MUESTRA DE CINE DE LANZAROTE 2023: LA ISLA DEL CINE

MUESTRA DE CINE DE LANZAROTE 2023: LA ISLA DEL CINE

por - Festivales
01 Dic, 2023 08:00 | Sin comentarios
No podría ser descripta de otra manera: la Muestra de Lanzarote es una legítima rareza. A continuación, una justificación del juicio vertido en la oración precedente mientras se celebra la decimotercera edición.

En Lanzarote, la isla volcánica que fue escenario de algunas películas de Almodóvar, Herzog y Guerín, y en la que Houellebecq desplegó varias páginas con sus pequeñas perversiones literarias y Saramago vivió escribiendo algunos de sus libros, se celebra un festival de cine singularísimo. Sus organizadores no le llaman festival; prefieren diferenciarse empleando el término “muestra”. Es un matiz que puede servir para hacer una distinción. En esa denominación anida una clave. La Muestra de Lanzarote no es un espacio de exhibición entre otros. En la isla del cine, resplandece una excepción. ¿De qué se trata?

En el extraordinario volumen Caligrafía de la imagen, David Oubiña entendió que la delimitación de su riguroso estudio sobre el concepto de “política de los autores” necesitaba distanciarse de las dos décadas elegidas para que su disección analítica pudiera reestablecer la relación de ese concepto con el presente. Si la palabra “autor” no produce un bostezo, puede sí ocasionar una risa burlona, porque hoy es autor cinematográfico el que disponga el santo padre de Cannes o los obedientes letrados de alguna universidad californiana o parisina. En su libro, Oubiña traza una biografía del concepto con todos sus devenires, eligiendo una elipsis pertinente de cómo un concepto pierde su alcance semántico y empalidece hasta su absoluto deslustre.

Lanzarote

En el libro mencionado, Oubiña sugiere una palabra amable para restituir lo que se quiso decir antaño con el sintagma “la política de los autores”. Apela entonces a un término al que suele bajársele el precio, como si se supusiera que en la inexperiencia anidara una virtud: lo amateur. Por ese concepto, el mejor teórico del cine argentino entiende una acción comprometida nacida de la pasión por la que un cineasta sin importarle su inclusión en los festivales y sin pensar en las matemáticas de la producción a la que obliga la industria realiza su película del modo en que puede. La política del amateur consistiría en establecer una relación con la tradición del cine y su resonancia en el presente asumiendo que se puede filmar con poco y desoyendo las directivas de quienes han reglado los dialectos de las poéticas del presente. El amateur es quien filma porque desea y necesita hacerlo. El amateur es quien no está dispuesto a que los llamados labs, residencias y otras formas de adoctrinamiento comercial inflijan sobre él o ella una castración creativa. Para ese amateur, filmar es un acto inevitable. Se tendrá que desarmar la retórica de la especulación financiera que ha conquistado paulatinamente los modos de razonar de muchísimos cineastas.

En la Muestra de Lanzarote de este año hay cineastas de todo tipo; en un sentido, no son amateurs, en otro, sí. Acá están los consagrados (Radu Jude), los malditos (Sylvain George), los ignotos (Bruno Jorge) y los reconocidos como nuevos talentos (Philip Sotnychenko y Tana Gilbert). Los cincos cineastas y sus películas elegidas de la selección oficial sintetizan muy bien lo mejor y más libre del cine contemporáneo. Como señaló el director artístico Javier Fuentes Feo, en una de las presentaciones recientes, él y sus programadores tuvieron en cuenta 300 películas; las que quedaron, tras largas discusiones, dicen algo del cine y del mundo.

Javier Fuentes (Director artístico)

Las competencias de los festivales merecen una discusión. Lo que es evidente siempre es que, si existe una competencia, el festival se define en esa apuesta de visibilidad privilegiada. La selección oficial es el semblante de la Muestra, y acá también se dirime una política del festival que sigue siendo única en el mundo: la deliberación del jurado es abierta.

En efecto, de esas cinco habrá una ganadora, y el jurado que tendrá a su cargo de elegirla deliberará ante el mismo público que asiste a las funciones en la pequeña y acogedora sala de El Almacén, epicentro del festival. El sábado próximo, a las 10 de la mañana, se discutirá cada película frente a la audiencia e incluso con la audiencia, en un ejercicio público de la razón estética que condensa la filosofía de la muestra.  Antes de que ese evento inusual y lúcido se celebre, cada película después de su proyección habrá sido analizada con el público, con la presencia o no del director, como si se tratara de una clase de anatomía de obsesivos, pero sin la frialdad característica de médicos y biólogos. No se trata tampoco de iniciarse en una semiología irresponsable e imprecisa. Cada sesión, como lo es la propia deliberación, erige lenta y amablemente una comunidad de indagación en la que un conjunto de personas consigue pensar cómo el cine hace pensar y sentir, y cómo poéticas menos frecuentes pueden hendir certezas y concepciones asumidas e intensificar la experiencia sensible. 

La Muestra de Lanzarote es una rara avis en la que el conocimiento y el cine están enlazados bajo un entramado en el que se tienen en cuenta las memorias del cine y las memorias de quienes viven en la isla, yuxtapuestas a inquietudes que exceden la perspectiva local, orientándose a una comprensión del mundo entero y sus dilemas. Se trabaja por un año entero buscando películas que enciendan la luz de la inteligencia. Se intenta demostrar que el cine es un arte popular y asimismo un modo de experimentar el conocimiento. ¿No es justamente la misma acción espiritual de los amateurs frente al cine lo que sucede en Lanzarote?

Instalación en las calles en torno a la emigración

En este sentido, la Muestra de Lanzarote es amateur; la pasión desmedida de quienes la hacen, el fervor por convertir a la propia ciudad en un escenario de conocimiento acicateado por el cine, el hecho de elegir cada año un tema central asociado a la vida de los isleños, todo responde a una convicción parecida a la de los amateurs. ¿No es el cine es un modo de revitalizar la fe en el mundo, una forma de creer en él?

Que en la inauguración se haya convocado a algunas personas que relataron sus propias experiencias como emigrantes no es un simple gesto de darles la palabra a desconocidos y sumar al tema elegido para el Trasfoco de este año, sección complementaria a la sección oficial que siempre gira alrededor de un tema esencial para quienes viven en la isla. Al caminar por la ciudad, se puede observar, en distintos calles y pasajes, valijas y bolsos que se exhiben en una marquesina especialmente diseñada para la ocasión. En cada caso, hay una posible historia para escuchar de viejos emigrantes. Se aprieta un botón y suena un relato. Algunos son de desconocidos, otro, por ejemplo, puede ser de un escritor ilustre: Milan Kundera. Años atrás fueron el viento, la sal, la pesca, y las películas elegidas para trabajar sobre cada tema eran las mejores en la historia del cine. Ahora, el tema elegido es la emigración. Hay películas que llevan la firma de Akerman, Sembene o Rouch. Quienes piensan así un festival de cine están lejos de las alfombras rojas y se desentienden de la lógica de la taquilla. El glamour y el espectáculo son imposiciones de una vida banal, inauténtica, acaso insoportable. Esto es otra cosa. 

En este territorio flotante, donde la tierra es negra y el agua dulce escasea, se puede apreciar una concepción de lo que pueden ser los festivales de cine en una época en que la mayoría de estos lucen parecidos y exangües. He aquí un camino poco transitado, he aquí un lugar donde un plano cinematográfico es una prolongación de la materia del mundo y del espíritu de los espectadores. En Lanzarote, el cine y la vida se confunden, como los planos y las palabras, como los pensamientos y las operaciones de montaje.

Roger Koza / Copyleft 2023