LOS IRONISTAS OFICIALES DE HOLLYWOOD
Por Roger Alan Koza
La palabra ironía suele despertar sospechas. Un irónico, a quien casi siempre se le confunde con un cínico (alguien que no cree en absolutamente nada), es un sujeto que mantiene en su fuero íntimo dudas sobre las creencias básicas que dan consistencia a su vida. Cree, pero entiende que debe mantener una distancia sobre lo que cree.
¿Suena demasiado filosófico para hablar sobre el cine de los Coen? Un libro reciente editado por Mark T. Conard, La filosofía de los hermanos Coen (2008), sostiene que no: los Coen como filósofos clandestinos en el seno de la industria del espectáculo, los Coen como hermanos de Kierkegaard, Nietzsche y Heidegger. El buen académico dirá: “Esos posmodernos, esos tipos que no creen en nada”. La respuesta de uno de los acusados (Ethan Coen) es directa: “Realmente no tengo claro qué significa la posmodernidad”.
Lo cierto es que Un hombre serio es una comedia pletórica de ideas y susceptible a interpretaciones diversas. ¿Es una relectura de Job en clave pop? ¿Una película autobiográfica, pues transcurre a fines de los ’60 en Minnesota, allí donde los hermanos pasaron su juventud? ¿Es un tratado teológico cómico sobre la condición humana? No hay dudas de que la cosmovisión elegida es el judaísmo, un territorio familiar, pero nunca antes explorado tan a fondo como en Un hombre serio. Si el proverbio judío dice “Cuando el hombre piensa, Dios ríe”, quizá los Coen agreguen: “Ríe de nosotros”.
A diferencia de Quémese después de leer (2008), el formidable elenco de Un hombre serio está conformado por ilustres desconocidos. El actor de teatro Michael Stuhlbarg es el protagonista, quien interpreta a Larry Gopnik, un físico judío especialista en física cuántica. Larry espera un ascenso en su universidad, aunque unas misteriosas cartas intentan desprestigiarlo. Su mujer está a punto de abandonarlo por un amigo. Sus dos hijos adolescentes lo fastidian: su hija solamente reúne dinero para una operación de nariz; su hijo está a punto de celebrar su Bar Mitzvah, pero su interés pasa por escuchar a Jefferson Airplane y fumar marihuana. Un estudiante oriental lo chantajea. Larry, además, espía a su vecina, quien suele tomar sol desnuda.
Cuando todo su mundo se desmorona empieza a consultar a prestigiosos rabinos, sabios que prometen significar el absurdo existencial de su vida. De esta tragedia se predica un conjunto de situaciones cómicas y filosóficas, cuya apoteosis involucra a un dentista que descubre en el reverso de los dientes de un paciente goy una inscripción en hebreo que dice “Ayúdame”.
Formalmente elegante y conceptualmente compleja, Un hombre serio es la comedia más misteriosa de los Coen. Estos ironistas que aman a sus personajes como un cazador a su presa, como dijera alguna vez el crítico Kent Jones, entienden que el humor es el modo de conjurar la insensatez y el sinsentido del cosmos.
Este artículo fue publicado por La voz del interior durante el mes de diciembre 2009
Roger Koza / Copyleft 2010
No coincido, mi estimado Roger, ni con su definición de la ironía, ni con su apreciación de los Coen (probablemente ambas discrepancias vayan de la mano).
Un irónico no es (al menos no necesariamente, o al menos no en tanto tal) alguien que duda de sus creencias, ni mantiene distancia de ellas. Tal definición peca tanto por exceso como por defecto: hay ironistas que no dudan de sus creencias (por el contrario, emplean la ironía como un arma para validarlas; tal el caso de los Coen) y los hay quienes cuestionan permanentemente todas las creencias, tanto propias como ajenas, sin valerse jamas de la ironía para ello.
Por consiguiente, no es allí donde finca la naturaleza de la ironía. En cambio, de lo que la ironía jamás carece es de un componente de burla, mayor o menor, pero siempre presente. Seguramente hay otras notas que distinguen la ironía de la mofa lisa y llana (el carácter indirecto, por ejemplo), pero a los fines del presente basta con señalar aquella.
De allí que la ironía no sea nunca moralmente neutra: no recuerdo quién decía que empleada por los débiles es valentía; y utilizada por los poderosos, ruindad.
Los hermanos Coen postulan una única certeza de la que, creo, no toman jamás distancia: la humanidad y sus integrantes son, sin excepción (o quizás si, con una excepción: ellos mismos) irremediablemente estupidos y fatalmente perversos.
Su ironía no es valiente, sino ruin, puesto que se emplea para burlarse de pobres criaturas contempladas desde olímpica distancia. En sus películas hay distancia, pero no respecto de su sistema de creencias, sino de los miserables seres que las pueblas.
Efectivamente, el único amor que existe en sus films es equivalente al de «un cazador por su presa». El caso es que los cazadores no aman a sus presas, por el contrario, las utilizan como un mero juguete para una diversión cruel y alienante. Exactamente lo que hacen los Coen cuando filman …
Un abrazo
Estimado Fabio: entiendo muy bien su discrepancia en término al uso del vocablo ironía. Mi modo de utilizarlo está vinculado a cierta tradición filosófica en donde el término se distancia del uso normal o canónico del sentido común. En Kierkegaard, el término ya tiene un sentido distinto, aunque mi aproximaciòn se la debo a Richard Rorty, quien elabora el concepto de ironía en Contingencia, ironía y solidaridad.
Respecto de los Coen: tengo muy poco cariño por el cine que hacen, y me parece los cineastas más sobrevalorados de su generación. Les reconzco cierto talento formal. Coincido con usted completamente que el desprecio es la creencia estable de los hermanos. La deconstrucción del judaísmo y la metafísica, en esta ocasión, me parece interesante, pero como sucede, a menudo, eso les lleva a creer que la misantropía es una lógica consecuencia tras haber destituido un marco metafísico de la experiencia humana. La única película amable de los Coen es, a mi entender, El gran Lebobowski. El resto es desprecio. Y ya que estamos, Quémese despùes de leer es una abominaciòn. Saludos. RK