EL ESPACIO QUE OCUPO

EL ESPACIO QUE OCUPO

por - Críticas
28 Nov, 2023 10:11 | Sin comentarios
¿Por qué y cómo filmar una saga familiar en una época subyugada por la “selfie”? Lejos de estar “muerto”, ¿podría el cine, una película, configurar una forma de resistencia cultural?

LA SAGA DE LAS MUJERES

El espacio que ocupo, opera prima de Agostina Gianini, podría dar lugar a un ensayo sociológico acerca de un rasgo de la época: la obsesión por la imagen. Una obsesión que se expresa en millones de autoregistros tomados (luego, reproducidos), diariamente, por personas que se fotografían en la calle, en un subte, comiendo y bebiendo, trabajando, paseando con un o una amiga, entrando a un cine o saliendo de un negocio. Sin dudas, el fenómeno “selfie” puso de manifiesto el narcisismo pueril que afecta a las sociedades en “la era digital”. Claro que, al mismo tiempo, conmocionó la práctica fotográfica y, en consecuencia, el concepto de la mirada, toda vez que una “selfie” se parece más a la imagen en el espejo, que a la imagen construida por un/a otre que mira y registra. En este sentido, el “fuera de campo” de cualquier “selfie” sería el equivalente a un “black mirror”: no hay contexto ni entorno ni realidad más allá del sí mismo autopercibido.

No hay voluntad filosófica en estas líneas de no ser porque el cine es, en muchos sentidos, una manera sencilla de filosofar. Por ejemplo, El espacio que ocupo da cuenta de estos dilemas a través de testimonios directos de tres mujeres que podrían ser más: una abuela (que fue madre y antes hija), una madre (que fue hija), una hija (que es hermana y, eventualmente, podría llegar a ser abuela y madre). Vale mencionar que otra mujer está presente en el filme aunque no la vemos: la realizadora, también, nieta, hija y hermana de las anteriores, quienes la interpelan en distintos pasajes de la película, sin obtener respuesta.

Al comenzar, la película promete una “recopilación de toda la rama femenina de la familia” y, a partir de allí, sortea una resistencia: “¿Por qué me tenés que filmar a mí si es tu autobiografía?”, “Sacate vos que sos jovencita, linda…”, demandan las mujeres más antiguas de “la rama”. La cámara no las interrumpe aunque tampoco las satisface: persiste en el cuadro elegido, se mantiene encendida, aun ante el silencio o la mueca de fastidio o el ocultamiento (cuando la abuela se cubre el rostro con una frazada).   

Así, la cámara porfiada de Gianini es casi un himno a la mirada que funda el cine como tal. De hecho, desvía la autobiografía a otros materiales: películas familiares (filmadas en Super 8, en 16 o en video) que madre e hija visualizan y comentan, abriendo nuevos desvíos a otras anécdotas. A lo largo de El espacio que ocupo el cine contiene al cine, se expande a la TV, lo que está en la pantalla, lo que sólo se escucha, la multiplicidad de puntos de vista. Entonces, el cine repugna la “selfie”.

Recorriendo un espacio indeterminado (una o varias casas, acaso, filmadas en ocasiones diferentes), la “recopilación” anunciada se dispersa en ensayos de diversa naturaleza. Por ejemplo, el vínculo madre/hija queda expuesto en un anecdotario que, a la vez, repasa las imposiciones morales y culturales que marcaron a cada una de esas mujeres. La felicidad o la desdicha que les causó ese parentesco (“Mamá era más mala que una víbora…”). La fuerza del carácter que alcanzó o no para que, alguna, cumpliese su deseo (“Yo no tengo ningún problema con ser mujer”). Los modelos de belleza que todavía ejercen crueldad (“(Mi cara) es fea porque es vieja”).

Sin embargo, El espacio que ocupo desenvuelve otros asuntos que prefiero formular mediante interrogantes: el espacio del título, ¿refiere, apenas, al ámbito familiar, a una generación, a una época? En la misma disyuntiva: ¿se trata de una definición de género? Y si éste fuera el caso, ¿el género remite a lo subjetivo o, también, a lo cinematográfico? 

Resulta más que valorable que El espacio que ocupo no recoja testimonios de varones. En efecto, no hay cuerpos de varones filmados por la directora, sino reproducciones de esos cuerpos filmadas con anterioridad, ostensiblemente, en otros soportes y por otras personas. En este aspecto, la película busca y recorta surealismo en la representación testimonial de las experiencias (cuerpos y memorias) de las mujeres de la familia. Es mirando esa saga, más acá o más allá del presente, donde la cámara se sitúa, encuadra y filma. 

Vale la pena atender el realismo que proponen las realizadoras argentinas y la discusión subyacente con el modo de representación realista “clásico”. Vale la pena volver a mirar películas para, por un rato, filosofar de manera sencilla acerca de la vida real. Vale la pena empezar a preguntarnos qué lugar ocupamos o podríamos ocupar, en tanto espectador@s del texto, o como contemporáne@s del contexto de una película nacional. 

El espacio que ocupo, Argentina, 2023.

Escrita y dirigida por Agostina Gianini.

María Iribarren / Copyleft 2023