FANTASÍAS ANIMADAS DE AYER Y HOY
Por Nicolás Prividera
Esta notita tendrá un inevitable sesgo subjetivo, una maldita mirada infantil. Y ese es el problema con las películas animadas: han quedado hegemónicamente acorraladas en la sección de “infantiles” (pese a la sugestiva Betty Boop o el impúdico gato Fritz). Ese fue un efecto del Imperialismo de Disney. O tal vez no, tal vez el Imperio Disney fue sólo un animado avatar de la temible división del trabajo impuesta por el capitalismo: para el caso es lo mismo. Detesto tanto a Disney, que es mejor que quede claro de entrada (ya habrá tiempo de ir explicando por qué, si es que algún infante difunto aún no lo entiende). Pero eso no significa que no pueda apreciar los dibujos animados por el arte. Me gustan, por caso, McLaren, El viaje de Chihiro, los Loney tunes de la Warner y Tex Avery.
Lo que no comparto es el extraño fervor de los críticos por el cine de animación. Más bien me parece un gesto moderno cool (salvar a los bujos de su destino menor) que encubre un despropósito de proporciones: ¿Ratatouille o Wall-E calificadas como mejores películas del año, compitiendo con films de verdad? (Esa es la cuestión: es ridículo compararlas con films de acción real. Si es que aún queda acción real. Y films…) Este es el otro efecto lateral de la digitalización: lo invadió todo, y resucitó a varios muertos. Pues todos sabemos que el cine de animación tuvo un descongelamiento digital. El Imperio Disney sólo recaudaba por sus viejos clásicos, sus programas de TV y su isla de la fantasía, pero estaba más congelado que el Tío Walt. Disneyland parecía condenado a ser Neverland. Entonces llegó el hada Pixar y los ejecutivos vivieron felices para siempre.
La única verdad es la realidad: el ciudadano Disney era un sujeto odioso. Su personaje más representativo era el Tío Rico, esa caricatura del capitalista bonachón (¿No leyeron Para leer al Pato Donald, de Dorfman y Mattelart? Ah, no, eso era antes del fin de las ideologías…). Alguien debería dedicarle una película al ciudadano Disney, aunque ya no queda un Welles a su medida (miren el bodrio que hizo Scorsese con el impresentable Hughes). El tío Walt llevó el fordismo y el macartismo al mundo del dibujo animado. Al mundo de su producción, quiero decir, porque el Tío Walt adormeció para siempre el dibujo animado en la ilustración edulcorada de las viejas buenas fabulas, y nos condenó a una eterna fábula de animalitos parlantes. (A eso se limita la expectativa, año tras año: ¿A qué nuevo bicho hará hablar Pixar? ¿Una cucaracha, una ladilla, una ameba?)
Volvamos al inicio, antes que los dinosaurios poblaran la tierra: ¿Alguien recuerda como eran los films animados antes de que los enterrara la empresa del Gran Hermano de Disneyland? El cine de animación fue inicialmente una forma del arte abstracto, la última expresión de la vanguardia de los ‘20, pero su rápido congelamiento en la escala zoológica (gracias al imperial Disney de los ’30) lo condenó a no explorar ya nada del mundo, sino la nada misma: la na-hada. Algo hemos avanzado, claro: Wall-E es mucho menos manipuladora que Bambi (¡y hasta tiene mensaje ecológico!). Está muy bien para los niños en edad escolar y para los adultos que no lleguen ni a 2001. Para el resto del mundo (críticos incluidos) es altamente recomendable una buena dosis de la única vacuna conocida… Pero (¡ay!) el multiforme fulgor amarillo de Los Simpson no durará para siempre. Tarde o temprano su estrella se apagará. En cambio, Disney es eterno. Como el peronismo.
FOTOS: 1) El viaje de Chihiro; 2) Buscando a Nemo.
Copyleft 2009 / Nicolás Prividera
Sin dudas que el grave problema de los blogs es la «impunidad» que otorga a quienes lo escriben (incluyendo los «lectores»): es decir, cualquiera puede escribir cualquier cosa sin filtro alguno. Sólo basta un «enter» y listo: aparece una nota como esta. Pocas veces leí algo tan cargado de lugares comunes e ignorancia inquietante (quizás por esta ignorancia es que se haya caído en tantos lugares comunes. Quizás por ello, la ignorancia es INQUIETANTE).
Ver sino. LOS LUGARES COMUNES: «odio a Disney porque es capitalista e imperialista» (suena a ‘soy chico de quebracho y rompo un mc donalds y uso remera del Che con agujeros’); «la animación es para chicos» (sí, cierto, El viaje de Chihiro donde una niña debate sus aventuras en una especie de spa para dioses es re para chicos), «la animación no se puede comparar con filmes de ‘acción real'» (¿¿ah??: ¿qué es «acción real»?: ¿acción realizada con actores que siguen un guión? Debe ser. «M» es re real-ista); y un «film de animación» no es un film de verdad (¿es un «film de mentira» entonces?).»
Un film es un film. Usar actores, non-actors, animación, efectos de luz, juegos de cámaras, etc etc, son, SIMPLEMENTE, ELECCIONES ESTÉTICAS. Las comparaciones de «mejor» o «peor» son casi tan obtusas como la de «real» o «irreal». Lo estético es lo que prima y lo que impacta de forma primera sobre el espectador (el destinatario: sino, no podrían ser aceptados estos «cánones» que vos y Koza y otros más juegan a confeccionar en este blog). Es en lo único que se puede comparar de un film con otro. Por eso, bajo este punto de vista tuyo Privadeira, un «film» de verdad es… mmmm, ¿una película-bodrio de Martel simplemente porque usa «actores» y está filmada en escenarios «reales»?: bajo este limitado y reduccionista punto de vista, entonces, ¿sólo poemas que rimen y hablen de «la realidad» serían «de verdad» y poemas surrealistas y de verso blanco serían «de mentira»?
Wow, esta discusión del «buen arte» y «el mal arte» creí que hacía tiempo estaba superada: ni que hablar de arte realista o de evasión. Sobre todo por personas pluralistas y abiertas de mente como vos (¿no dijiste que sos «un distinto» entre los mismos intelectuales?). En todo caso se puede discutir sobre un «buen film» o un «mal film», pero no sobre «cine de verdad» y «cine de mentira (¿?)». Los críticos se emocionan con Wall-E o Up, simplemente, porque quizás no haya otra cosa con la cual «emocionarse». Que no te guste Bambi es obvio, filmaste «M» para demostrarlo que es por sobre todas las cosas, una película re antimanipuladora (sobre todo eso, re antimanipuladora). Lo demás es pura ignorancia: te recomiendo que veas FILMS como «Laputa. El castillo en el cielo» de Hayao Miyasaki (bah, que veas todos los FILMS de Miyasaki), todos los «Ghost in the Shell» del gran Mamuro Oshii, «Memorias» de Kastushiro Otomo, los cortos de Jean Giraud Moebius o el mismo «Vals de Bashir» que tu amigo Koza promociona y que te va a dar algo más que un mensaje ecologista (aunque también te dé un lugar común más así agregas en tu lista: los judíos, SON MALOS y matan árabes).
No obstante, me gusta esa frase «disney es eterna como el peronismo» y que te gusten los «looney tunes»: que el coyote no pueda atrapar al correcaminos con sus productos ACME sin dudas que es un gran símbolo del fracaso del capitalismo ante la viveza de la naturaleza. Ja.
saludos
Gros:
Creo que lo ùnico lleno de lugares comunes e ignorancia es tu comentario, (ademàs de la falsedad, mala leche y agresividad usual en tipos que creen que internet es un buen lugar para evacuar sus insatisfacciones vitales). Hasta aprovechàs para «criticar» mi pelìcula sin que venga a cuento de nada mas que dejar claro que no te gustò… Si tuvieras mas humor del que aparentàs y menos de los prejuicios que ves en los demàs, hubieras entendido un poco mas por donde iba la cosa y tal vez la hubieras disfrutado con la inocencia de un dibujo animado.
Y no es Privadeira (ni Priveira, ni Pridivera…). Es Prividera.
No olvidemos una de las peliculas más devastadoras de los últimos años. «Los increibles». Pura apología de la familia tradicional. Construida en un momento en que leyes y conciencias comenzaban a reconocer la validez de cualquier tipo de familia.
Muy interesante el blog, lo he seleccionado y adjuntado a mi lista de blogs.
Invito a conocer mi espacio, y si gusta, hacer lo mismo.
Actualmente publiqué mi análisis sobre los últimos dos filmes de Arnaud Desplechin.
Wall E es una pelicula bellisíma, incomparable al bodrio de Kubrick. La elección para una pelicula es (debería) ser libre, sin que haya una superior a otra. Las peliculas «reales» son una sucesión de fotografías fijas que generan la ILUSION de movimiento. Eso sin hablar de dosificación, de color, iluminación, etc…
JC: 2001 no es un bodrio, pero Wall E sí es , a mi entender, una gran película. Comparto algunos conceptos de Nicolás, otros no, pero sí me preocupa el animismo antropomorfizante de Disney. Saludos. RK
NP
(te resumo así, con dos letras -consonantes- para evitar malos entendidos que, al parecer, te irritan bastante):
No podía esperar de vos mayores cosas que no fueran UN LUGAR COMÚN MÁS (y van..) como el comentario que hacés diciendo «además de la falsedad, mala leche y agresividad usual en tipos que creen que internet es un buen lugar para evacuar sus insatisfacciones vitales». ¿Con insatisfacciones vitales te referís a que no tengo mucho sexo o algo así?. Mmm, curioso eso, dado que según esta ecuación hormonal, la agresividad y la mala leche y la escritura en internet se deben a eso; lo digo porque lo único que hacés en este blog mayormente es atacar (y con muy mala leche y bastante agresividad) a Clint E. porque es fachista pro yanki, a los críticos por afrancesados y lobbystas, a David Fincher porque se vendió, al público del BAFICCI por ver 4 películas por día y a tu parecer no tener capacidad intelectual para entenderlas, a Mariano Llinás por filmar sin los subsidios del INCAA que a vos sí te vienen bien, al Nuevo Cine Argentino por no tener conciencia política de grupo o movimiento, a Dany Boyle por ganar el Oscar (en vez del prestigiosísimo premio que entrega el Festival de cine de Mar del Plata que vos sí ganaste) hablando de hindúes pobres y gente de mierda como esa, al Pato Donald por tener de tío al Tío Rico y hasta a Gandhi por ser «vende patria» y «careta» según leíste de un notable escritor medicre como Rusdhie (el que por cierto tiene una actuación descollante en una ‘gran película’ como «El diario de Bridgitte Jones»). Y lo más gracioso, es que a estos ataques los hacés acá, en INTERNET. Así que cuidado con eso de no satisfacer o evacuar las insatisfacciones vitales. Por otro lado, mala leche con vos no tengo pues ni siquiera te conozco; es más, ni me sale bien tu apellido según me has hecho notar.
Y no es que no tenga sentido del humor para ver «por donde iba la cosa» y ver la nota con la inocencia de un dibujito animado (¿?), sino que a diferencia tuya no soy inocente y admiro bastante el género. Además, a pesar de que en tu sintaxis hayas tenido torniquetes brillantes de estilo (¿literario?) tales como poner «na-hada» o «bujos», la verdad, de tu prosa no pude rescatar ese «humor» del que hablás. Pero en esto no te preocupes, el problema es seguramente de mi lectura y no de tu notable escritura.
Y por último: mirá el handycap que te dí: te puse nombres de maestros de la animación con obras memorables además así ibas corriendo a wickipedia y sacabas datos como para entablar una discusión que valiera la pena sobre el género, pero, huiste como rata de la discusión (perdón Koza por poner «rata», pasa que el «animismo antropomorfizante» del género me ha influenciado en esta respuesta). Y por último, a «M» la saqué a colación simplemente para ponerte a vos mismo como ejemplo de tus propias contradicciones (en especial conrespecto a la manipulación, el marketing y los golpes bajos). No jodamos, presentaste la película con un tipo caduco como Del Barco al que sólo lo llamaste por los 15m de fama que había logrado de nuevo después de admitir -gran revelación gran aparte…- que zurdo o milico aplicaban los mismos métodos aunque con distintas ideologías (aparentemente).
en fin
saludos y aún me queda la duda de ¿qué es un «film de verdad»?; y lo que es peor, por dialéctica, ¿qué es un «film de mentira»…?
Nicolás:
Sabés que voy a defender a Disney, así que ahí voy, especialmente porque hay un par de errores de concepto que habría que cambiar para poder discutir adecuadamente a Tío Walt (con quien ideológicamente me es difícil comulgar). En principio, es cierto que Disney incorporó el taylorismo a la producción: la falta de creatividad en sus talleres hizo que grandes artistas como Chuck Jones, John Hubley, Friz Freleng, Robert Cannon, Preston Blair, y, más adelante, Tim Burton, Brad Bird o John Dillworth o se fueran de la empresa o se dedicaran a otra cosa. No es cierto lo del maccartismo: si bien Disney era un visceral antibolchevique (ver su corto Alice’s Egg Farm), nunca denunció a nadie ni echó a nadie de su empresa por «comunista», contrariamente a lo que dice la crónica. Sí testimonió que, para él, quienes le hicieron huelga por la instauración del sindicato en 1941 eran «comunistas», pero fue una actuación «pour la galérie»: en primer lugar, no denunció a nadie con nombre y apellildo; en segundo, las actas muestran que dijo, en audiencia pública que «ya ninguno de ellos quedó en mi empresa». No era cierto: la mayoría de los huelguistas se quedaron y adhirieron al sindicato que ya había instalado Warner Bros. dos años antes de esas huelgas. Los que sí se habían ido fueron quienes formaron luego la UPA (Bosustow, Cannon, Hubley) y crearon a Mr. Magoo y Gerald McBoing-Boing. Y a ellos el comité McCarthy les dijo que se deshicieran del izquierdista Hubley, a quien le pagaron su participación en la empresa a precio vil. Hubley consiguió becas del Museo Guggenheim y después siquió un camino independiente que le dio tres Oscar y ser el tipo que creó los espacios animados de Plaza Sésamo. Es decir, los «zurdos» de Disney fueron los que -como diría Orson Welles, «para salvar sus piscinas»- denunciaron.
Tío Rico McPato no es una creación de Disney, sino de Carl Barks. Y las historias «de patos» de Barks -que es lo que básicamente analizan (mal) Dorfman y Mattelart, que van a buscar lo que ya creen encontrar de antemano sin leer esas historietas (no hay dibujos, casi, de esos personajes)- eran sobre todo satíricas, representación irónica de los límites y los males del capitalismo en la era Eisenhower. Releídas hoy, eso salta a la vista. De hecho, Disney odiaba a Barks, nunca le dio crédito por sus historias (porque Walt era cualquier cosa menos idiota) y casi prohibe la reimpresión de esas historietas.
El sistema de trabajo de Pixar es muy diferente del de Disney, ya que no hay una «división» clara y todos opinan y generan ideas libremente. De allí la efectividad (por lo menos) de esas películas, que -para mí- son mucho más inteligentes que las de Disney. Y que, además, desde el diseño de personajes hasta el guión y la acción se basan mucho más en los dibujos de la Warner (todos son fans de Jones y Clampett, por ejemplo) que en los de Disney, con quienes no comparten ni poética ni ideología.
Disney sí proveyó algo importante al cine, eso que Eisenstein le reconoció como valor: fantasía que no renegaba de lo real. «No renegaba» porque los diseños de personajes, si bien fantásticos, buscaban un movimiento lo más realista posible. «Que los personajes tengan huesos» fue la orden que les dio a sus creadores. Eso es lo que creó el lazo entre sus creaciones y los espectadores de todo el mundo mucho más que la ideología que sostenían algunas de sus ficciones.
Finalmente, está el problema de si el cine de animación es cine o no, y somos pocos (amén de mí, que soy pichi en esto, tipos como André Martin, Pierre Hébert o Norman McLaren) los que decimos que «Blancanieves» es tan film de verdad como «El ciudadano». La razón es simple: el movimiento y la huella de «algo». Si en el dibujo animado (por poner el caso más nutrido de la animación) dicen que no hay huella de nada, se equivocan: está el trazo del artista, su visión del mundo, una puesta en escena absoluta y el cuerpo del dibujante determinando el trazo. El animador es al mismo tiempo actor y eso aparece en cada fotograma, incluso en la animación digital, aunque las complicaciones son distintas y llevaría mucho más desarrollar la explicación. Martin decía que debíamos empezar a analizar el cine desde la materia misma: el fotograma y la tira de imágenes. Desde allí aparece una justificación clara de la inclusión de lo animado en el cine.
Gracias por leer, Nicolás. Y saludos al tío Koza.
a mí me gusta «dumbo»
Y a mí «Alicia en el país de las maravillas»…
Interesante lo expuesto por L.D’Esposito. Saludos.
Leonardo:
Brevemente, hay dos cuestiones: una es histórica y otra es conceptual. Las dos son discutibles.
En cuanto a la primera, creo que en un “fervoroso anticomunista” como Disney nada era “pour la galerie”. Mucho menos tratándose del típico prototipo del “american dreamer” (como Hearst o Ford). Todos ellos (como encarnación y cabeza de grandes corporaciones) tienen una historia bastante oscura en relación al poder (por ejemplo, la vinculación con Hoover en el caso de Disney). Y lo interesante en ellos es justamente ese costado político de su biografía, aquello que los emparenta con el Imperio que fundaron (emparentado a su vez con el Imperio en el que vivieron: los USA del siglo XX): Leíste “América” de Braudrillard?
Pero aunque creo que la biografía es solidaria con la historia político-económica, me interesa menos discutir a Disney en sí que el legadoi que lleva su nombre (como marca y corporación). Y eso nos lleva a la cuestión conceptual. En principio en relación al dibujo animado, que Disney contribuýó a reducir al mundo infantil. Y en segundo lugar a su condición cinematográfica (que la digitalización lleva a un nuevo nivel de destrucción, sobre todo en los films de base “humana”).
En esto no puedo sino ser baziniano: el cine es una ontología de lo real. (Como todo arte, agrego. Incluido el abstracto: de hecho –si tomamos el ejemplo de las artes plásticas- la abstracción siempre está en tensión con la figuración, como pareja dialéctica. Es un ida y vuelta hacia lo real. A la vez –comparándolas con el cine- la imagen cinematográfica es otra cosa: puede reducírsela al soporte material más abstracto –como McLaren- pero eso no deja de ser un “formalismo”. El cineasta no es un pintor frente a la tela: ahí manda el artista más que el soporte, mientras que en el cine lam mediación de la cámara es absoluta.)
La esencia del cine es su capacidad de captar lo real (sea lo que sea) para luego ser transformado en objeto (narrativo o no narrativo, artístico o no artístico, etc.: pero siempre a partir del choque con lo real). De hecho, el cine es básicamente eso: la reproducción –a través del dispositivo cinematográfico desde su misma materialidad- de lo captado por la cámara en su “choque” con lo real. En ese sentido, el cine siempre es documental (aunque el documental ha sido otro género “minorizado”, por motivos que nos llevarían a otra discusión).
Nicolás, un par de cosas.
Yo no dije que el anticomunismo de Disney fuera pour la gallerie, sino que, tras escribir que era tremendamente anti bolchevique (de hecho puse el título de uno de sus cortos mudos de 1925 que es explícito) sino que su deposición pública ante el Comité de Actividades Antiamericanas fue «pour la gallerie». Disney odiaba el comunismo como el que más, pero no persiguió a nadie.
Respecto de ésto:
«(…)En principio en relación al dibujo animado, que Disney contribuýó a reducir al mundo infantil. Y en segundo lugar a su condición cinematográfica (que la digitalización lleva a un nuevo nivel de destrucción, sobre todo en los films de base “humana”).»
Lo primero es cierto: aunque lo infantil en Disney venía no de querer complacer a los más chicos sino de querer que el film fuera para toda edad -más allá de un lazo claro entre el dibujo animado y el espacio lúdico de lo infantil-, realmente llevó ese equívoco al extremo de que, para la mayoría del público, «animación» se convirtió en sinónimo de «infantil» (lo que además llevó a asimilar «infantil» a «pueril»). Pero hay cosas que no son así. Cualquier cine de animación, dado que debe construir una puesta en escena ex nihilo, es un proceso de abstracción. Es simple: la realidad compleja no puede ser vertida en toda su complejidad por la mano del artista. Tampoco por la máquina -en el cine de acción en vivo-, pero allí la cantidad de información que la luz imprime en cada fotograma es tan grande que la ilusión de que eso sea huella de lo real es mucho más precisa. El cine de animación contiene esa verdad en la misma medida en que el arte abstracto la tiene, porque el proceso que lleva a tomar un elemento de lo real para transformarlo en elemento estético es exactamente el mismo (y la animación no es el único arte vicario: la literatura lo hace de un modo mucho más complejo). En cuanto a Pixar, realmente tiene una poética alejada completamente del Disney histórico y su trabajo sobre lo real tiene el mismo grado de irrealidad (en el sentido que Borges daba al término en la crítica de Luces de la ciudad) que cualquier otro cine de animación. Más inclusive: Pixar, a diferencia de otros que hacen animación digital, nunca oculta el hecho de que se trata de una ficción completa desde lo iconográfico, y por eso el tema principal es el choque entre un universo alejado de la experiencia humana y lo humano. La mejor forma de volver convincente ese choque es el uso del 3D. La prueba de que hay un elemento de abstracción que lleva al diseño de un mundo más adecuado al componente poético que a la representación absoluta de la realidad (es decir, un arte que se asume conscientemente como sucedáneo y artificio y no como documento) es Los Increíbles, donde los personajes humanos optan por la caricatura «alla Simpson» (de hecho, el director es Brad Bird, la persona que hizo que la familia amarilla saltara de un sketch hiperbreve a una serie y un mundo concretos). Para mí, realmente, en lugar de llevar a un nivel de destrucción de lo humano, esos films llevan a una reflexión sobre lo humano por comedia interpuesta -dado que su trabajo sobre lo real es similar al que la comedia realiza con lo real desde las komai en adelante. Otra cosa es que discutamos la ontología de la imagen cinematográfica con al penetración de lo digital en lo analógico, con la superpoblación de imágenes virtuales en lo que antes era huella de lo real. Ahí hablamos de un derivado de la animación.
Por lo demás, y volviendo a Disney, es cierto que su estética está basada en una ideología precisa (como cualquier estética), y con un plan preciso de educación de la masa que fue perfectamente consciente («arte para las masas» era el slogan de Fantasía, film fascinante y fallido). Pero también es cierto que -gustos aparte- lo que hizo por el arte popular en el siglo XX fue enorme. Mi ideología personal está mucho más cerca de Chuck Jones, de Tex Avery, de Jan Svankmajer, de Pixar (con quienes esos tres nombres comparten mucho). Y creo, sobre todo, que la técnica y la herramienta se deben justificar en la trama y la puesta en escena. Los films de Pixar funcionan de modo tal que nadie que los vea puede decir que sean una huella de lo real: en esa ostensibilidad radica su potencia como cine (y cine honesto, además). En el caso de Disney es completamente distinto, porque Disney quería que el espectador no pensara nunca que lo que veía era artificial. Y ahí sí tenés un punto discutible: en que Disney es, en ese sentido, mucho más un aliado del pensamiento baziniano que defensor de un cine libre como la animación. Es paradójico, pero se deduce de los hechos.
Abrazo.
L.
Leonardo:
Yo no dije que vos hayas dicho que el anticomunismo de Disney fuera pour la gallerie: lo que dije es que en un personaje así no hay gestos pour le galerie (lo de que «no persiguió a nadie» es discutible, empezando por qué entendemos por «perseguir» en cada contexto, etc). Pero insisto en que no se trata de «personalizar»: lo interesante /y que jno puedo hacer aquí y ahora) sería ahondar en la relación entre lo «histórico» y lo «conceptual», porque (mas allá del reduccionismo de Dorfman y Mattelart) su obra está absolútamente relacionada con su posición (política). Y eso se ve perfectamente claro en su construcción «imperial» de Disney(Land Y Company).
Justamente, en esa idea de que los films fueran “para toda edad” (“para toda la familia”, diría un tradicionalista) es la clave de un “equívoco” nada inocente: su “infantilización”(de su construcción del espectador ideal como “niño”). Y esto no tienen nada que ver con los límites del cine de animación en sí.
Es claro que “cualquier cine de animación, dado que debe construir una puesta en escena ex nihilo, es un proceso de abstracción”. Pero hay muchas formas de abstracción (incluida la figuración, y además la figuración infantilizada).
No en vano Disney infantiliza (y serializa) la representación tanto como el contenido, pasteurizando la animación y los cuentos “infantiles” (que de infantiles no tienen nada…).
Y Pixar es como el hijo inteligente de Disney: tan consciente de esos problemas que se anima a tematizarlos en sus films… para resolverlos a favor del padre Walt, por supuesto (en esae sentido, la progresiva “humanización” de Wall-E es la inversión de 2001!)
Pero con lo que discrepo esencialmente es con una afirmación como esta: “la cantidad de información que la luz imprime en cada fotograma es tan grande que la ilusión de que eso sea huella de lo real es mucho más precisa”. Porque si bien el cine no es más que un efecto físico, también es cierto que “la huella de lo real” no es una mera “ilusión”. Esta es una cuestión filosofica, finalmente, y depende de lo que cada uno tenga por axioma. Como dije, en esto soy baziniano: el cine no es solo un modo de organizar esteticamente lo real: su fondo (no su forma) está hecha a la luz de lo real. (Por eso Disney no podría ser baziniano más que paradójicamente, como un aprendiz de brujo que libera una fuerza que no puede manejar.)
Porque estos films no pueden llevar la “reflexión sobre lo humano” más lejos de lo que podría hacerlo la computadora-matriz de “2001” (incluida su parodia en “Los Simpson”): esa reflexión imposible (porque lo humano es justamente lo que está más allá de su ser) marca su propio límite “no humano”. Más le valdría (al universo virtual del dibujo-digital) atenerse al mandato de Wittgenstein y abstenerse de enunciar aquello de lo que no puede hablar…
Porque la “penetración de lo digital en lo analógico” no es sino el avance de la tecnología sobre lo humano (algo sobre lo que Kubrick hubiera podido reflexionar -a la inversa de Spielberg- en “AI”). Por eso el cine de animación es la vanguardia de este proceso (mucho mas que los dinosaurios de “Jurasic Park”). Y no cito la palabra “vanguardia” en vano: esta discusión podría remontarse a la paradójica herencia de las vanguardias históricas (como causa y/o efecto de la dialéctica de la razón iluminista, según la crítica adorniana). Pero ya estaríamos muy lejos de Disney.
Saludos.
HOLA:NICO
ME ENCANTO ESTA ISTORIA Q VOS RELASTASTE X LOS DIVUJOS Q LOS CHICOS VEN DIARIA MENTES YA Q A ELLOS LES ENCANTAN MUCHISIMO, Q NO LO PODEMOS SACARLOS DE LA TV
UN BESO LUCAS ARIAS
holasss soy Natasha pero pueden decirme «Na» (si quieren)
me fasinan sus fantasias animadas……… estan re bunas, y como las escribes, las describes de una manera que pocos pueden (+ bn 00)
me dan lastima estos deserebrados que se creen dueños de la vardad pobrecito no creo que tu tengas siquiera el cociente minimo.QUIEN NO CREA TODO DESTRUYE.