Las películas de José Luis Torres Leiva han cambiado a lo largo del tiempo. Hay diferencias reconocibles entre El tiempo que se queda y Vendrá la muerte y tendrá tus ojos, del mismo modo que si se compara Verano con Tres semanas después; son películas distintas, respetuosas de una poética apropiada para contar una historia o representar una situación específica. Pero el trayecto que va de su extraordinario primer cortometraje titulado Obreras saliendo de una fábrica a su última película de ficción, Cuando las nubes esconden la sombra, mantiene un principio poético general asociado a establecer un registro de los sentimientos en estado puro, donde es decisivo prestar atención a la relación entre geografía y subjetividad, como también al espacio afectivo que existe entra las personas. Los temas son cambiantes. El cineasta puede filmar la vida amorosa, la contundencia de la soledad, lo irreversible de saber que la muerte es próxima, la imaginación de una comunidad, el trabajo del duelo. No importa qué, porque el cómo implicará considerar el sonido de las palabras, el misterio de lo que no se puede decir y apenas mostrar y asimismo entrever el escenario del mundo como si todo lo que es fuera susceptible de ser transfigurado en un plano cinematográfico. La búsqueda última es llegar a delinear y retener el momento justo en el que un estímulo deviene en una emoción, un fenómeno estético que sucede en el interior de una imagen con sonido y movimiento.