MES FICUNAM 2015 (01): EL CINE DE ALI KHAMRAEV: POPULAR Y MODERNO

MES FICUNAM 2015 (01): EL CINE DE ALI KHAMRAEV: POPULAR Y MODERNO

por - Críticas, Ensayos, Festivales
12 Feb, 2015 12:33 | comentarios
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Bodyguard

Por Roger Koza

A  Jerôme Baron y a N.C

Ali Khamraev es uzbeko. Excepto que uno detente algún interés particular por la geografía y la historia de Asia Central, la nacionalidad de Khamraev es un lejano accidente simbólico que, frente a nuestro presunto saber saturado de signos europeos, dice poco. Menos aún si se trata de cine, incluso si una película suya como The Seventh Bullet fue vista por varios millones de espectadores. Todos sabemos ubicar París en el mapa, pero pocos podemos señalar automáticamente la posición de Taskent en un planisferio.

Khamraev nació el 19 de marzo de 1937. Estudió en el taller Grigori Roshal de la mítica escuela soviética de cine llamada VGIK. Curiosidad: entre los países de Asia Central, Uzbekistán ostenta una larga historia con el cine. El primer estudio cinematográfico de la región, una especie de sucursal de Sewsapkino de Leningrado, se fundó en 1924 en Uzbekistán, más precisamente en la ciudad de Bujará. En ese mismo año, se rodaron las primeras películas uzbekas Pachta-Aral, de Nikolai Shtsherbakov y Minaret of Death, de Vyatsheslav Viskovsky.

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Ali Khamraev

El gran cineasta uzbeko de todos los tiempos es sin duda Khamraev. La versatilidad de géneros con los que ha trabajado (comedias, dramas sociales, westerns, musicales, también ha hecho documentales) no le ha impedido desarrollar una sofisticación formal admirable, siempre ajustada a la gran potencia narrativa de sus películas, de tal modo que dicha sofisticación no esté por encima del conjunto de temáticas que atraviesan gran parte de su filmografía.

Todas las películas de Khamraev tienen un comienzo notable, pues de inmediato se plasma una caligrafía imposible de desatender. Véanse los primeros minutos de Without Fear y White, White Storks, dos dramas sociales en los que la mujer ocupa el centro simbólico de los relatos. En el primer caso, se trata del escándalo que producen en una aldea las primeras medidas de modernización de las costumbres propiciadas por la nueva pedagogía bolchevique. Que las mujeres puedan dejarse ver y abandonar la burka como indumentaria obligatoria desencadena un conjunto de enfrentamientos que afecta a todos los involucrados, tanto a los que adhieren como a los que se resisten. El plano general en ralentí con el que arranca Without Fear, en el que se ven a muchas mujeres corriendo y a un hombre sosteniendo la bandera soviética, tiene un poder absoluto y determinante frente a la mirada. Del mismo modo ocurre en White, White Storks, película que indaga sobre el adulterio. En siete minutos, Khamraev consigue mostrar todas las variables que se pondrán en juego en el film. Del travelling sobre las noticias impresas en los diarios hasta los tres o cuatro planos geométricos y narrativamente precisos con los que se introduce en la vida doméstica de una pareja infeliz, el director amalgama magistralmente forma y tema. La paradoja es que hay en Khamraev una extraña manera de hacer sentir perceptivamente la cámara, gesto moderno ineludible para el tiempo en el que filma, pero sin por eso destituir la fuerza identificatoria que puede esperarse del cine clásico frente al relato, y que en cierto sentido es la sustentación de la naturaleza popular del cine. No hace falta ser leído o un iniciado en la estética del cine para disfrutar del cine de Khamraev.

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Man Follows Birds

Una pregunta se predica del párrafo anterior: ¿es Khamraev un feminista? No en un sentido estricto, ya que no milita en las huestes de los partisanos de la ginecocracia, pero sí sorprende la relevancia casi excluyente que tienen todos los personajes femeninos en sus películas, tanto centrales como secundarios, y su explícita intención de hablar sobre la emancipación de la mujer en términos concretos. En la gloriosa escena de instrucción revolucionaria para mujeres en Without Fear, los retratos de Nadezhda Krupskaya, esposa de Lenin, y otro de Rosa Luxemburgo, son signos inequívocos de la posición que el film sustenta, y no solamente una expresión de la perspectiva de sus personajes. La escena culmina con un gesto de la heroína adolescente, una imperceptible mueca en su rostro, que indica la adquisición de una nueva clarividencia respecto de su lugar en el mundo. Khamraev es un gran director de actores, y un eximio captador de los detalles imperceptibles de la conducta humana. Las dos películas “feministas” por antonomasia son las recién aludidas, pero está también la perturbadora Bo Ba Bu, cuya brutalidad masculina y el maltrato de la única mujer del relato invitan a dudar de la posición del director. Una mirada más atenta podrá detectar una distancia benevolente frente al comportamiento de esos hombres primitivos que no saben realmente bien qué hacer frente a esa mujer. En verdad, la última película de Khamraev quizás esté apuntando anárquica y visceralmente a otra cosa, acaso al desorden simbólico generalizado que ha producido el fin de la era soviética en los países de Asia Central. Es una hipótesis atendible.

La política de Khamraev es abiertamente progresista, pero de ningún modo sus películas operan como propaganda soviética. Los opositores al nuevo sistema de organización social, los basmachi, o todos aquellos que ordenan sus propias vidas de acuerdo al Islam, no suelen ser retratados ni como atrasados, ni tampoco como irracionales. En los westerns rojos como The Seventh Bullet y Bodyguard existe siempre una zona de intersección e indeterminación en la que se encuentran los enemigos, instancia en la que se suspenden momentáneamente las posiciones ideológicas para que los hombres se reconozcan. La satanización del otro está conjurada de plano.

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The Seventh Bullet

Los westerns de Khamraev permiten apreciar su concepción del espacio. Lo exterior nunca es paisaje sino más bien formación natural que interacciona con el mundo de los personajes. Las montañas, las aldeas, los valles, los ríos funcionan como entidades dramáticas indirectas que tienen un impacto en la sensibilidad de los personajes, entidades que frente a cámara a veces alcanzan una majestuosidad y una belleza singulares. La felicidad del adolescente al descubrir que los almendros han florecido en Man Follows Birds, los placeres de un baño en el río en ese mismo film, como también las niñas sin burka en Without Fear o los primeros recuerdos de infancia rodeados de una frondosa vegetación que se materializan en el desenlace de ese viaje real y onírico que vive el protagonista en I Remember You, constituyen una poética de la inmanencia.

Notable narrador y estilista delicado, Khamraev está entre los grandes maestros del cine, esos que como Leonardo Favio o Terence Davies pueden atreverse a proezas formales sin traicionar a ningún posible espectador de sus películas. Ni se ofenden los eruditos (que disponen de recursos simbólicos para interpretar lo que deseen), ni los hombres comunes (que acuden al cine a entretenerse un rato, aunque dispuestos a que se respete su inteligencia). Ali Khamraev, exponente excelso del extinto cine popular.

Roger Koza / Copyleft 2015