernización, en donde habrá de vivir otra historia de amor.
En las películas de época, la espectacularidad de la reconstrucción ornamental suele compensar la falta de imaginación para interpretar los vínculos en un tiempo específico. Los personajes se visten como antaño pero se comportan como nuestros contemporáneos. Esto ocurre en Retrato de amor, que sólo se desmarca de ello cuando el protagonista se traslada de Europa al extremo Oriente, en donde las panorámicas de la naturaleza se compaginan con la sorpresa del viajero. En ese tiempo, se viajaba, no se hacía turismo.
Pero la curiosidad del viajero se trastoca en exotismo, y Girard no para de producir belleza Oriental sin indagar en ese mundo, como tampoco el por qué de una aventura amorosa que pone en riesgo la felicidad de un matrimonio. Es un película Feng shui, es decir decorativa, pletórica de travellings laterales parsimoniosos para abrir las escenas, siempre musicalizadas, temerosas de que sus planos revelen su vacuidad.
Mas un giro final proveniente de la novela, redime en parte la liviandad ostensible del filme. Es una carta que cambiará todo y que dejará constancia de una tesis cojonuda: el verdadero amor es incompatible con la posesión, y va más allá de la fidelidad, esa caución conyugal que poco reconoce la lógica del deseo.
Copyleft 2000-2008 / Roger Alan Koza
Esta crítica fue publicada durante el mes de julio por el diario La Voz del Interior de la provincia de Córdoba.
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